Por Walter Barboza
El corresponsal del diario “La Repubblica” de Italia (Roma), Omero Ciai, titula “Argentina el último tango”. El artículo catástrofe del giornalista, independientemente del medio que lo reproduce en la argentina, suena a afrenta o por lo menos a un intento de trazar el camino que el periódico “La Repubblica” desearía para una argentina que lejos está de parecerse a la compleja situación europea (desempleo, recesión, recortes en la ayuda social).
Ciai asegura que “la crisis argentina espanta al mundo” y que la devaluación, más la inflación de este mes que asegura fue del 4%, las paritarias por salario que rondarían el 30% y el déficit fiscal, están allanando la ruta al “crac y al sálvese quien pueda”.
Y todo eso, planteado en un escenario en el que Ciai asegura sobre Cristina Fernández varias cuestiones: “debilidad y confusión del gobierno”, una presidenta “nerviosa y distraída”, y una supuesta “tempestad que está llegando”.
Como si fuera uno de los jinetes del apocalipsis, el cronista cuyo apellido se traduce del italiano al castellano como aceros (Ciai), se asemeja en suma al funcionamiento que tuvieron las primeras agencias de noticias apenas se radicaron en el continente americano. Reuter, AP, entre otras funcionaron al calor de los intereses del país de origen de esas agencias de noticias. Claro ello fue posible, porque hubo quienes al interior de cada estado latinoamericano generaron las condiciones para que las realidades de entonces fueran construidas de ese modo. Imperialismo, dominación cultural y desinformación marcaron la agenda de fines del siglo XIX y gran parte del XX.
Otro tanto ocurrió con otros medios norteamericanos como The New York Times, que en la semana que pasó también abonaron la teoría del fin del Kirchnerismo y criticaron duramente en el encuentro de la CELAC en Cuba.
En ese marco, no es de extrañar que al interior de la argentina la oligarquía diversificada intente mellar el proceso político con la construcción de una realidad acorde a la que los grupos económicos pregoneros del ajuste y la precarización de los trabajadores esperan.
Si hay una crisis política y económica, ello es producto de la imaginación de quienes sueñan con un final apocalíptico y una salida anticipada del gobierno nacional, porque a esta altura nadie duda de que las alteraciones de los indicadores económicos son el resultado de la manipulación de los empresarios con poder de fuego. En síntesis las crisis económicas no gozan del privilegio de ser parte de la naturaleza, sino el emergente liso y llano de la puja entre factores poder.
Hace rato ya que este país debería haber aprendido las lecciones de la historia. Nada bueno deparan en el futuro la devaluación estrepitosa de la moneda, el ajuste fiscal, el endeudamiento externo, el despido masivo de trabajadores, la desindustrialización nacional, la especulación financiera o la quita en los recursos que son asignados para ayuda social. Son cantos de sirena que no harían más que encallar el rumbo de la nave nodriza.
A pesar de los matices, las próximas semanas serán claves para saber qué papel jugaran las organizaciones sindicales en este escenario. La puja salarial, tendiente a impedir un retroceso en el proceso de distribución progresiva del ingreso iniciado a partir de 2003, será determinante para ver de qué manera se balancea el intento por avanzar sobre las conquistas recuperadas por el conjunto de los trabajadores. Es que en la Argentina de hoy, ya nadie quiere el Novecento de Bernardo Bertolucci.