Elecciones primarias: «El pueblo ya no come vidrio»

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Osvaldo Drozd

La medianoche del domingo, el intendente de Berisso Enrique Quique Slezack, expresaba para toda la militancia que festejaba en la calle, que “el pueblo ya no come vidrio” refiriéndose al contundente triunfo de la Lista 2 a nivel local, pero principalmente señalando la arrasadora marea de votos que lograba la presidenta Cristina Fernández a lo largo de todo el país, y del gobernador Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires.

Slezack destacaba los logros de este proyecto nacional y popular que encabeza Cristina, señalando que sin ello sería imposible que una ciudad antes olvidada como era Berisso, pudiera estar construyendo obras como las que se vienen realizando, que no sólo crean la infraestructura de un municipio moderno, sino que a la vez incluye, ya que crea puestos de trabajo genuino, y esto a su vez incrementa el nivel de consumo y por lo tanto favorece el desarrollo del comercio.

Sin dudas Berisso no es una excepción a la regla, sino una terminal más de este proceso político, económico y social que viene desarrollándose desde el año 2003 en todo el territorio nacional, que fue creando condiciones favorables para el bienestar general de nuestro pueblo, y que tiende a profundizarse, y que las mayorías cada vez comienzan a comprender más.

Hace unos meses atrás el ministro de economía y compañero de fórmula de Cristina, Amado Boudou expresaba que a este gobierno se lo puede votar no solamente por convicción ideológica, o por sentimientos, sino también por el bolsillo, y es esto mismo lo que hay que entender para poder comprender el arrasador triunfo del domingo que pasó. Una verdadera hegemonía no puede sostenerse más que en todos esos planos, y su profundización también implica su desarrollo integral.

Ya no sirven las operaciones Shoklenders o Zaffaronis para torcer la voluntad popular, ya no sirve mentir en los grandes medios, o crear escenarios imaginarios para intentar desacumular y desestabilizar el progreso, ya que sin dudas aquella frase de Perón era tan cierta como inapelable: “La única verdad es la realidad”

 

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