El Camino del Redentor: Un Canto a la Intelectualidad Perdida

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Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Foto Andina.

Por Luis David Fernández Zambrano.

En los albores de los días finales de su existencia, Luis Alberto Sánchez alzó su voz, desafiando al tiempo y a la desmemoria. Con una lucidez envidiable, levantó su pluma como espada de pensamiento, enfrentando a caudillos y dictadores, a quienes despojó de su falso manto de legitimidad. ¿Quién iba a imaginar que este hombre, impregnado de la savia ilustrada, se levantaría, como un titán de la conciencia, contra aquellos que se creían todopoderosos? Oh, la ironía del destino y la comedia intelectual que se ocultan en los pliegues de la historia.


Ahora, en estos tiempos convulsos y huérfanos de ideas, nos encontramos con aquellos que se autoproclaman herederos y discípulos de este gran pensador de la ilustración. Pero, ¿dónde está su ejemplo? ¿Dónde se esconde la llama de la razón y la crítica incisiva que encendió el espíritu de Luis Alberto Sánchez? En el oscuro abismo de la mediocridad y la traición intelectual, parece haberse sumido.

Luis Alberto Sánchez

Y contemplamos con tristeza cómo la universidad más antigua de América, supuesta institución que asume el papel de bastión del conocimiento y la sabiduría, está actualmente gobernada por aquellos que son la antítesis de las cualidades intelectuales que Sánchez o José Antonio Encinas poseían. Una decadencia desgarradora se extiende entre los docentes y estudiantes, salvo raras excepciones que parecen destellos en la oscuridad. ¡Oh, qué broma cruel juega el destino! Con ironía mordaz y un lenguaje hilado en poesía y filosofía, señalamos la paradoja de la sabiduría que se desvanece en los pasillos académicos.

En este triste escenario, emergen aquellos que pretenden ser los herederos de los grandes maestros que partieron de este mundo. Falsos discípulos que viven parasitando el prestigio de los muertos, como Sánchez, Vallejo, Ciro Alegría o José María Arguedas. Pero si estos gigantes estuvieran entre nosotros, ¿no serían ellos los primeros en alzar su voz contra estos farsantes y desleales seguidores que mancillan sus legados esparcidos generosamente entre la humanidad?

Sin embargo, es imperativo reconocer que el ser humano puede errar en su vida personal y política. Pueden florecer las sombras en el camino de la rectitud. Pero también se puede redimir antes de partir, como hizo Luis Alberto Sánchez. Ahora es nuestro turno de sembrar un destino mejor para las generaciones venideras, honrando su memoria y luchando por la causa de la cultura y la razón.

Así, en esta contundente afirmación que surge como una flecha certera, recordamos a aquellos líderes que engañan al mundo, que desprecian los valores que una vez sostuvieron la cultura y la razón. ¡Qué bello es su engreimiento! ¡Cuán inflados están sus pechos, creyéndose los fieles discípulos de una tradición que han abandonado y traicionado. Su vanidad es un espejo que refleja la vacuidad de sus palabras y la hipocresía de sus acciones. En este escenario grotesco, convoco a todos los verdaderos amantes del pensamiento y la libertad, a aquellos que anhelan un renacimiento de la lucidez y la razón. No nos dejemos engañar por los impostores, por aquellos que se nutren de la fama de los muertos, como carroñeros intelectuales. Demostremos que la grandeza de Sánchez y sus contemporáneos sigue viva en aquellos dispuestos a resistir la corriente de la mediocridad.

Reafirmemos nuestro compromiso con el legado de los verdaderos maestros, aquellos que no solo proclamaron ideas, sino que las vivieron con pasión y valentía. Aprendamos de su ejemplo, levantemos la voz con convicción y audacia. Que nuestras palabras y acciones sean un eco resonante de la verdad y la justicia que tanto anhelamos.

En medio de las sombras y las decepciones, recordemos que nunca es tarde para redimirnos, para corregir nuestros errores y trascender las limitaciones impuestas por nuestra condición humana. Sigamos el camino trazado por aquellos gigantes que caminaron antes que nosotros, guiados por la búsqueda incansable de la sabiduría y la dignidad.

En este llamado a la redención y al despertar de la conciencia, abrazamos el espíritu de Luis Alberto Sánchez y todos aquellos que lucharon por una sociedad más justa y humanitaria. Que sus enseñanzas y su legado inspiren nuestras vidas y nos impulsen a construir un mundo mejor.

Que la ironía y la comedia intelectual que se oculta en estas palabras nos haga reflexionar sobre nuestra responsabilidad como individuos y como sociedad. En nuestras manos está el poder de cambiar el curso de la historia y de forjar un futuro en el que prevalezcan la razón, la verdad y la libertad.

Despertemos del letargo intelectual y enfrentemos con valentía las corrientes que nos arrastran hacia la mediocridad. ¡Alcemos nuestras plumas como espadas de pensamiento, desafiando la tiranía de la ignorancia y la apatía! En el legado de Luis Alberto Sánchez encontraremos la guía para iluminar nuestro camino y construir un mundo más digno y humano.

En nuestras manos está la capacidad de redimirnos y de sembrar un destino mejor para las generaciones venideras. No dejemos que la sombra de la decadencia nos envuelva, sino que, con determinación y coraje, enfrentemos el desafío de revitalizar la cultura y la razón.

En conclusión, que estas palabras, cargadas de filosofía y poesía, actúen como un llamado a la reflexión y a la acción. No olvidemos que el verdadero legado de los grandes pensadores no reside en títulos pomposos o en palabras vacías, sino en la fuerza de sus ideas y en el impacto que generaron en la humanidad. Que la llama de la sabiduría y la justicia nunca se apague, y que nos inspire a todos a ser verdaderos hermanos del legado de aquellos que nos precedieron. En este despertar intelectual, rechacemos la apatía y la conformidad. Desenmascaremos a aquellos que se alimentan de la gloria de los muertos, convirtiéndose en meros impostores.

Aquellos que se autoproclaman discípulos y herederos, pero carecen de la autenticidad y la integridad necesarias para seguir los pasos de los grandes maestros, merecen ser expuestos ante la luz de la verdad. ¿Acaso no serían los propios Sánchez, Vallejo, Ciro Alegría o José María Arguedas los primeros en denunciar su falta de lealtad y su búsqueda de beneficios personales?

¡Oh, qué maravilloso sería si tan solo resucitaran por 12 horas Luis Alberto Sánchez o José Antonio Encinas, ex rectores de la UNMSM, pudieran deleitarse con la sublime preparación intelectual de la señora Jeri Ramon Ruffner de Vega y del ilustre presidente del Consejo de Ministros! ¡Qué regocijo experimentarían al conocer cómo, con voluntad férrea, rechazaron con su indiferencia y su carencia de iniciativa la integración de destacadas personalidades como el Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel dentro de la plana docente en su amada universidad! Es ciertamente digno de mención cómo Sánchez, en una época sin computadoras ni internet, se embarcaba incansablemente en travesías internacionales para persuadir a Premios Nobel de Medicina y otras disciplinas a ofrecer conferencias en su venerable institución.

Jeri Ramon Ruffner de Vega, decana UNMSM. Foto institucional

¿Francamente se imaginan el nivel de decepción, indignación al contemplar a tantos traidores que se autoproclaman pomposamente sus predecesores más leales? Es muy probable que dentro del intervalo de vida temporal de las 12 horas denunciarían pletóricamente a estos impostores y usurpadores, así como a sus secuaces parlamentarios y presidenciales, con aquel ahínco de sus años mozos dorados. Y también es muy probable que no tengan miedo en pagar con prisión por llevar adelante esas nobles causas en favor del destino de nuestro país, a pesar de que les falte poco tiempo para volver al mundo de los muertos del reino mitológico del dios Hades.

Ahora bien, ¿qué reproches lanzaría el afamado catedrático de historia del Perú, Raúl Porras Barrenechea, a su alumno Mario Vargas Llosa, quien antes de morir se opuso a la injerencia en los asuntos de Cuba por parte de la OEA al ver que el novelista arequipeño recibe condecoraciones rimbombantes por parte de autoridades políticas peruanas cuya vocación por la defensa de los derechos humanos y los valores de la democracia son muy dubitables? ¡Oh, qué ironía acompañaría tal encuentro! Es verdad que Raúl Porras Barrenechea fue el único canciller en votar en contra de la expulsión de Cuba de la OEA, a pesar de ser de la secta más conservadora de la derecha peruana.

Y ¿qué haría el ilustre civilista norteño, José León Barandiarán, al contemplar la triste decadencia en la que ha caído la facultad de derecho, aquella que tanto amó en vida? ¿Y cómo reaccionarían Augusto Tamayo Vargas o José Antonio Ruso Delgado al ver la falta de rebeldía en las letras y tintas de aquellos que actualmente ocupan los decanatos de la facultad de letras en este milenio, ante los atropellos democráticos de la última temporada?

Pero, ¿qué dirían Arguedas, Vallejo, Ciro Alegría, Alberto Hidalgo, si pudieran expresarse, a aquellos señores que alaban sus obras como viudas plañideras, pero en la práctica son funcionales a las estructuras de poder que estos mismos corifeos combatieron, sufriendo exilios, expulsiones, soledades y persecuciones? ¡Oh, qué mordacidad se desplegaría en sus palabras!

Y qué pensaría el gran periodista sanmarquino Mario Castro Arenas, Decano del Colegio de Periodistas del Perú en 1972, hombre brillante y culto, al observar las acciones de sus colegas actuales, quienes rinden homenaje a la estolidez, la ignorancia, la infamia, la ausencia de imparcialidad y lo anodino, olvidando casi por completo su función cultural. ¡Cuán amargo sería el sabor de su decepción!

Contemplando el panorama en el que un nuevo ministro de educación tolera que los cursos de filosofía desaparezcan de la currícula de la enseñanza en los colegios estatales de nivel primario y secundario, me pregunto: ¿Acaso Jorge Basadre o Augusto Salazar Bondy, en su discernimiento iluminado, vería como un deleite la idea de formar jóvenes con mentes ignorantes de la indagación filosófica, privándoles de las herramientas para cuestionar, reflexionar y desafiar las bases mismas de la realidad y la existencia?

Por tales razones, somos muchos que decidimos mantener una distancia prudente de estas instituciones y, sobre todo, de esos malos elementos, para salvaguardar una pureza moral y cultural (aunque, por supuesto, existan raras excepciones en esos recintos dignos de ovación). Pues como sabiamente dijo Plutarco: “Si hay cuatro cojos y te juntas con ellos, no te sorprendas si el quinto eres tú”.

En el ocaso de sus días, Luis Alberto Sánchez, como un fénix ilustrado, alzó su voz contra los caudillos y dictadores que amenazaban la libertad. ¡Oh, cuánto gozo presenciar esa redención tardía! Pero, tristemente, observamos a escritores pomposos, arrogantes herederos, que en tiempos de orfandad intelectual y democrática no siguen su ejemplo. La universidad más antigua de América, sumida en decadencia, es gobernada por antítesis de la erudición de Sánchez o Encinas. ¡Qué lástima! Y en este teatro de falsos discípulos, aprovechadores que usurpan el prestigio de muertos como Sánchez, Vallejo, Ciro Alegria o José María Arguedas. Si vivieran, serían los primeros en denunciar su farsa y deslealtad. No obstante, el ser humano puede redimirse antes de su partida, como lo hizo Sánchez, sembrando un mejor destino para las generaciones venideras. En fin, ¡qué triste ironía! Las malas autoridades, que profanan los valores de la cultura y la razón, se jactan de ser sus fieles discípulos.

Concluyo este canto a la intelectualidad perdida con una frase contundente que se adentra en la ironía, el humor y la inteligencia. ¡Qué gracia tienen aquellos que, en su afán de aparentar ser los fieles seguidores de los grandes maestros, traicionan sus valores y socavan los cimientos de la cultura y la razón! Su arrogancia es tan desmedida como su vacuidad.

En este momento crucial, insto a cada uno de nosotros a buscar la redención y a seguir el camino de la verdad y la sabiduría. Recordemos que nunca es tarde para rectificar nuestros errores y forjar un futuro más luminoso. Despertemos del letargo, desafiemos las sombras de la decadencia y construyamos un mundo en el que el legado de los verdaderos maestros brille con todo su esplendor.

Que estas palabras, impregnadas de filosofía, ironía y poesía, resuenen en el corazón de aquellos que anhelan un renacimiento intelectual y una sociedad más justa. El camino del redentor nos aguarda, invitándonos a superar la orfandad intelectual y a escribir una nueva página en la historia de la humanidad signada por la justicia social, los valores democráticos y la defensa de los derechos culturales en su máximo esplendor.

26/05/2023

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