Osvaldo Drozd
Cuando dos ejércitos se enfrentan lo que logra el más poderoso es fragmentar la fuerza de su opositor y construir la victoria. El célebre teórico de la estrategia Carl Philipp Gottlieb von Clausewitz decía que “la guerra es la continuación de la política por otros medios” cuando su viceversa, también podríamos decir que es correcta, a saber que la política es la continuación de la guerra, del mismo modo. En este sentido se podría definir a la política como la guerra en tiempos de paz, es decir en tiempos donde el conflicto y los enfrentamientos tienen mucho menor intensidad, y donde las fuerzas que se oponen no necesitan tener la cohesión, ni la unidad de mando que necesariamente tiene que tener un ejército, es más pueden intentar ante fracasos, recomponerse permanentemente.
En la Argentina de hoy la fuerza que avanza paulatinamente hacia la construcción de la hegemonía política, sin dudas es el movimiento nacional y popular expresado por el gobierno nacional y que con infinidad de contradicciones intenta representar los intereses más variados del campo popular, desde los trabajadores hasta cierto empresariado nacional, pasando por los distintos estratos medios. Promover ciertos derechos y defender ciertos intereses, obviamente produce choques con otros sectores que comienzan a ver que la torta ya no es toda de ellos. Los que levantan la voz contra la redistribución de la riqueza, y por la injerencia del estado en todo esto, son actores bien conocidos, las cúpulas empresariales representadas en AEA y algún sector de la UIA, las patronales del campo, los medios monopólicos, todos ellos viejos aliados de la dependencia al Consenso de Washington y a las recetas del FMI, que encuentran su representación política en las variadas propuestas de la llamada oposición. Estos son los dos ejércitos en tiempos de paz que hoy se enfrentan en el terreno político, y como decíamos más arriba, cuando uno de ellos se vuelve más poderoso el otro se fragmenta, pero permanentemente intenta recomponerse, montando nuevas operaciones, utilizando nuevos artilugios, pero fundamentalmente no viendo que sus posiciones explícitas resultan anticuadas para este presente, y que por otro lado si las explicitaran mucho más, les resultarían posiciones inconfesables. En los tiempos en los cuales reinaba el descreimiento hacia la política, los que la profesaban podían hacer operaciones a favor de ciertos sectores económicos en total impunidad, ya que muy pocos se enteraban de ello, o en todo caso para la mayoría todo pasaba por la indiferencia.
Tras el conflicto del campo, la oposición creyó que levantaba vuelo y tras las legislativas de 2009, pensaban que ya habían tocado el cielo, pero la realidad fue la muralla contra la cual impactaron, por no saber que tenían los ojos cerrados. Cada vez fue más evidente que lo que ellos defendían no eran los intereses populares, sino el de las corporaciones, y esto para un pueblo que fue dejando la indiferencia en el pasado, esto resultó cada vez más certero. La oposición no deja de fragmentarse e intentar nuevas operatorias, pero lo que no deja es de mostrar frustraciones y acciones fallidas. Macri que no logra el gran acuerdo opositor, Alfonsín que sostiene que su fuerza debe aliarse a los mismos que Pino Solanas pretende como socios pero excluyendo a la UCR, el Peronismo Federal que en unas impresentables internas, desiste en el tercer encuentro de seguir con ellas, sumado al escándalo sobre fraude electoral en la provincia de Chubut, Cobos que se baja de su candidatura, Carrió que está cada vez más lejos, mientras que personajes como De Narváez, o Ernesto Sanz podrían aliarse a cualquiera sin saber en que barco podrían terminar. La idea del rejunte opositor para enfrentar al demonio que habita en el trono no prospera porque sencillamente es una falacia, que no logra convencer ni a los mismos que la propician.
Mientras tanto Cristina se afianza en las encuestas, y todo el movimiento que la acompaña, que no carece de contradicciones pero que no rompe la unidad, a pesar de todas las operaciones de los escribas del Establishment que buscan en sus acalorados ensueños socavarla, mostrando moyanismo contra kirchnerismo, o Sciolis o Urtubeys cortándose solos, intentando mostrar diferencias irreconciliables entre la ministra Garré con Aníbal Fernández por ejemplo, obviando por todo ello que el movimiento nacional y popular, o para ser más precisos, el peronismo con vocación frentista nunca fue una pieza monolítica sino un gran movimiento que puede avanzar con todas sus contradicciones y todos sus sectores, gracias a una acertada conducción política, en un tiempo donde lo que se opone vive en crisis permanente.