El Negro se llamaba Roberto Antonio Rocamora, tenía 19 años y era mi amigo desde que nos conocimos en el Colegio Nacional. Y éramos amigos en serio, aunque a veces al Negro daban ganas de cagarlo a trompadas, porque no te dejaba pasar una.
Según informaciones provenientes de trabajadores del ferrocarril, la medida no fue consultada con las bases, no se realizaron asambleas para determinarla, fue de golpe y porrazo.
El desencadenante fue, según el gremio de los ferroviarios, la falta de pago del medio aguinaldo, pero el Ministro Florencio Randazzo aseguró que se trató de “un paro en oposición a la colocación de cámaras en el interior de la cabina del conductor”.
Sin entrar en análisis que rocen la ética periodística, o discurran sobre la violación del marco jurídico que protege la intimidad de las personas, o los derechos que asisten a los menores de edad, el tratamiento que ha tenido el caso de Ángeles Rawson en los medios de comunicación social ha sido sencillamente patético.
Hace varias semanas que el anciano líder sudafricano está internado. Su familia dice que se está despidiendo de la vida. Los ejemplos como el de Mandela no se borran así nomás de la faz de la historia.