El debate político se siente cada vez más, como una necesidad insoslayable en una Argentina donde el proceso de repolitización se muestra en una curva ascendente. Pero no se trata solamente de proponerlo, sino que se impone la constitución de los ámbitos propicios para que ello suceda. Si bien hoy las redes sociales suplen y cumplen de alguna forma esta carencia, también ponen en evidencia que el contacto real entre ciudadanos para hablar de política, es ineludible.
Por bastante tiempo, se hizo política sin hablar de ella, o más precisamente sin plantearse realizar un diagnóstico de la realidad, para proyectar acciones posibles. El debate de esta manera queda reducido a pequeños grupos orgánicos, o a programar y llevar adelante una campaña electoral, o en el caso de los funcionarios al debate propio de la gestión, cosa que sin dudas debe hacerse, pero que por supuesto no alcanza.
Hace un tiempo atrás escuchaba a Daniel Filmus expresar en un programa radial, que lo que faltaba era por ejemplo, que si uno quiere hablar de política, pudiera tener la posibilidad de ir a la unidad básica del barrio y poder hacerlo. Esa idea me gustó, porque me daba cuenta que podría ser un ámbito propicio, y que a la vez faltaba, pero que no era tan difícil poder concretar.
También podrían ser lugares propicios, el asistir a una charla donde habla alguien con determinado prestigio, cuando toca la posibilidad de realizar preguntas y donde algún debate podría surgir, pero sin dudas ante situaciones como estas no son todos los que se animan a preguntar, ya que no es precisamente la horizontalidad lo que caracteriza un evento de tal estilo.
El proceso de despolitización de los noventa, no eliminó la política, pero si la marcó con un determinado sello, contra el cual hay que combatir su inercia, que aún de alguna manera sobrevive, pero que es cada vez más cuestionada, y precisamente por este afán de los muchos que hoy proponen la falta de espacios para hablar de política.
Con un resultado electoral como el del pasado domingo, la continuidad de este modelo está casi asegurada, pero no hay que caer en triunfalismos abstractos, y saber bien que si no logramos establecer mecanismos de discusión política que vayan incorporando cada vez a más ciudadanos, la profundización se hace inviable, o en todo caso consistiría solamente en un dispositivo de delegación, manteniendo una división de trabajo propia a un tiempo que se intenta superar.