En un nuevo #8M, el Paro Internacional de Mujeres, y las mujeres paramos, porque sin nosotras el mundo no se mueve. Ni el mundo productivo, en el cual aportamos más del 40% a nivel nacional, ni el reproductivo, en el cual aportamos más del 75%.
No se mueve el mundo, ni las ciudades, ni los barrios, ni las casas.
Por Mariana Segura *
Durante los años pandémicos, en espacios académicos, sociales, económicos, culturales, se estuvo debatiendo cómo será la ciudad del futuro, asumiendo que la experiencia de la pandemia nos dejaría un aprendizaje con el cual pudiéramos transformar positivamente la realidad en todo el mundo.
Así, algunas vertientes tecnológicas apuntan a una ciudad “inteligente” que permita una suerte de telecomando para las actividades desarrolladas en los centros urbanos. Otros hablan de autosuficiencia. La mayoría habla de sustentabilidad. También se piensan eficientes, creativas.
Entonces nos preguntamos ¿Cómo sería la ciudad del futuro desde la perspectiva de género?
Cuando empezó la cuarentena, las ciudades se convirtieron en espacios fantasmales. Enormes estructuras de comercio, de producción, de entretenimiento, con sus colores y carteles luminosos, ajenas a toda vida humana.
La pandemia nos obligó a encerrarnos en nuestros hogares. No es la primera vez que la humanidad tiene pandemias. En todos los casos, los centros urbanos más grandes de su época, fueron los epicentros.
Estas pandemias cambiaron la forma de habitar el mundo, transformaciones que en muchos casos permanecen hasta el día de hoy. La ventilación de todos los ambientes de un hogar, el asoleamiento, el aumento de superficie de las habitaciones y viviendas para evitar hacinamiento, las redes de infraestructura, la amplitud de las calles, la multiplicación de plazas verdes, la forestación, fueron algunas entre otras muchas decisiones que se fueron tomando para evitar o prepararnos mejor para la próxima pandemia.
¿Qué pasó en estas latitudes?
El confinamiento implicó que en los hogares los integrantes de una familia pasaran todo el tiempo juntxs. Hay varios estudios del uso de las casas en pandemia, desde los que ponen foco sobre los hogares de barrios populares y sus múltiples carencias, hasta la vida de las familias de clase media.
En la ciudad formal las familias experimentaron un desacostumbramiento a la convivencia. Las casas y departamentos debieron adaptarse a otros usos. Si los departamentos eran muy pequeños, la vida se tornó caótica y con alto grado de estrés. Una situación común fue la falta de espacio al aire libre de las viviendas ubicadas en ciudades concentradas. En algunos casos ni balcón. Algunas familias optaron por ir a su segunda casa, tipo quinta o en la costa, a pasar la cuarentena. Otras que no tenían segunda casa, fueron presionando para salir a las pocas plazas existentes.
La cuarentena se hizo sentir más en los barrios populares, en los que las construcciones muchas veces son precarias o demasiado pequeñas, con alto grado de hacinamiento y poca ventilación. Debido a tal situación, el encierro en las casas no se hacía posible y debió organizarse una cuarentena comunitaria, no sin atravesar situaciones de tensión.
El hecho de no poder circular, puso en off todo el aparato productivo (casi todo) con las pérdidas económicas que ello significa. La ciudadanía en general no podía ir a trabajar, y sin personas, el aparato productivo se detiene. Las pérdidas económicas, en todo el mundo, fueron, según registran los analistas, billonarias.
Sin embargo, mientras las tareas productivas decayeron estrepitosamente a nivel mundial, las tareas reproductivas aumentaron significativamente, ya que las familias debieron afrontar las tareas de cuidados durante todo el día. Y, aunque hubo una convivencia de todes, que hubiese podido significar un reparto más equitativo de las responsabilidades, en la gran mayoría de los casos, las mismas siguieron siendo responsabilidad de las mujeres, tanto en los hogares como en barrios y comunidades.
La separación de cuajo del trabajo productivo del reproductivo, se decidió en Europa, durante la revolución industrial. También la división sexual del trabajo asignado la responsabilidad del trabajo productivo a los hombres y poniendo a cargo de tareas reproductivas a las mujeres. Y además, se decidió que las productivas generaban riqueza mientras las reproductivas no. Si, así como suena. No generaban riqueza. Asear la casa, criar a niñes, educarles, darles alimento, cuidar su salud física y emocional, incorporarles a la cultura propia del lugar de nacimiento, llevarles y traerles de sus actividades, hacer las compras necesarias para la vida cotidiana, hacer la comida todos los días y muchas más. Se estableció que todas esas, eran tareas menores.
Otra mirada
La economía mundial dijo haber perdido alrededor de cuatro billones de dólares por la disminución del trabajo productivo, debido a la cuarentena. El mundo se detuvo. No produjo riquezas.
Según un informe del 2021 elaborado por el Ministerio de Economía de la Nación, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (TDCNR), aporta a nuestro PBI anual casi un 16%, seguidos por toda la industria nacional y el comercio, con alrededor del 13% cada uno, la actividad empresarial e inmobiliaria con el 10% y la administración pública con el 7%.
Durante la pandemia, el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado (TDCNR), según una simulación que realizó el mismo ministerio, llegó a ser del 21,8%, mientras el comercio bajó al 11% y la industria al 10%.
¿Y si este trabajo fuera reconocido y remunerado? ¿Si se considerara que las tareas de cuidado generan riqueza?
Mirado desde esa óptica, si tuviéramos en consideración las tareas reproductivas como generadoras de riquezas, y al relacionar ambos mundos -el productivo y el reproductivo- dicha pérdida sería mucho menor.
La ciudad del futuro
Las mujeres venimos explicando que las ciudades fueron y siguen siendo diseñadas para la producción hegemónica, llevada adelante por el hombre cis-heterosexual, con vehículo propio, competitivo, individualista, sin personas a cargo. Las ciudades no están pensadas ni para las tareas de cuidado ni para las mujeres y cuerpos disidentes.
Definitivamente las ciudades del futuro tienen que asumir a las tareas de cuidados como generadoras de riqueza, tanto como a las productivas y dentro de sus programas de transformación, renovación, crecimiento, las ciudades deben ser diseñadas para contener tanto lo productivo como lo reproductivo.
Necesitamos hogares, calles, plazas, fábricas, barrios y ciudades, que estén pensadas para todas las actividades, las productivas y las reproductivas. La ciudad del futuro no tiene que ser más inteligente, ni más concentrada (más bien hay que desconcentrar), ni más eficiente.
La ciudad del futuro tiene que ser pensada, diseñada, transformada, escapando a categorías binarias y tramposas. Lo más innovador en las ciudades no va a ser la tecnología, tampoco el diseño, ni la estética.
Las ciudades del futuro más innovadoras serán las que, como primer punto, asuman y operen sobre las desigualdades como deudas pendientes (no puede seguir habiendo hacinamiento y precariedad); las que se organicen en torno a la combinación tareas productivas y de cuidados, y las que promuevan la participación en las decisiones, del conjunto del pueblo, y en especial de las mujeres.
Porque sin las mujeres, el mundo no se mueve, ni las ciudades, ni los barrios ni las casas.
#8M- Paro Internacional de Mujeres.
* Consultora en Planificación Urbana y Territorial. Docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNLP. Actualmente Directora de Mejoramiento de Barrios y PROMEBA de la provincia de Buenos Aires.
07/03/2022