¿Por qué matar un pibe? Facundo e Ismael: la niñez como un gasto innecesario

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«Hasta los 13 años aproximadamente la caja toráxica crece de manera lineal. A partir de ese momento con la llegada de la pubertad la curva asciende para dar lugar al crecimiento pulmonar. En ese lugar se albergarán los primeros suspiros amorosos, las exhalaciones por un 6 en matemáticas, las falta de aire después de un picadito en la plaza, las toses ingenuas de un pucho a escondidas, las risas asmáticas de una tarde con amigxs. En una caja toráxica de un nene de 13 años hay más que dos pulmones, hay sueños, miedos, ganas, pero jamás, nunca jamás puede haber una bala.»

(Robado de algún muro)

Por Vanesa Herrero*

Según el último informe de Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina  en nuestro país hay ocho millones de niñxs pobres. Entre el 2016 y el 2017 la pobreza infantil pasó del 60,4% al 62,5%, dando cuenta de la escalada de vulneraciones que atraviesan nuestros pibes. En los últimos dos años han aumentado considerablemente el trabajo y la explotación infantil, así como la cantidad de niñas y niños en situación de calle. Sumado a esto en lo que va del año se perdieron un número considerable de días de clases en las escuelas públicas, no solo por los paros sino también por las condiciones edilicias en las que son obligados a estudiar muchos de nuestros pibes. El frio, el olor a humedad, la suciedad, las paredes cayéndose y las panzas crujiendo de hambre en los salones parecen ser lo que merecen nuestros chicxs.

Pero algo más ha pasado que hace tiempo no pasaba de manera tan encrudecida y tan  pública. Dos pibes fueron asesinados a balazos, uno por la espalda el otro por el frente  en situaciones confusas y como consecuencia de supuestos actos delictivos. No son ni- lamentablemente -serán los  únicos, los primeros o los últimos. Sin embargo sus muertes y la impunidad de su tratamiento por los medios y el gobierno  le dan un plus de indignación en un contexto donde la vida de un pibe vale menos que el peso argentino.

No es mentira si digo que mientras escribo estas palabras tengo ganas de llorar. No puedo olvidarme de ellos. Los tengo presentes. Facundo e Ismael. Ismael y Facundo. Once y trece años. Niños, pobres, morochos, humildes, pequeños, muy pequeños. Muertos, enterrados, desaparecidos.

A Facundo Ferreira lo mató la policía. Su abuela aún lo llora, su maestra y sus compañeros aún lo extrañan. Facundo fue asesinado de un tiro en la nuca por la policía tucumana cuando era perseguido tras levantar sospecha por la forma en que circulaba en una motocicleta. Sin embargo, la ministra Bullrich  para justificar su muerte sentenció: Pólvora en la mano es sinónimo de que tenía un arma o por lo menos es semi plena prueba de ello. Luego de que circularan los discursos más aberrantes  y criminalizadores de la niñez pobre, las pericias demostraron que no hubo enfrentamiento alguno.

Un tiro en la nuca por la espalda para un nene de once años es demasiado inentendible. No tiene razón de ser, no tiene fundamento jurídico.  Aunque puede tener respuestas coherentes si analizamos que lo mataron las fuerzas represivas de un gobierno que mira la niñez como un desperdicio y la niñez pobre como una inversión innecesaria. Esta señora si se podría llamarla así debería de haber renunciado o ser denunciada por tamañas declaraciones contra la vida y la infancia. Pero sigue allí en su banca, alentando una doctrina de la seguridad -muerte, avalada por la ignorancia y la crueldad de muchos.

A Ismael Ramírez no se sabe aún bien que lo mató. Tenía trece años y pertenecía a la comunidad toba-qom. De sangre originaria, siendo dueño de estas tierras tuvo que salir con su comunidad a reclamar un poco de comida. Recibió un tiro a quema ropas en el pecho en medio de un enfrentamiento entre saqueadores y la gendarmería. Saqueadores a los que se les había retenido la tarjeta que se les cargaba para comprar lo indispensable para subsistir: la comida. Probablemente lo mató la gendarmería pero nada es certero. Un funcionario del partido Cambiemos de la provincia refirió en relación: «Desde ya es lamentable cualquier muerte en cualquier contexto. Pero una persona abatida mientras trata de robarle a otro sea de forma individual o en banda, en la calle en un atraco o en un saqueo, es alcanzada por la cobertura de la legítima defensa. El Derecho banca al defensor». Ismael era un niño desarmado. No hay defensa que justifique su muerte.

Déjeme decirle que los pibes no mueren en enfrentamientos. Porque a los 11, a los 13 años no se es capaz de enfrentar la muerte de esa manera.  Y si un niño está en la calle robando, si tiene un arma en su mano es un pibe que creció demasiado rápido. No es un guerrillero ni un golpista. Claro que tampoco este era el caso.

¿Cómo puede un niño morir así como si estuviera en un campo de batalla o en una guerra? ¿Qué valor tiene matar a un ser de tan pocos años? ¿Qué valor tiene matar un pibe? ¿Por qué hacerlo? Y por qué quedarnos sintiendo un dolor enorme en el pecho en lugar de reaccionar?

No lo sé. Solo sé que hoy hay dos pibes menos en las estadísticas de la pobreza. Y no porque haya disminuido la brecha de desigualdad o porque su familia prosperó. Hay dos pibes menos, muertos a balazos. Hay dos pibes muertos.

Y aquí caemos en los riesgos de pensamientos simplistas y reduccionistas que nos llevan a creer que toda la sociedad es culpable o que nadie lo es. Que es simplemente una tragedia. No son tragedias, las tragedias no existen. Esto no se trata de una serie de eventos desafortunados en las que el destino inevitable se cumple. No es esta una narración griega donde los designios de los dioses nos persiguen. Esto es la marca intencional de un Estado indiferente, represivo y criminalizador. 

¿Qué se gana o quién gana con la muerte de un pibe? Matar un pibe no es ganancia para nadie excepto para aquellos que no quieren gastar su tiempo, sus recursos, sus horas de pensamiento en reflexionar, en crear alternativas para cambiar la cruenta vida que a muchos de ellos les tocó.  A ellos si les tocó porque un niño no elige donde nacer o como crecer. Un niño va creciendo y va construyendo su autonomía lentamente en contextos favorables y/o desfavorables, con el necesario acompañamiento de quienes deberían protegerlo.

Un pibe menos, un pibe pobre menos es para aquellos que no les importa un problema menos. Es una política pública no diseñada, no creada, no trabajada, una inversión menos. Es un poco de tiempo de ocio más para los funcionarios de las bancas públicas. Es una asignación, una tarjeta, un turno en la salita, es una silla menos ocupada en un aula. Para mí y espero que para muchos más,  es una vida por delante que se trunca, es  una posibilidad de soñar que se rompe , es un proyecto de estudiar, de trabajar, de jugar al futbol , de viajar que no será. Es un pibe menos por  crecer. Una posibilidad menos de cambiar este mundo.

En estos días la CORREPI se pronunció en repudio a la muerte de Ismael  y sostuvo que el único delito de Ismael fue tener hambre. Los funcionarios así lo ven porque criminalizan la pobreza, el que tiene hambre debe morir. La policía y las fuerzas de seguridad  con total impunidad abaten con sangre fría el delito de la pobreza. Aunque sinceramente me niego a aceptar que el hambre sea un delito, prefiero entender que es un crimen de Estado y una violación a los derechos humanos.

* Lic. en Trabajo Social. Docente investigadora de la UNLP

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