Detectan las huellas de una explosión estelar de mil años de antigüedad

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Es un hallazgo de un grupo de expertos del que participaron dos profesionales del CONICET La Plata. La novedad les valió el reconocimiento de la comunidad internacional. La revista Nature Astronomy acaba de publicar una reseña.


Un equipo internacional de investigadores, dentro del que se encuentran dos astrofísicos del CONICET La Plata que se desempeñan en el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR, CONICET-UNLP-CICPBA), acaba de publicar un trabajo en la revista The Astrophysical Journal Letters en el que da cuenta del hallazgo de un conjunto de 38 flujos moleculares que dejó una explosión ocurrida en una región de formación de estrellas de alta masa de mil años de antigüedad. La novedad generó tal interés en la comunidad científica que en las últimas horas la prestigiosa revista Nature Astronomy le dedicó una reseña firmada por su editor responsable, Paul Woods.

Guzmán Ccolque y Fernández López.

El evento astronómico explosivo ocurrió en la región de formación de estrellas masivas –mayores a 8 veces la masa del Sol– conocida como G5.89, ubicada en la Vía Láctea a unos 10 mil años luz de la Tierra (la mitad de la distancia entre el Sol y el centro de nuestra galaxia), y las huellas de gas o filamentos que disparó pudieron identificarse gracias a datos generados por el observatorio ALMA (sigla en inglés para Atacama Large Millimeter/submillimeter Array), ubicado a 5 mil metros de altura en el desierto del norte de Chile, que consta de 66 antenas parabólicas funcionando en conjunto.

Desde el punto de vista de los investigadores, el origen de la explosión está relacionado con el proceso de formación de una estrella de alta masa: “No se conoce mucho sobre cómo nacen estos objetos. A partir de nuestras observaciones, una de las hipótesis es que lo hacen por la fusión de al menos dos protoestrellas, o estrellas jóvenes de una masa menor, las que en esa interacción gravitatoria se rozan y salen despedidas generando estos eventos explosivos”, comenta Estrella Guzmán Ccolque, becaria del CONICET en el IAR y parte del equipo de trabajo.

La detonación no solo hace que salgan despedidas las estrellas protagonistas de la colisión, sino que también dispersa el gas y el polvo circundantes que son en definitiva los que dejan su firma en estos filamentos visibles. “Cuanto más se alejan del lugar de la explosión, mayor es la velocidad de estos filamentos, llegando a superar los 100 kilómetros por segundo”, subrayan los expertos.

“Es el tercer evento de esta naturaleza que puede observarse gracias a la tecnología disponible. Uno de ellos ocurrió en Orión, la región de formación de estrellas de alta masa más cercana a la Tierra, donde se logró detectar unos 100 filamentos. Si tomamos la edad de estos acontecimientos y la distancia de esas regiones entre sí y respecto de nuestro planeta podemos estimar la tasa de ocurrencia, es decir cada cuánto tiempo suceden. Y concluimos que son mucho más frecuentes de lo que se pensaba: hay uno cada alrededor de 130 años”, describe Manuel Fernández López, investigador del CONICET en el IAR y autor del trabajo.

El grupo del que forman parte Fernández López y Guzmán Ccolque es liderado por el investigador mexicano Luis Zapata y es uno de los dos pocos equipos en el mundo que estudian este tipo de eventos. Precisamente, la tesis de la becaria está orientada a buscar respuestas sobre cómo es el escenario de formación de estos fenómenos de alto impacto en la vida de nuestra galaxia.


(12/11/2020)

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