De la Redacción (Especial)
Un nuevo fantasma recorre Europa y no es precisamente el avance del comunismo como pregonaran Marx y Engels en el siglo XIX, sino que se trata de las secuelas que vuelve a dejar el capitalismo voraz tras generan una nueva gran crisis de recesión y desempleo en el viejo continente. Y el panorama lejos de mejorar parece complicarse según pasan los meses y los años.
Hace cinco años que comenzó la depresión económica, y los gobiernos de la mayoría de los países en crisis no logran tomar decisiones orientadas a mitigar los efectos devastadores sobre la población.
Según consignan los diarios internacionales, en Grecia “se vive al borde de una catástrofe humanitaria, España tiene tres millones de personas que sobreviven con ingresos mensuales de menos de 307 euros (US$417), las cifras gubernamentales de Portugal colocan a un 18% de la población por debajo de la línea de la pobreza, y en países fundadores del proyecto paneuropeo como Italia, el número de pobres se duplicó entre 2007 y 2012”.
En Alemania ocurre otro tanto: cerca de ocho millones de personas sobreviven con unos 450 euros (US$611) mensuales de salario y en el Reino Unido los bancos de alimentos, administrados por organizaciones caritativas, se multiplicaron por 20 en los últimos meses.
La ONG Oxfam, que se dedica a trabajar contra la pobreza asistiendo a los más necesitados, maneja datos estadísticos que coinciden con los elaborados por el Banco Mundial y los datos de la agencia estadística de Europa, EURSTAT.
La síntesis discursiva es la siguiente: “Hay un nuevo mapa de la pobreza como consecuencia de las medidas de austeridad. Desde el aumento del desempleo hasta el desalojo y el desmantelamiento del Estado de Bienestar están contribuyendo a este nuevo panorama”, aseguró su directora Natalia Alonso.
Ser pobre en Europa
En el Reino Unido la ONG Trussell Trust suministra dos semanas de alimentación de emergencia en más de 400 bancos de alimentos. Tan es así que entre los años 2011-2012, 128.697 personas recurrieron a estos bancos. Mientras que en los años 2012-2013 la cifra ascendió a 346.992.
El panorama recuerda mucho a la situación argentina en las postrimerías de 2001. Los relatos son claros: la gente debe optar entre comer y prender la calefacción, pero cuando se come es solo una vez al día. No hay empleo, la electricidad es costosa, los puestos de trabajo se pierden, los beneficios sociales se achican, los salarios bajan, el empleo es temporal y de medio tiempo.
En el Reino Unido las distintas organizaciones de la sociedad civil, hablan de la “pobreza energética” para un creciente porcentaje de la población que sobrevive al durísimo invierno británico sin calefacción porque no pueden hacer frente al pago de los servicios. Con los vales de comida, las asociaciones civiles entregan carne y pescado envasado, pasta, azúcar, leche, té. Pero carecen de calefacción y agua caliente para el aseo.
Según consigna el análisis de Eurostat, en 2012 unos 124 millones de personas -24.8% de los 28 países de la UE- estaban en “peligro de pobreza o exclusión social”. La definición abarca tanto a los que están dentro de la categoría “pobreza relativa” como la “absoluta”. En 2008 la cifra era del 17%.
La situación se repite en los siguientes países: Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España. Pero lo curioso del caso es que los programas económicos van en sentido contrario a las necesidades de la gente: al ajuste se le suma más ajuste.
En declaraciones a distintos medios de información el economista griego Costas Lapavitsas, asegura que la situación de su país es “peor que la Argentina del fin de la convertibilidad en 2002. Ha crecido la pobreza absoluta y relativa. El sistema de salud ha colapsado, la gente no puede prender la calefacción, los bancos de comida están a la orden del día”.
En Italia, el presidente del Instituto de Estadísticas (ISTAT) en su último informe indicó que en octubre la pobreza pasó de 2,4 millones a 4,8 millones entre 2007 y 2012, con una caída del PBI del 1,8% en 2013.
En Francia, en el último trimestre de 2013, el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos (INSEE) reveló que en 2011 la pobreza en Francia afectó al 14,3% de la población total, su nivel más alto desde el año 1997.
Según el INSEE unas dos millones de personas viven con menos de 645 euros por mes (US$877), unos 3,6 millones tienen problemas de vivienda y unos 3,5 millones reciben ayuda alimentaria.
En Alemania, que en los últimos años se lo ha tomado como modelo a seguir, ha dejado como saldo las casi ocho millones de personas que sobreviven con los llamados “minijobs”, los que otorgan unos 450 euros mensuales (US$611) y casi nada de prestaciones sociales. La flexibilización llevada a cabo por Alemania permitió la triplicación de los bancos de alimentos de 310 a 906.
Holanda no le va en saga: la Agencia Oficial de Estadísticas señaló en diciembre de 2013, que en 2012 el porcentaje de holandeses que vivía por debajo del umbral de la pobreza había subido al 9,4%, equivalente a unos 664.000 hogares. En 2010 el porcentaje era el 7,4%.
La brecha entre pobres y ricos
Pero el rasgo distintivo del modelo hegemónico mundial de acumulación capitalista, es el incremento de la brecha entre pobres y ricos, o entre los que más ganan y menos ganan. Una tendencia que creció vertiginosamente desde la década del setenta hasta el presente. Es decir que la contracara de la crisis tiene un profundo sentido de distribución regresiva del ingreso y así lo indican los datos elaborados por Cáritas Internacional: el número de millonarios en España aumentó en un 13% entre mediados de 2012 y 2013 hasta superar las 400.000 personas.
Un ejemplo: en el año 1976 el presidente de un Banco ganaba ocho veces más que el empleado medio. Hoy ese mismo jefe gana 44 veces más.
Lo extraño del caso es que todavía Europa no ha dado la discusión sobre cuál es el rol que le cabe al estado: Si deja atrás el diseño y las recetas del ajuste y la distribución de la riqueza sin equidad, o ingresa en el camino definitivo que la conducirá al estallido social. Las cartas parecen echadas.