Por Walter Barboza
La burguesía sigue siendo motivo de controversia en la política argentina. Algunos historiadores, politólogos y hombres provenientes del campo de las ciencias sociales, siempre han debatido si esta realmente exiistió como clase, sector social, grupo o factor de poder.
En ese marco señalan, por ejemplo, a la figura de José Ber Gelbard como uno de sus referentes en tiempos de la tercera presidencia de Perón, cuando éste ocupó el Ministerio de Economía de la Nación en representación de amplios sectores del empresariado nacional.
No es intención de este artículo poner en cuestión si Gelbard fue un representante de la burguesía nacional, o si su recorrido empresarial le permitió constituirse como tal (Gelbard comenzó siendo un modesto vendedor ambulante en Tucumán y Catamarca para luego convertirse en el fundador de la Confederación General Económica). Aunque la etapa en la que Gelbard fue Ministro de Economía y el contexto argentino del presente tienen semejanzas: crecimiento del mercado interno, sueldos elevados, desarrollo del sector industrial y agropecuario para el abastecimiento del consumo local, control de precios y acuerdos entre gobierno, sindicatos y organizaciones del pequeño y mediano empresariado. El plan de Gelbard fracasó por una multiplicidad de factores, entre ellas las fuertes tensiones entre las distintas facciones del peronismo que disputaban el poder, en un contexto internacional en el que la posibilidad de transformar radicalmente las estructuras sociales era casi un hecho concreto. Pero no es menos cierto que esa política naufragó por la falta de compromiso político, social y económico que históricamente han tenido los grupos dominantes: Gelbard estaba fuertemente contrariado con los sectores agrícola-ganaderos que representaba e incluso algunos de aquellos grupos que conformaban a esa denominada “burguesía nacional”. Por ejemplo, la familia Martínez de Hoz, los que no dudaron un segundo en sumergir al país en un proceso inflacionario, de devaluación de la moneda, de especulación de precios y de desabastecimiento de góndolas.
Por ello, como si fuera una regularidad de la historia, a la presidenta Cristina Fernández le toca el turno de enfrentar a los mismos poderes que socavaron el plan de Gelbard y lidiar con la hipotética “burguesía nacional” a la que no dudó en cuestionar por su falta de “conciencia nacional”.
Algunas definiciones de su último discurso en la Casa Rosada (4/02/2014) : “Nosotros creemos en el desarrollo de la economía a partir del consumo y la inversión”, a diferencia de “los que dicen que si la gente adquiere poder adquisitivo invariablemente eso genera inflación”. Y luego: “Hoy la gran discusión no es populismo sí o populismo no, sino qué rol va a tener el Estado en la sociedad”. Aquí las claves del telón de fondo de la discusión o de los aspectos que esencialmente intentan disputar los sectores que han quedado relegados del proceso político.
En la vereda de enfrente, como si nadie recordara su papel como dirigente sindical en tiempos del “menemismo”, Luis Barrionuevo bravuconea: «Si tienen miedo de irse antes, es porque se van a ir antes”.
Hay claramente un mix entre lo que se dice y lo que se hace. Por un lado grandes titulares que escandalizan a los sectores más desprevenidos y proclives al espanto y las reacciones espontáneas, augurios como los de Barrionuevo que anticipan un cataclismo y la acción concreta sobre el mercado. Si esa burguesía existe, tal y como lo entiende Cristina, evidentemente nunca tuvo un perfil nacional o ni siquiera se planteó la posibilidad se ser un actor social para el desarrollo del país.
Vale la pena rescatar del archivo, una película fundamental para comprender cuál ha sido el recorrido de las clases dominantes y grupos económicos nacionales y transnacionales en los últimos cincuenta años de la historia de la Argentina. Su título es lapidario: “Memoria del saqueo”. Su autor, aunque no acompañe el momento político: Fernando Pino Solanas. Sus ejes: la expoliación de la clase trabajadora, la fuga de capitales, el proceso de desindustrialización nacional, la entrega vil, el latrocinio de los abyectos que nos sumergieron en la más profunda de las ignominias. Es necesario recordar, para no repetir errores.