Siempre soñamos que hablar nuestra lengua materna no fuera vergonzante, ni excluyente ni discriminatorio, como lo sufrieron muchos hijos de bolivianos o quechuas o aymaras que vinieron a este país en busca de mejores condiciones de vida o aquellos kollas y andinos que vivieron siempre en estos territorios y que de igual manera sufrieron la discriminación. Los padres andinos no enseñaban a sus hijos a hablar quechua por vergüenza, por miedo, por protección a la discriminación que inevitablemente se vivía. Muchos años después tras tener un presidente indígena en Latinoamérica y un cambio de conciencia paulatino de los orígenes americanos, ese sueño se fue haciendo realidad, que las diferencias no fueran excluyentes y que se transformaran en un derecho a la identidad, a tu lengua, hoy es posible.