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Por Antonio Nicolau (Filósofo/docente/investigador)

¿Por qué ha cambiado tanto la situación económica en la Argentina del 2016?

¿Por qué la ciudadanía votó en contra de sí misma?

¿Por qué todos los días recibimos noticias tan negativas sin posibilidad de reacción?

¿Por qué las medidas económicas son tan brutales y permanecemos inmóviles?

¿Por qué parece no haber respuesta social ni política suficiente a la insensibilidad del gobierno?

¿Por qué parecemos estar paralizados?

Seguramente las respuestas que encontremos no nos satisfagan totalmente. Los análisis sociales y políticos suelen ser múltiples y cada uno puede aportar una dimensión distinta sobre el mismo fenómeno. Pero podríamos aventurar a afirmar que buena parte de la destrucción a la que se está asistiendo en Argentina forma parte de «La doctrina del shock» muy bien descrita por la ensayista estadounidense Naomi Klein. Es un primer efecto de la psicología humana quedar paralizado ante un evento o situación inesperada. Ante un «shock», la acción psicológica primaria y espontánea del hombre consiste en la «parálisis» hasta la recuperación de la conciencia del estado de situación. La duración de dicho estado está en estrecha relación con el grado de conciencia del sujeto y de la capacidad de reacción surgida de su aparato psíquico construido en su biografía personal.

Algo similar ocurre con las sociedades. Algo semejante nos está sucediendo en Argentina y en el bloque regional.

La aplicación de la «doctrina del shock» por parte del capitalismo trasnacional, con sólidos tradicionales delegados nativos (cipayos) ha dejado paralizados a buena parte de la dirigencia. En lo sindical, el abarrotamiento de las internas en busca de mantener sus espacios de poder, buena parte de ella (las excepciones existen) ha quedado prendada por las negociaciones de las obras sociales ofrecidas por el gobierno.

La dirigencia política, desarticulada, permanece inmóvil de cara a los atropellos cotidianos del gobierno que todos los días sale a capear a la población con una batería de medidas que dispersan a la oposición, encerrada en sí misma en la lucha por conservar su poder, enquistados en una verdadera «guerra de posiciones» (A. Gramsci) que deja a la intemperie sus miserias humanas con el agravante de abandonar a los ciudadanos a su más absoluta indefensión.

Los medios masivos de comunicación hegemónicos son parte del shock. Su misión es fortalecer la idea de crisis estructural para golpear lo más duramente posible a la ciudadanía, la cual consume, sin digerir, cualquier bocado ofrecido porque ya ha perdido su capacidad de reacción. Gran parte de la anulación del «buen sentido» es responsabilidad de los medios de des-información. Cualquier dato o noticia en sentido contrario a la propiciada por los medios hegemónicos será interpretada bajo el signo de ‘falsedad ideológica’. La misión está cumplida.

Por último, el aparato judicial, viene a completar la tarea. Una justicia ciega que con frecuencia, levanta su venda a favor de los poderes fácticos, invalida cualquier posibilidad de dar con la ‘balanza del equilibrio’ que la distingue. La división de poderes, se propone indivisa frente al poderío desatado por el capitalismo que siempre ha sido salvaje.

Un rápido y progresivo proceso de concientización se impone.

La tarea de trabajar la subjetividad social constituye un imperativo categórico ineludible ante el avance implacable del shock.

Esa deberá ser nuestra tarea.

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