“Si eres de los de veras elegidos,
fíjate en cómo obtienes el dominio”
de Teodoto de C. Cavafis (1863/1933)
Mucho ha pasado en el país, y para bien, desde la asunción de Néstor Kirchner en 2003 hasta ahora. Con los tremendo resultados del domingo 14 en las PASO es una verdad de Perogrullo admitirlo, aunque no es descartable que dentro de las variopintas explicaciones del abanico de perdedores y micro minorías ideológicas, aparezcan argumentaciones de todo pelaje, esotéricas o extraterrestres incluso.
Compartimos por otra parte que, como señala el escritor y periodista Oscar Taffetani: “Hay una especie de ley política que se viene cumpliendo, en las ultimas elecciones: cuando la situación es de bienestar o mejora, aunque sea leve, la gente vota al oficialismo. Al oficialismo local (Macri, Bonfatti, De la Sota, Scioli, Alberto Rodriguez Saa) en el ámbito provincial. Y al oficialismo nacional (Cristina) en el territorio nacional”. Pero la sola enumeración de la extensa lista de logros y avances económicos, sociales e institucionales conseguidos no alcanza, a nuestro juicio, para completar el análisis. Por el contrario, en algunos de los conceptos y apelaciones que esbozó Cristina Fernández en la noche de la elección están presentes muchas de las claves que permiten entender no solo el fracaso de las manipulaciones mediáticas y de los agoreros de todo ropaje ideológico, sino también la clara recuperación de fuerzas que desde el conflicto de la 125 y la derrota de 2009 en manos del millonario del alica- alicate para aquí, ha protagonizado el kirchnerismo. Recuperación que, por otra parte, comenzó a ser harto evidente e inocultable durante 2010, desde los festejos del centenario hasta el trágico e inesperado final de Néstor Kirchner, con la respuesta participativa y popular más clara desde el advenimiento de la democracia en 1983. Participación que impidió que lamentables episodios mediatizados hasta el hartazgo (Schocklender, INADI, Indoamericano, Jujuy, etc.) oculten una realidad mucho más rica y generosa y sobre todo, la lógica subyacente en muchos de ellos, que fue necesario develar y corregir con acciones políticas concretas.
Señaló Cristina al inicio de su intervención: “Hoy es un día de alegría para todos” y vaya si lo fue, no solo por la contundencia de su triunfo, sino por la amplísima participación social en el acto, cercana al 80% del electorado, derrumbando los pronósticos agoreros que hablaban de indiferencia y desánimo. Las apelaciones a valorar la pertinencia de las primeras Primarios Abiertas Simultáneas y Unificadas poniendo en claro, no solo su valor institucional sino el rol democratizador en la asignación de espacios a cada uno de los candidatos participantes, “hecho histórico para ampliar la democracia”, y para “comenzar a construir la autonomía de la política del poder económico”. “Es casi una cuestión de supervivencia social, necesaria para que no haya un pensamiento único”, argumentó. “Tenemos que cuidar la democracia política, pero también la democracia económica.” Claridad conceptual y equilibrio, en el momento del triunfo, que marcan la profundidad de las convicciones y, por otra parte, la conciencia estratégica de un liderazgo claro y contundente que debe proseguir con “más humildad que nunca y más trabajo que nunca” el espinoso camino hacia octubre primero, plagado de asechanzas mediáticas y realidades mundiales que será necesario sortear, para ello la apelación a la unidad del conjunto social: “Pensemos en grande y estemos unidos que el mundo está difícil”, solicitando “una gran convocatoria a todos los argentinos y todas las fuerzas políticas, a todos los candidatos de todos los partidos y todas las provincias que participaron y llevaron sus propuestas a la sociedad” para colaborar porque “el mundo es un tembladeral”. En otras palabras: un notable y generoso pedido a los derrotados a contribuir a la casa común, con firmeza y humildad, desde la contundencia del respaldo popular. Pedido que, por otra parte, ratifica y consolida la visión amplia y frentista que impulsara el propio Néstor Kirchner desde 2003 y que, más allá de la contundente primacía de la raigambre peronista en el FPV y la recuperación de un proyecto histórico inconcluso (desde la primavera del ’73 por lo menos), ha permitido, con generosidad y claridad política, el aporte de tradiciones ideológicas y personas que, aún proviniendo de orígenes antagónicos, se han visto interpeladas y convocadas en una construcción común, no solo con el voto o la militancia partidaria, sino con el aporte a la reconstrucción del estado, a la ampliación del mercado interno, a la pelea honesta por la ampliación de derechos en cada espacio de participación social abierto en estos años, y no fue este período, precisamente un paseo por un jardín de rosas. No solo por tamaño de los contrincantes, sino porque hubo que ganar paso a paso mayores voluntades, escaldadas por una experiencia democrática frustrada y frustrante, a fuerza de hechos y concreciones diarias que (insistimos: más allá de los contundentes números del crecimiento económico) permitieron intuir, reconquistar y enamorar en laboriosos pasos sucesivos, a millones de argentinos con un renovado sentido de pertenencia, de casa común, de nación, donde es posible un margen de felicidad y dignidad para todos; un proyecto de vida que valga la pena ser vivida (y esta es la diferencia sustancial con el momento de la reelección de Menem en 1995, donde el proyecto explícito era la salvación individual).
No sabemos si Cristina conoce el poema de Cavafis del epígrafe, pero lo que entendemos es que tiene absoluta conciencia y claridad para entender cómo se ha construido la actual notable y contundente hegemonía y cómo se la mantiene. Este predominio político que permitirá, sin bajar los brazos, seguir consolidando el único proyecto de país puesto en marcha en los últimos 28 años, con más derechos y más ejercicio de derechos, con desarrollo social, con inclusión y mayor igualdad, y con los conceptos con que cerró su breve discurso: “memoria, verdad y justicia”.
Villa Elvira, 15 de agosto de 2011