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Sus detractores por estas horas abundan en tiempos televisivos, minutos radiales o centímetros gráficos. Hacer leña del árbol caído, es lo más fácil. Rematar al oponente político en el momento de debilidad, si es que la tuviera, lo más sádico. Y sí…, ahora que Guillermo Moreno renunció no faltan quienes quieren sacar boleto para pasarle facturas. Sobre todo aquellos sectores vinculados a los grupos económicos, sectores financieros o segmentos empresariales que vieron en la figura del Secretario de Comercio al enemigo público número uno.

moreno

Secretario de Comercio Guillermo Moreno.

Sus detractores por estas horas abundan en tiempos televisivos,  minutos radiales o centímetros gráficos. Hacer leña del árbol caído, es lo más fácil. Rematar al oponente político en el momento de debilidad, si es que la tuviera, lo más sádico. Y sí…, ahora que Guillermo Moreno renunció no faltan quienes quieren sacar boleto para pasarle facturas. Sobre todo aquellos sectores vinculados a los grupos económicos, sectores financieros o segmentos empresariales que vieron en la figura del Secretario de Comercio al enemigo público número uno.

Aunque todavía no se sabe con certeza si las críticas que arrecian sobre el funcionario, están relacionadas con su carácter intempestivo o con el fracaso de alguna de sus políticas de estado. A este cronista, le suenan más los discursos de antipatía que el déficit en los controles económicos. Resulta llamativo que sean los sectores de mayor fiereza, los que cuestionan su supuesta actitud antidemocrática en el manejo de las cuestiones comerciales. Sobre todo si se tiene en cuenta que se trata de aquellas facciones de la vida política y social, que no dudaron en utilizar todo tipo de instrumentos políticos para domesticar a la población: las dictaduras militares fueron la cara más perversa, el disciplinamiento económico el arma más sofisticada.

Moreno, a decir de la experiencia histórica, era apenas un niño cándido frente al poder de las corporaciones económicas. La “revancha clasista” que se inicia con fuerza con el golpe de estado del año 1976, correctamente caracterizada por el economista Eduardo Basualdo, es eficazmente confirmada por la minuciosa investigación de Vicente Muleiro en su libro “El golpe civil”.  Es el poder más atroz, el más descarnado, el más voraz, con el que hay que confrontar. Y eso Moreno lo sabía, como lo sabían quienes se victimizaban frente a él, como parte de un estrategia que intentaba ocultar la más pérfida de las iniquidades.

Empresarios de todo pelaje, operadores del establishment económico, acostumbrados a la benevolencia de los gobiernos débiles, estigmatizaron la figura del secretario. Se podrá decir cualquier cosa de Moreno: que es antipático, prepotente, políticamente incorrecto o que sus medidas no alcanzaron los objetivos trazados.  Pero lo que no se podrá discutir es que los guantes de box y el casco, son la metáfora perfecta de la calaña con la que el Secretario de Comercio tuvo que lidiar.

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