Los desvaríos de la Inseguridad

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Osvaldo Drozd


Seguí caminando, seguí cantando
seguí saludando a todo aquel que yo veía
Al llegar a la esquina me encontré
Con un móvil de la policía
Los miré y los saludé a los dos
Me miraron como a un gato que pasa caminando
Por la cucha de un bulldog
Resistencia Suburbana

La problemática de la seguridad ciudadana, sin dudas es uno de los temas más sentidos en la esfera pública, dimensionado a sus extremos por los medios, y también por estadísticas falaces, pero si se pensara que el problema no existe y se lo minimizara, se estaría equivocando el diagnóstico y esto a su vez privaría el desarrollo de políticas al respecto que profundicen deudas democráticas en la sociedad argentina.

Cada vez que el tema es abordado, lo primero que se hace evidente es la existencia de mitos, que desvían el eje, para que desde el sentido común se propongan soluciones mágicas y por lo tanto inadecuadas, que lo único que hacen, es que el  problema sólo pueda caminar por un callejón sin salida.

Las fuerzas de seguridad, la policía, son el resultado de una necesidad surgida con el nacimiento de las ciudades modernas, a saber controlar el orden público de la polis, para la buena convivencia entre ciudadanos, respetando el derecho de todos. El problema principal es cuando una fuerza armada, más que para hacer efectivo lo anterior, se escinde de la sociedad, se autonomiza y se rige por pautas solamente corporativas, al margen de las decisiones políticas y del interés común. Nuestra historia demuestra que dicha escisión, no fue siempre así, sino más bien que esto es algo mucho más cercano a los últimos tiempos.

En un país donde la tasa delictiva hasta hace algunas décadas, era de las más bajas del planeta, las fuerzas de seguridad fueron entrenadas principalmente en tareas contrainsurgentes, en la represión de la movilización popular y en la desarticulación de organizaciones políticas, y donde contaban para ello con toda la logística que podía ofrecer el aparato estatal.

Construir la seguridad ciudadana implica por un lado diferenciar el accionar policial en cuanto a la represión del delito, teniendo en cuenta que no hay criminalidad sin organización; y deslindar a la fuerza pública de la represión a la protesta social, en su sentido más conocido. Cuando uno ve imágenes de la Bonaerense actuando el 26 de junio de 2002 en el Puente Pueyrredón, nadie puede dudar de su efectividad, que contrasta notablemente con lo que se puede ver en el video donde un oficial de policía es asesinado por alguien que le roba el arma a otro camarada, en una trifulca donde cuatro agentes no pueden contrarrestar el hecho, como sucedió hace unos días en la ciudad de La Plata. Uno de los mitos es que la policía está atada de manos por los Derechos Humanos, y lo más grave es que no pocos integrantes de la fuerza sean los que enuncien esto, casi como esperando que alguna vez se acabe este gobierno “montonero”.

La seguridad ciudadana hoy necesariamente necesita de ese complemento que es la participación ciudadana, y esto se debe lograr con un entrenamiento policial que sea efectivo en la lucha contra el crimen organizado, principalmente en la prevención y desarticulación de las redes delictivas, y respetando el derecho democrático, como saber que para apremios ilegales no hay lugar.

 

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