Mauricio tartamudea. Su inoperancia lo delata. Duda. Su discurso es endeble, carente de trazo fino, imposibilitando de ahondar en las profundidades del pensamiento. “Ningunea”, como todos los de su clase, al pobrerío. Sin embargo tiene coherencia pues cree que estrujándoles el bolsillo a los trabajadores, a los tipos que viven de su sueldo, puede financiar el garrote con el que después los va a golpear. Todo coherencia con su linaje, Mauricio avanza sin que se le mueva un pelo.
Su lógica cierra. Su proyecto político también. Dibuja una línea divisoria entre civilización y barbarie. Entre el adentro y el afuera. Entre el porteño y el provinciano. Pide que lo ayuden a financiar el subte que usan los “cabecitas negras” que vienen del conurbano. Los pliegues de su palabra lo desnudan. Su catadura moral es semejante a la de Sarmiento, sólo que el padre de la escuela pública fue un orador brillante, un intelectual criticable por sus posiciones políticas, pero con una formación formidable para su tiempo.
El General Paz vencedor de Facundo Quiroga, el Tigre de los llanos, el bárbaro del interior, el indómito emergente de la descomposición del orden colonial; viene a confirmar 182 años después, el triunfo del centro por sobre el interior. La civilización europea, por sobre el mundo salvaje de las provincias. Hoy el General Paz regresa más proverbial que nunca, pues su nombre se encuentra anclado a la avenida que separa al centro del interior vergonzoso, la ciudad de Buenos Aires del conurbano. Una suerte de cinturón que, para desgracia de Mauricio, ya no contiene al vulgo que se filtra por calles y avenidas que la cortan a lo largo de su recorrido. Acentos raros, niños de color extraño, gente de ropaje desalineado que a diestra y siniestra obtura el paso de los ciudadanos. Antinomias de la política porteña: no es lo mismo “ciudadano” que “pueblo”, no es igual “república” que “democracia popular”.
Dice tener un plan de gobierno para 2015. Que sus equipos técnicos están trabajando en todas las áreas. Que tiene la voluntad de avanzar hacia a la presidencia. A esta altura la amenaza suena a afrenta, o a un chiste malo. ¡Si apenas puede con la ciudad que le toca gobernar!
Siempre llorando, Mauricio responsabiliza de todos su males a Cristina. “No me dejan gobernar”, “el gobierno no me ayuda”, frases hechas que explican su falta de talante como orador.
En eso la información, la agenda construida por algunos medios, lo ayuda: Los presos son liberados del servicio penitenciario por “Vatayón Militante”, una agrupación política de cuño kirchnerista que se dedica a sacar de las cárceles del servicio Penitenciario Federal a las personas privadas de su libertad, con el solo fin de hacer política en las calles de la Ciudad de Buenos Aires y el territorio provincial.
Las “Universidades K”, son el feudo a través del cual el gobierno nacional propicia el control político y económico, en desmedro de la excelencia académica, la desprofesionalización del ejercicio docente y la vida democrática.
El ANSES no puede pagar los haberes de jubilados y pensionados de aquí a un año porque ingresó en un proceso de descapitalización. Inseguridad, caída del consumo, el dólar que se dispara y siguen los titulares que invalidad la gestión del gobierno y propician la crítica simplificada a través de los foros que pueden leerse en esas mismas noticias.
La Cámpora, agrupación maldita que carga con el estigma montonero, quiere lavar el cerebro de las mentes vírgenes de los jóvenes de las escuelas del país. Hablan de Kirchner, del pasado reciente. De lo que no merece ser contado. No vaya a ser cosa que algún trasnochado se le ocurra fundar un mito con una figura tan banal. Claro, como escribía Rodolfo Walsh: “La historia aparece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.
Basta con ver los foros que alientan esas noticias, en las redes sociales, como para tener una idea de lo que esa mirada propone: “No lo puedo creer ahora se dedican a enseñarles a los pibes a ser zurdos de chiquitos pronto Argentina es Cuba, Venezuela y Ecuador. ¡Que vergüenza! Las leyes solo las hace Cristina y te la tenés que comer porque sí. Yo no la voté”.
No dice nada. Es uno de los tantos comentarios que a diario llenan las páginas de la prensa digital. Abreva un espíritu de simplificar la realidad a más no poder. Como si Cuba, Venezuela, Ecuador, hubieran tenido historias paralelas. Un desconocimiento rotundo de sus historias, sus recorridos, sus geografías, sus proyectos políticos, su cultura.
A pesar de ello, y contra viento y marea, el proceso político que ha inaugurado un cambio de época en gran parte de América Latina todavía continúa. Sus resultados están a la vista.
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