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Walter Barboza

Forzado, el contexto político y social en nada se parece al escenario de 2001. Los datos resultan esclarecedores: en aquel escenario las dos terceras partes de la población era pobre o se encontraba por debajo de esa línea, el aparato productivo se encontraba desmantelado, los índices de desocupación habían batido su record histórico. Una situación de explosión social que inevitablemente iba a desembocar en el estallido social del 19 y 20 de diciembre.

Que la pobreza estructural, como en todos los pueblos de América Latina, existe es real. Tan real como el esfuerzo del Estado nacional por generar mecanismos de inclusión social como la asignación universal, el incremento salarial de jubilados y pensionados, las paritarias salariales y todos aquellos dispositivos orientados a contener los resultados nefastos del proyecto liberal-conservador de los años ’90.

Es cierto, esos mecanismos no serían suficientes si el Etado nacional no hubiera avanzado en nuevos derechos civiles como el matrimonio igualitario, o el envío del proyecto de ley para reformar el código civil y comercial que, a ojos vistas, apuesta a una importante renovación del derecho de familia.

En suma, la política como instrumento de transformación social continúa adelante, sin que ello signifique no reconocer que todavía queda mucho camino por recorrer para avanzar hacia una sociedad más justa y equitativa. Cuestión que el estado nacional reconoce con muchísima más certeza que las huestes de la oposición,o los operadores comunicacionales que verían con agrado una reedición del clima de violencia política y social.

Ahora bien, que hubo organización y no mera espontaneidad de la gente está claro. Con sólo ver el tipo de artefactos -televisores digitales- que saqueaban de los comercios, o escuchar el testimonio de un carnicero de San Fernando que vio como se llevan solo carne y bebidas, pero no leche, fideos o galletitas, o leer como los testigos narraban que los saqueadores llegan en grupos y arriba de colectivos particulares, basta para entender que parte de esas movilizaciones en la zona norte de Buenos Aires y en Bariloche o Rosario tuvieron una dosis significativa de organización.

Sin embargo ello no debería obturar el problema. Por el contrario, reconocer que en la medida en que no se avance profundamente hacia una sociedad más democrática, con mayor integración, con una distribución más justa y equitativa del ingreso, todavía persistirá en la sociedad una porción de la población que será caldo de cultivo para maniobras de este tipo.

Agitadores, oportunistas, manipuladores que intentan sacar ventaja de alguna situación hay hasta en los equipos de fútbol cinco. Bandas armadas que se dedican a delinquir en connivencia con otros sectores de la sociedad, también. Si hay crimen organizado para la trata de personas, el narcotráfico, el juego clandestino, el robo del parque automotor, también hay lúmpenes de todo pelaje dispuestos a agitar a los sectores más vulnerables para sacar un rédito económico, o bien a hacer directa -o indirectamente- un favor político a alguien.

La teoría de Moyano, sobre la responsabilidad del gobierno en el armado de un clima de agitación social,  para victimizarse ante la magnitud de la movilización que el sector de la CGT que conduce y la CTA de Pablo Michelli hicieron este 19 de diciembre, se cae con sólo leer las líneas escritas por los cronistas de los diarios de alcance nacional.

Carlos Galván, periodista del diario Clarín, en respuesta al número de gente que asistió al acto en la Plaza de Mayo, escribió en su edición del 20 de diciembre lo siguiente: “La protesta fue organizada por la CGT de Moyano, la CTA de Micheli y la CGT Azul y Blanca de Luis Barionuevo para reclamar por Ganancias, las asignaciones familiares y un urgente aumento en los haberes de los jubilados.

Barrionuevo movió a sus gremios, pero no se mostró en la Plaza. Pablo Micheli dijo que la estimación fue que hubo 70.000 personas.

Pareció que hubo bastante menos. Por la Plaza se podía circular con comodidad. Llamó la atención que las columnas de los gremios más grandes llegaron sobre el comienzo del acto”.

Según parece, algunos lazos empiezan a cortarse.

 

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