Ana Lacunza
En el coqueto barrio de Miraflores de la ciudad de Lima, Perú, anteanoche se veían caras largas. Las elecciones del domingo dejaron fuera de combate al candidato a la presidencia de las elites peruanas, el neoliberal Pedro Pablo Kuczynski; quien perdió frente al líder del partido nacionalista peruano «Gana Perú», Ollanta Humala, y también frente a la candidata Keiko Fujimori, hija del ex Presidente Alberto Fujimori. Para el candidato neoliberal la derrota fue doble, no solo porque no alcanzó el primer puesto sino porque tampoco logró posicionarse en el segundo, y su electorado ha quedado, según el escritor Vargas Llosa en la encrucijada de decidir «entre el cáncer terminal y el Sida».
Así como los argentinos sentimos que la Ciudad de Buenos Aires no es la Argentina, podríamos extrapolar que Lima no es Perú. Es evidente que las minorías elitistas fueron las grandes perdedoras de las elecciones del Perú, porque si bien los dos candidatos que tendrán que someterse a la segunda vuelta son antagónicos en sus propuestas políticas, no se puede negar que ambos tienen bases populares, hecho que quedó demostrado por el resultado en la ciudad de Lima donde se concentra la mayor riqueza y donde se impuso el ex ministro de economía de Alejandro Toledo, Pedro Pablo Kuczynski.
Este escenario de ballotage deja a los dos candidatos en la probable necesidad de tener que tejer alianzas y lavar un poco sus posicionamientos, para poder sumar un electorado que se siente incómodo con ambas propuestas. Es casi seguro que ambos tratarán de posicionarse hacia al centro para sumar voluntades. Humala ya vivió en carne propia en el año 2006 el embate de la derecha que agitó con virulencia «el fantasma de Chávez» como una forma de desacreditarlo. De todos modos, desde el año 2006 han sucedido muchas cosas y ya no es tan fácil para los grupos concentrados reproducir la cantidad de mentiras que les sopla el gobierno de los Estados Unidos. Tanto Chávez como Evo Morales han sido refrendados por las urnas, y la situación geopolítica de América Latina se encuentra consolidada por la UNASUR, y está la posibilidad cierta del Perú de asociarse en el ALBA, en el caso de ganar Humala. También es cierto, y por tanto no puede soslayarse, que los Estados Unidos pueden ver peligrar su influencia en la costa del pacífico, donde mayoritariamente los gobiernos se han inclinado a firmar tratados de Libre Comercio con el país del Norte, y que por tanto tenga una injerencia mayor en estos dos difíciles meses de campaña.
La candidata Keiko Fujimori representa al modelo neoliberal pero al estilo de su propio padre, preso por corrupción y delitos de lesa humanidad, y la derecha pondrá en dudas su mentado republicanismo si decide apoyar a esta candidata, quedando en evidencia que sus únicos intereses serían la política económica y la conservación de sus privilegios. En ese sentido se puede decir que no los uniría el amor sino el espanto.
El desafío para Ollanta Humala será el de contrarrestar los ataques de la derecha, y el del pueblo peruano el de no dejarse llevar por la prensa hegemónica que tratará de repetir la estrategia del año 2006. Todos los observadores coinciden en que Humala se presenta más moderado, pero sin embargo en su discurso de triunfo del domingo a la noche, no cedió ninguna de las banderas que viene enarbolando, habló de justicia social, reparto de la riqueza y de que realizará una gran transformación, De alguna manera su propuesta logrará reflotar el proyecto velasquista, que quedó inconcluso en décadas anteriores. El compromiso es con el pueblo peruano y con los más humildes… como cantaban anteanoche sus seguidores: «¡Se siente, se siente, Ollanta Presidente!»