Las Tesis de Abril- 96 años después

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Osvaldo Drozd

Vladimir-Lenin-93596456100Con la revolución de febrero de 1917, se cumplía uno de los puntos principales del programa político de la socialdemocracia rusa, la cual lo venía impulsando desde la insurrección de 1905, y que consistía en el derrocamiento de la autocracia, y la caída del zarismo. Febrero encontró a Lenin exiliado en Suiza, y a través de las escasas informaciones que le llegaban, acercadas por emigrados rusos fue construyendo las pautas principales de cómo profundizar el proceso que tuviera como corolario la Revolución de Octubre. La derrota de la monarquía y el surgimiento de un gobierno provisional, sin dudas era un paso fundamental, pero a partir de una muy afinada visión estratégica, Lenin pudo avizorar que ésta no podía ser la cima, sino la condición previa para que los trabajadores y el pueblo ruso pudieran llevar adelante un verdadero cambio revolucionario.

El 3 de abril por la noche Lenin llegaba a Petrogrado, para participar al día siguiente de la asamblea de un partido ya dividido entre bolcheviques y mencheviques. Allí con suma humildad iría a presentar un informe denominado Las tareas del proletariado en la revolución actual, que resulta más conocido como las Tesis de Abril. Decimos con humildad ya que en la introducción, el autor aclara que lo hacía  como “es natural (…) sólo en nombre propio y con las consiguientes reservas, debidas a mi insuficiente preparación” destacando luego que “Lo único que podía hacer para facilitarme la labor -y facilitársela también a los opositores de buena fe- era preparar unas tesis por escrito. Las leí y entregué el texto al camarada Tsereteli. Las leí muy despacio y por dos veces: primero en la reunión de bolcheviques y después en la de bolcheviques y mencheviques”

Las 10 tesis se convertirían no en lo inmediato, pero sí en un plazo racional, en el programa de acción que llevaría a un Octubre triunfante. Es de destacar que entre las tareas enumeradas, hay algunas que corresponden al conjunto de los trabajadores, y otras que son propias del partido. Lenin diferenciaba muy bien que existen políticas de masas, es decir que se realizan en frentes, y tareas específicas de los cuadros partidarios. Esta diferencia resulta sustancial para entender que una revolución no es el resultado del voluntarismo de una minoría iluminada, sino de la acción que los cuadros puedan desarrollar en organismos de masas ya existentes, en los cuales se asientan las necesidades del cambio social, y en la Rusia de aquellos años esos organismos eran los soviets o consejos de obreros, soldados y campesinos, que venían desarrollándose embrionariamente ya desde 1905, y en los cuales Lenin pudo ver la base concreta de un nuevo poder, y en los cuales el partido debía sentar la posibilidad de la ruptura revolucionaria.

Cuando toda la Internacional socialista, en 1914 sucumbió ante la primera gran guerra, y se plegó a ella proclamando el “defensismo revolucionario”, es decir afirmando que los trabajadores debían engrosar las filas de los ejércitos nacionales para defender a sus respectivos países, fue Lenin quien pudo avizorar que la guerra era una crisis que sentaba otra posibilidad: la de la revolución. La guerra era el enfrentamiento entre clases dominantes, en beneficio de ellas mismas, llevando al campo de batalla a los sectores populares. Apoyar la guerra era favorecer a los enemigos, ya sean nacionales o extranjeros, sin percatarse que las condiciones bélicas, les generaban a éstos una debilidad que debía ser aprovechada por los obreros y demás clases postergadas, para insertar en esa brecha un puntal de liberación. La soledad de Lenin con respecto a su crítica del defensismo revolucionario, fue asombrosa. La primera tesis hace referencia justamente a no conceder ni tolerar la más insignificante concesión al defensismo revolucionario, ya que el gobierno provisional iniciado en febrero seguía esta política.

La intención no es reseñar las tesis, sino subrayar algunos de los puntos que para el que escribe resultan salientes, ya sea por su contenido de ruptura o como respuestas a ciertas vulgarizaciones que se hicieron y se hacen del pensamiento revolucionario marxista. Lo saludable sería leerlas o releerlas.

Si bien los acontecimientos de febrero, no son la panacea, son el primer paso para dar otra vuelta de tuerca, sin el cual ésta última resulta inverosímil. Y si la etapa inicial fue de esa forma es porque las fuerzas proletarias no tenían ni las condiciones de conciencia ni organización para establecer un rumbo diferente. Las fuerzas motrices estaban en los soviets, pero ahí los cuadros bolcheviques eran una minoría reducida. Resultaba así una ecuación a revertir, pero para eso la organización política debía realizar cambios sustanciales para estar a la altura de las circunstancias.

La nueva institucionalidad surgida en febrero convivía con una contradicción a resolver, por un lado el poder de la burguesía expresado en un régimen parlamentario, y por otro un poder de los soviets aún ambiguo, en tanto sus direcciones los instrumentalizaban en función del régimen.

La tarea de los bolcheviques consistía entonces en demostrarles a las masas organizadas en los soviets, que ellas mismas desde esos sitios debían constituirse en un nuevo Estado. No una república democrática que incluya a los soviets sino una república soviética. Para esto los bolcheviques debían ser mayoría, y ayudar a las masas sobre la base de sus propias experiencias a corregir sus errores. Una concepción muy diferente a la de los que sólo bajan línea desde arriba de un caballo, sin reflexionar junto al resto de los trabajadores ni compartir las mismas experiencias.

Octubre fue el pasaje al poder de los soviets, tras varios meses de preparación, y es de destacar que el lanzamiento de la insurrección no lo hizo el partido, sino el soviet de Petrogrado.

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