Por Walter Barboza
Yanina Lofvall tenía apenas 34 años y una carrera prometedora. Docente en la ciudad de La Plata, docente en la extensión aúlica del Iser de la de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, escritora -su primer libro fue “Siervas Trinitarias”, casi una autobiografía respecto de su experiencia religiosa en esa comunidad- cooperativista en la Editorial 7 Sellos Editorial Cooperativa, integrante del equipo de trabajo de la Revista Digital El Tranvía y otras actividades que día a día engrosaban su currículum. Pero fundamentalmente buena compañera y merecedora de todos los elogios que podamos pensar de ella, en un mundo en donde el periodismo, básicamente, se constituye a partir de una mirada mercantilista y corrompida en el manejo de la información.
Por eso con su lamentable muerte, ocurrida en un accidente de tránsito el sábado 21 de mayo en la localidad bonaerense de Roque Pérez, además de una excelente profesional, el medio pierde a un talento notable.
Yanina dejó, con algunos de sus trabajos, la impronta de un interés prematuro por la investigación periodística sobre la violencia de género, el problema carcelario, el medio ambiente y distintas cuestiones sociales, entro otros. Algunas de esas crónicas, pueden leerse en nuestro sitio WEB con solo hacer un click en el buscador, las que hoy en la más profunda de las consternaciones podemos releer con tristeza y respeto por su calidad profesional.
El sábado 21 de mayo, ya tarde, nos enteramos de su muerte. Con asombro, sorpresa, confundidos, sentimos la impotencia de la lejanía y la inmediata nostalgia de saber que muchos de los sueños que compartimos por una sociedad mejor van a quedar mellados.
Con su paso, seguramente, han quedado las huellas imborrables de un estilo y un interés por temáticas inagotables las cuales muchos profesionales, por prurito, desconocimiento o indiferencia, no tratan a menudo. Retomarlos acaso sea el compromiso necesario para darle continuidad a una agenda que, con la muerte de Yanina, va a quedar un poco más huérfana.
Siempre le jugábamos una chanza cuando proponía un tema, o decía que lo tenía cerrado, y le decíamos que eso no le interesaba a nadie, que nadie lo iba a leer porque sabíamos que cada vez que lo publicábamos eran los artículos más vistos, leídos o compartidos en nuestra modesta revista. Se reía y nos decía: -¡Perdón, cuánta gente leyó la nota!
Ahora, a la distancia, en el momento límite en el que el ser se nos muestra en la más pura de sus significaciones, no nos queda más que despedirnos desde el dolor más profundo. Por eso, querida compañera y amiga, te decimos hasta siempre y te agradecemos por habernos dado la posibilidad de compartir tu trabajo invalorable con nosotros.
Algunos de sus trabajos:
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