Preocupan los niveles en niños, niñas y adolescentes de la periferia platense con presión arterial elevada

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El equipo de investigación durante una jornada de mediciones antropométricas en una escuela.

Dos trabajos con investigadores del CONICET La Plata dan cuenta del estado nutricional de escolares en las zonas de City Bell, Romero, Abasto, Olmos, Etcheverry y Los Hornos.


Más de la mitad de los 3 mil chicos y chicas analizados tiene sobrepeso u obesidad, y un 20,5 por ciento presenta, además, presión arterial elevada (PAE), una condición preocupante que puede desencadenar graves problemas de salud a corto y largo plazo. Los números son parte de los resultados reportados por dos trabajos de científicos del CONICET La Plata publicados en 2020 y 2021 en Salud Uninorte y en la Revista Argentina de Antropología Biológica, respectivamente. Las zonas relevadas abarcan el denominado periurbano productivo platense, desde El Peligro, Villa Elisa y City Bell hasta Los Hornos en el límite con Arana, pasando por Abasto, Melchor Romero, Lisandro Olmos y Ángel Etcheverry.

Fabián Quintero evalúa el peso de una niña.

“Si bien tenemos trabajos hechos en el casco urbano de La Plata y también en localidades vecinas como Brandsen, Punta Indio y Magdalena, e incluso en otras provincias, en los últimos estudios nos enfocamos en el periurbano productivo porque presenta una situación compleja, con una población muy heterogénea y con distintos grados de ruralidad y urbanización que nos resulta interesante desde el punto de vista antropológico”, cuenta Florencia Cesani, investigadora del CONICET y directora del Laboratorio de Investigaciones en Ontogenia y Adaptación de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (LINOA, FCNyM, UNLP).

Además de un 45 por ciento de chicos y chicas con sobrepeso, otro de los datos publicados indica que los valores preocupantes de PAE se concentran especialmente en varones mayores de 8 años con obesidad, y también en aquellos de familias con nivel socioeconómico más favorable. Junto a múltiples mediciones antropométricas como el peso, la talla y los pliegues cutáneos, los estudios también incluyeron una amplia encuesta a los padres y madres de los menores. “Desde nuestra perspectiva, lo interesante es observar y evaluar el crecimiento y estado nutricional en relación al contexto socioambiental de residencia, es decir las condiciones de la vivienda, el nivel educativo y la ocupación de los mayores, y el acceso a servicios públicos y de salud, entre otros”, describe Cesani.

Mapa del partido de La Plata donde puede verse la región en la que trabaja el equipo señalado con color.

Entre los antecedentes, las investigaciones describen a la malnutrición por exceso –sobrepeso u obesidad– como una situación que viene aumentando considerablemente en nuestra región en los últimos 15 años, y que convive con la desnutrición crónica, que es baja talla para la edad, otro de los grandes problemas sociales en materia de alimentación. “En este escenario, nos pareció interesante sumar la presión arterial como otro indicador biológico que, si bien en niveles altos es más habitual en la población adulta, se sabe que aparece cada vez a edades más tempranas y que cuando deriva en hipertensión puede llevar a afecciones cardiovasculares y enfermedades metabólicas severas”, señala Fabián Quintero, investigador de la UNLP en el LINOA y también autor de los trabajos.  

Los barrios involucrados en el estudio conforman el cordón noroeste que rodea a la ciudad, una zona productiva que en las últimas dos o tres décadas ha crecido rápidamente. “De acuerdo tanto a los indicadores de malnutrición y PAE que analizamos como a los niveles de urbanización, pudimos diferenciar dos regiones: una al norte, comprendida por Villa Elisa, City Bell, El Peligro, Romero y Abasto, donde conviven quinteros y floricultores, muchos de procedencia boliviana y japonesa, con barrios cerrados y casas quintas de la clase media alta que se fue a vivir a las afueras buscando tranquilidad; y otra al sur, formada por Olmos, Etcheverry y Los Hornos, con poblaciones mucho más empobrecidas a pesar de tener más servicios públicos que la primera, como recolección de basura, agua de red, pavimento y cloacas. En este último caso, es llamativa la desorganización que ha tenido el crecimiento urbano y demográfico, con gran cantidad de casillas precarias de madera y nylon, sin baño, y donde hasta la infraestructura de los invernáculos es notablemente inferior”, añaden los expertos.

Si bien los autores aseguran que los niveles de obesidad y de PAE son alarmantes en ambas regiones, observan que las diferencias en la calidad de vida se corresponden con los indicadores antropométricos encontrados. En concreto, los niveles son superiores en la zona sur con relación a la norte, y no solo eso, sino que también en esos lugares desfavorecidos la incidencia entre ambas condiciones es mayor, lo cual significa que tener sobrepeso u obesidad allí implica más riesgo de tener PAE.  Pero, ¿acaso no existe una relación directa entre la alimentación y el contexto de huerta y producción de alimentos saludables en las que estas poblaciones viven? Para los autores, esta situación ilustra una verdadera paradoja nutricional.

“Hoy se vive en un entorno denominado obesogénico, es decir que favorece el exceso de peso de múltiples maneras”, argumenta Cesani, y continúa: “Lo que sucede es que, aunque son poblaciones que viven en áreas periféricas de la ciudad, tienen hábitos alimentarios y estilos de vida urbanos. La alimentación natural ha sido reemplazada por otra rica en grasas, hidratos de carbono refinados y bebidas artificiales azucaradas. Sumado a esto, el sedentarismo también aumenta; los niños y niñas pasan horas frente a las pantallas, algo favorecido además por la inseguridad, que ya no permite jugar en la calle como se hacía antes, y por la misma pandemia, que promovió el encierro”.

Por otro lado, los autores plantean que la misma situación económica lleva a ingerir productos más rendidores y llenadores, como fideos, guisos o las llamadas “comidas de olla”, que a la vez son ricas en hidratos de carbono. Y también hay que tener en cuenta que la producción local se limita a hortalizas de hoja y algunas otras como tomates, berenjenas o pimientos. Pero no se cultivan frutales, por ejemplo, con lo cual son chicos y chicas que raramente acceden a comer frutas. Otro punto importante es la disponibilidad de espacios verdes para hacer actividad física, y justamente son las zonas ubicadas al norte las que más los tienen. “Como investigadores, tenemos una mirada global sobre el tema: muchas veces se dice que una persona es gordita por su responsabilidad individual, pero la realidad es que hay muchos factores en juego y es necesario ver qué es lo que está pasando en el entorno en que se vive”, agrega Cesani.

A excepción del período de pandemia, el equipo de investigación interdisciplinario del LINOA se acerca periódicamente todos los años a realizar mediciones antropométricas a distintas escuelas estatales, comedores y centros barriales para efectuar monitoreos y mantener actualizados los datos sobre el estado nutricional y el crecimiento de niños, niñas y adolescentes de la región. Junto con las encuestas a los padres, los valores recopilados se vuelcan a informes que a su vez elevan a distintas áreas de gobierno provinciales o municipales, justamente para que sirvan como insumo en la formulación de políticas públicas o en la toma de medidas concretas para adecuar los servicios de comedor en los colegios y hacer un seguimiento de aquellas familias que necesitan asistencia.


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