La teoría del Test, o de las distintas variables del racismo

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Diariamente escuchamos en el discurso de la calle, sobre el problema de la marginalidad, la violencia social y la delincuencia, que “a los delincuentes hay que matarlos ni bien nacen porque son irrecuperables”, o bien que “hay que esterilizar a las mujeres que se llenan de hijos en condiciones de precariedad, porque después esos hijos se hacen delincuentes”.

Walter Barbozadescarga

La teoría del test, en los estudios sobre el diseño y planeamiento del currículum escolar, forma una parte importante de las investigaciones que se han desarrollado a lo largo del siglo XX sobre el tema “evaluación”. Y como toda elaboración teórica del campo educativo, la misma no contiene una mirada ingenua sobre cómo “evaluar” una institución, una cátedra, un curso o a un alumno, sino que se sostiene a partir de fundamentos políticos, o bien se constituyen en el fundamento teórico para el desarrollo de una verdadera teoría política sobre algunos de los problemas sociales de nuestro tiempo.

En efecto para los sociólogos norteamericanos, Samuel Bowles y Herbert Gintis, en su trabajo La instrucción escolar en la América Capitalista,  la teoría del test permitió “establecer sutiles vinculaciones entre delincuentes, pobres y poco inteligentes”. En ese marco, y bajo una fuerte concepción educativa de corte racial, según el especialista en psicología del aprendizaje, León Kamin, la teoría del test  permitió que “se privara del instinto sexual a un conjunto de personas”. De hecho uno de sus creadores, el también psicólogo de la educación,  Lewis Terman, lo justificaba en la década del ´40 del siguiente modo: “Si queremos preservar nuestro estado, para una clase de personas dignas de poseerlo, hemos de evitar, en la medida de lo posible, la propagación de degenerados mentales. Así, bajo principios altruistas se aprobaron una serie de leyes que obligaban a la esterilización de niños, de tal forma que, el Dr. Flodd en un trabajo informaba sobre la castración de 26 niños… 24 fueron operados debido a su persistencia, epilepsia y masturbación con debilidad mental”.

Por sus críticas León Kamin debió exiliarse en Canadá, en pleno macarthismo norteamericano. Al resto le fue mejor con sus posiciones implacables y la creación de una nueva herramienta de análisis para el desarrollo de una política social, que tendría un fuerte impacto en América Latina en los años ochenta y noventa.

En ese marco, el gran triunfo de la teoría del test  es el haber consolidado aquella idea que se arraigó fuertemente en la Argentina en los últimos años: “solo pueden estudiar aquellos personas con condiciones de inteligencia y medios económico para hacerlo”.

La teoría del test es básicamente un dispositivo para medir y cuantificar la inteligencia de una persona, y por ende sus posibilidades de aprendizaje. La misma ha recibido la crítica de un amplio espectro de pedagogos y expertos en educación, los que la han considerado una herramienta insuficiente para abordar cuestiones relacionadas con la complejidad del proceso de enseñanza-aprendizaje y las consideraciones que debería tener toda instancia de evaluación en el campo educativo.

Por otra parte si la función política de la teoría del test, fue la de “establecer sutiles vinculaciones entre delincuentes, pobres y poco inteligentes”, mucho de ella hoy pervive en nuestra sociedad. Diariamente escuchamos en el discurso de la calle, sobre el problema de la marginalidad, la violencia social y la delincuencia, que “a los delincuentes hay que matarlos ni bien nacen porque son irrecuperables”, o bien que “hay que esterilizar a las mujeres que se llenan de hijos en condiciones de precariedad, porque después esos hijos se hacen delincuentes”.

En esa línea el pobre y marginal debe sus condiciones de vida a su escasa inteligencia, cuando no a una “cultura de la pobreza” que es trasmitida de generación en generación, como teorizaría el antropólogo norteamericano Oscar Lewis en la década del sesenta.

La sociedad debe estar atenta a la persistencia de cierto discurso racial, anti-popular y reaccionario y bregar para la superación de ese tipo de enunciados. El miedo, el temor, no son buenos consejeros para el abordaje de la complejidad de los problemas sociales que aquejan al mundo. Las soluciones fáciles, muchas veces, conducen a medidas que pueden resultar mucho más peligrosas para la vida democrática. Los sujetos sociales, que viven en ella, son el resultado de lo que la propia sociedad produce y es ella -en la que estamos todos incluidos- la que debe hacerse cargo.

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