Ex ESMA- Que la historia no se vuelva paradoja

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Walter Barboza

El hombre se acerca por detrás a Pablo Torello que, con una vieja cámara BETACAM, toma registros de lo que en la ESMA se conoció como “capucha” y “capuchita”. Son dos sitios ubicados en la parte superior de uno de los cuerpos del edificio que perteneció a la Escuela de Mecánica de la Armada. Ese día, durante los últimos meses del año 2006,  citamos a Cacho Fuckman, integrante de la Asociación de Ex detenidos en la ESMA,  para que nos diera cuenta del accionar del Capitán Vildoza,  involucrado en la megacausa contra la Marina que está a cargo del juez Sergio Torres.

Vildoza, quien se encuentra desde el año 1984 prófugo de la justicia y número dos en la línea de mando de la Armada, fue el apropiador del hijo de Cecilia Viñas de Penino, quién nació en cautiverio en el predio de la Marina, fue identificado, restituido a su familia y luego de conocer a sus integrantes decidió regresar con su captor al exterior.

Mientras la entrevista transcurre en el frente del edificio, Pablo recorre el interior para tomar imágenes de los sectores claves del predio. Lo acompaña uno de los hombres de seguridad, de los que flanquean el ingreso al cerco perimetral, para guiarlo por los pasillos de la ESMA. Cae la tarde y el silencio espectral es acompañado por las escasas luces que ingresan a los calabozos.

Apenas se escucha el mecanismo de la cámara que, cuando Pablo presiona el “rec”, se activa para poner en marcha la cinta en la que quedaran grabadas las imágenes donde transcurrió el horror en la Argentina de la dictadura cívico militar del setenta. Hasta que el realismo mágico se hace presente: “Acá no quiere venir nadie de noche, dicen que hasta se pueden escuchar voces y lamentos. Los que trabajan en ese horario prefieren quedarse en la guardia de la entrada del edificio”, dice el acompañante ocasional de Pablo.

Torello, que por los gajes del oficio acostumbra a transitar en la diversidad de las matrices culturales, le sigue la conversación y entiende que, como en ciertas creencias del campo o del acervo popular, los muertos nunca mueren del todo sino que nos acompañan en el presente. Es lógico que ese hombre anónimo, de unos cincuenta años, sienta el espanto y el temor en un lugar en el que el horror se materializó en su expresión más acabada.

Quizás la anécdota ilustre con firmeza por qué es necesario recuperar la memoria con alegría, por qué es imprescindible recordar a los que dieron su vida por una patria más justa, más equitativa, más libre y soberana desde otro lugar, desde otra perspectiva. Devolver la alegría, resignificar el dolor y la pérdida para transformarlo en vida, proyecto y futuro, no es incompatible con la necesidad de recuperar y preservar la memoria de un pueblo y trabajar para que la experiencia atroz de la dictadura cívico-militar nunca más se repita.

Seguramente Néstor Kirchner, quien fue un intérprete clave de la necesidad de atender el legítimo reclamo de los organismos de derechos humanos, no hubiera querido que a él se lo recordara en la tristeza. Si el dolor, o el duelo, se mantienen en el tiempo ello se transforma en melancolía. Del mismo modo que nos pasa a los argentinos comunes y corrientes en nuestras vidas cotidianas.

Quizás el Ministro Julio Alak, o sus asesores, no hayan tenido buen tino, o el lugar elegido para despedir el año no haya sido el más indicado. Seguramente no hubo mala intención, sólo se trato de un error de apreciación política respecto de la dimensión del problema, soliviantada por los medios de información que aprovechan circunstancias fortuitas para servir en bandeja lo que las fuerzas políticas de la oposición necesitan para criticar la gestión del gobierno.

No hay que perder de vista el objetivo. Mientras algunas organizaciones del campo popular arremeten fuertemente en su ofensiva, la Justicia dio lugar al pedido de la Sociedad Rural para que el predio de Palermo, que compraron a precio vil, les sea devuelto.

Escribía Rodolo Walsh, en el Semanario de la CGT de los Argentinos: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de los hechos anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”. Que la historia no se vuelva paradoja.

 

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