Debates: «La devaluación Nacional y Popular no existe»

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Por Enrique Mario Martínez (Ex Pte. del INTI) 

Las decisiones en materia cambiara han generado históricamente un profundo debate en la sociedad argentina. Las prácticas culturales orientadas a buscar refugio en el dólar, han sido motivo de fuertes disputas entre los economistas provenientes de distintos corrientes. Devaluar o no devaluar; mantener la flotación del dólar; achicar la brecha entre el dólar blue y el paralelo, son algunas de las discusiones que forman parte de este debate. Pero, a río revuelto ganancia de pescador,  son los trabajadores quienes más fuertemente sufren sus consecuencias directas. Aquí algunas impresiones de Enrique Martínez, ex Presidente del INTI y ex decano de la Facultad de Ingeniería de la UBA, entre otras actividades.

Toda sociedad del mundo que desee mejorar la calidad de vida de sus integrantes enfrenta problemas estructurales. Esto es: siempre, con algunas características propias de cada país y muchas otras comunes a todos, hay relaciones entre partes de la comunidad o con otros países que obstaculizan acercarse a ese horizonte de mejora y que de no ser modificadas, a la corta o a la larga esterilizan cualquier intento.

Esta condición es reconocida en los discursos políticos, pero es muy frecuente que los gobiernos caigan en la confusión entre los aspectos estructurales y los de gestión. En el segundo caso, los problemas se derivarían de la ineptitud o la deshonestidad o similares pobres atributos de funcionarios, que una vez reemplazados dejarían libre el camino para retomar el objetivo de mejora general. La confusión de planos, no se origina solamente en los diagnósticos débiles. Es muy seductor creer que es posible sacarse de encima la pesadísima tarea de cambiar las relaciones de poder o de producción y que es suficiente con no equivocarse, o con ser imaginativo, en la administración macroeconómica de un sistema que se adopta como un dato.

En el tratamiento argentino del llamado “frente externo” – o sea el balance de pagos internacionales – estamos repitiendo ese error. Desarrollaré con algún detalle mi punto de vista.

Cualquier país tiene su propia moneda, pero para vincularse con el mundo necesita contar con alguna de las monedas que el grueso de los países está de acuerdo en recibir, que son solo un puñado (dólar, yen, euro y alguna otra).

Se consigue divisas por: a) Exportación de bienes y servicios.

b) Ingreso de turistas.

c) Inversiones de extranjeros en el país

d) Giro al país de utilidades de nacionales residentes en el exterior

e) Préstamos bancarios.

Se usa esas divisas para exactamente lo contrario: Importar bienes y servicios; viajar y pasear por el exterior; invertir en otros países; girar utilidades y regalías de empresas extranjeras; devolver préstamos. Hay un componente de uso adicional en países con historia inflacionaria y de inestabilidad, como el nuestro, que es atesorar divisas, como alternativa de otras formas de ahorro o inversión en el país.

Las dificultades que aparecen en este frente son una gama, vinculada a cuál de los modos de conseguir divisas predomina. En España o Grecia, por ejemplo, el ingreso por turismo ha tenido históricamente un peso muy alto. En países o regiones muy pobres, como alguna zona de Centroamérica, los envíos de residentes en el exterior a sus familiares son relevantes.

Incluso es necesario hacer algunas aclaraciones respecto al tipo de exportaciones de bienes que son dominantes en un país. Básicamente, es importante diferenciar las estructuras extractivas, como las de países petroleros o mineros, de aquellas con densidad industrial importante, como en la mayoría de los países de Europa o Corea del Sur o Japón, por caso.

La suma de los fondos generados por los cinco ítems arriba señalados debe ser suficiente para cubrir todos los egresos en divisas. Si para que eso suceda hay que apelar al último – préstamos bancarios – de modo importante, el país está en problemas, porque eso hará crecer los pagos de intereses y amortizaciones en el tiempo, con la certeza de crisis recurrentes.

Argentina tiene un pasado económico financiero y productivo sumamente inestable. Sin embargo, caracterizando la situación de este siglo, podríamos decir que los volúmenes y precios de una serie de actividades totalmente o parcialmente basadas en recursos naturales – petróleo, minería, pesca, agricultura -, sumados a exportaciones de bienes industriales de uso difundido – acero, aluminio – y complementados con algunos bienes industriales más complejos, permite asegurar que las exportaciones de bienes y servicios sean mayores que las importaciones de los mismos rubros. Eso es así, a pesar de situaciones muy objetables y por lo tanto mejorables, en la cadena de valor automotriz, en la industria electrónica de entretenimiento y en la energía, además del desaprovechamiento de mejorar la participación nacional en la oferta de bienes de capital. Además, de eso – dato no menor – apenas 100 empresas exportan el 80% de los bienes que enviamos a otros países. Con todos esos problemas pendientes – algunos estructurales y otros de gestión -, insisto, el saldo entre exportaciones e importaciones es positivo en alrededor de 10.000 Millones de dólares anuales.

El problema es que esa suma no alcanza para pagar la amortización de la deuda externa heredada y girar las utilidades de empresas extranjeras, que en este último caso, pasaron de 300 Millones de dólares en 2003 a 9000 Millones en 2013, debido a la enorme expansión del consumo interno. Para no pasar sobresaltos debemos contar con los siguientes elementos:

1 – Más gasto aquí de turistas extranjeros que de compatriotas en el exterior.

2 – Inversiones externas relevantes.

3 – Muy baja o nula tendencia de compatriotas a atesorar en divisas.

La combinación de esos tres elementos debe cubrir el rojo arriba señalado o pasamos a perder reservas acumuladas y/o tenemos que buscar préstamos externos nuevos.

El escenario descrito cuenta la estructura semi cuantitativa de nuestra balanza de pagos. Desde 2003 hasta 2009/10 los componentes se acomodaron de un modo tal que se pudo pagar mucha deuda externa y atender los giros de empresas extranjeras, aumentando no obstante las reservas del Banco Central de manera muy significativa.

Desde entonces hasta aquí las utilidades de empresas extranjeras se hicieron más y más importantes; los déficit automotriz, electrónico y energético achicaron el saldo comercial en más de 5000 Millones de dólares; el clima político reavivó la memoria de atesoramiento en divisas de una manera muy importante y comenzó la caída de reservas. Apareció el dólar paralelo, que se llevó fuerte proporción de los gastos de extranjeros en el país; comenzaron los controles sobre importaciones y particulares y llegamos a la situación actual, con luces amarillas sobre nuestra capacidad de atender las futuras obligaciones externas y mantener la dinámica de crecimiento.

EL INSTRUMENTO DE LA DEVALUACIÓN

El cambio en la paridad cambiaria ha sido un mecanismo muy utilizado por los países de mundo central. En toda la segunda mitad del siglo pasado, por ejemplo, Inglaterra buscó compensar su atraso tecnológico y su consiguiente pérdida de productividad física, como imperio declinante que era, devaluando la libra esterlina. De tal modo, consiguió abaratar sus productos exportables y volver a ganar aire. Estados Unidos, en el último cuarto de siglo, repitió el esquema, para achicar los monstruosos déficits comerciales que arrastra. La moneda común en la Unión Europea eliminó esa posibilidad de recuperar exportaciones mediante la devaluación y es uno de los factores que lleva a la crisis profunda a los países de menor nivel tecnológico como España, Grecia o Portugal. O sea que, efectivamente, la devaluación ha sido y es un instrumento utilizado legítimamente como forma de preservar y potenciar el trabajo local en los países más industrializados, dentro de ciertos límites.

En países como los nuestros, sin embargo, la situación es distinta. El grueso de las exportaciones no modifica su volumen cuando se devalúa. La soja, el oro, el mineral de cobre o el petróleo que se producen y exportan dependen mucho más de otros factores que de la paridad cambiaria. Tampoco es determinante para producir acero o aluminio, cuyas capacidades instaladas determinan con bastante rigidez los niveles de producción. En todos esos ámbitos, simplemente, la devaluación implica una transferencia de ingresos a favor de los exportadores y algunos de sus proveedores, que aumentan sus ganancias por recibir más pesos por dólar y gastar menos dólares al pagar salarios o servicios locales.

Comparado con el escenario inglés recién mencionado, una devaluación favorece las exportaciones industriales puras, que representan un 25% del total y facilita la sustitución de importaciones por productos nacionales en aproximadamente un 15% del total, que son los textiles, calzado, juguetes, bienes de consumo similares, además de algunas motocicletas, heladeras y bienes durables de similar complejidad. El grueso de las demás importaciones no tienen sustitución rápida posible o – lo cual es estructuralmente muy grave – son bienes cuya importación depende de decisiones de multinacionales, que no se guían solo por el costo, sino que favorecen sus propias cadenas de proveedores.

Agregado a eso, está el inconciente /conciente colectivo sobre la paridad cambiaria. Las devaluaciones inglesas no provocaban corridas masivas hacia los dólares. Aquí sí.

Las devaluaciones inglesas no provocaban remarcaciones masivas de los bienes nacionales. Aquí sí.

El análisis de los últimos 40 años de la economía argentina muestra que el principal efecto de cada devaluación ha sido una caída de la participación de los trabajadores en el ingreso, además de una reducción concreta del salario real.

POR QUÉ DEVALUAR HOY Y AQUÍ

Es necesario tener claro si la devaluación fue deliberada o se debió a un “golpe de mercado”, como se marca insistentemente a partir de la maniquea maniobra de Shell, que considero por todos conocida.

El sistema vigente en Argentina para el mercado cambiario es el de flotación administrada. Se establecen los destinos posibles de la divisa y los bancos venden solo para eso, con el Banco Central como proveedor de última instancia, con mucha mayor espalda que cualquier banco y por lo tanto con capacidad de fijar la paridad día por día. Así funciona desde 2003. Sin embargo, los dos últimos días antes del salto de paridad, el BCRA decidió retirarse como proveedor. O sea la compra venta podía ser la fijada entre las partes. Shell hizo una maniobra alcista, pero como cantando falta envido con 26, porque el BCRA estaba fuera del mercado y esta fue la razón del salto de paridad y no otra. Es decir: Hubo y hay fuertes grupos interesados en la devaluación, pero el BCRA allanó totalmente el camino para ello. Fue una decisión oficial.

¿Por qué?

Aparentemente – es mi hipótesis – porque se tomó la decisión de considerar como problema central al dólar paralelo y en consecuencia desinflarlo a través de aumentar la paridad oficial y aumentar el acceso de particulares al atesoramiento en divisas, son dos primeras medidas que se consideran potables.

Esta es justamente la decisión que considero que elude el análisis estructural. Puede haber pérdida de competitividad por la diferente velocidad de cambio de la paridad cambiaria de los últimos años respecto de los aumentos salariales y la tasa general de inflación. Puede ser.

Pero corregir esa disparidad con un mecanismo con muy mala memoria nacional y que además beneficia de manera clara solo a una fracción menor de las exportaciones o abre la puerta a una sustitución aún más pequeña de las importaciones, además de perjudicar el bolsillo de todos los trabajadores, implica olvidarse de:

. El peso del giro de utilidades de las corporaciones multinacionales, que ya equivalen a todo nuestro saldo comercial.

. La dependencia comercial respecto de un pequeño grupo de exportadores de nuestras riquezas más relevantes.

. Una cadena automotriz que depende un pequeño grupo de trasnacionales con sede central en Brasil, que no tiene programas de integración nacional de partes.

. Un enclave ensamblador de productos electrónicos que ya tiene un peso de casi 4000 Millones de dólares en nuestras importaciones.

. La falta de agresivos programas de generación de energía a partir de recursos renovables, para reducir y hasta eliminar las importaciones de gas.

. Finalmente, la capacidad de las grandes corporaciones que atienden el consumo popular de apropiarse vía inflación de todo intento de mejora salarial a través de aumentos masivos, lo cual establece una dolorosa secuencia aumentos salariales /inflación/devaluación/inflación y así siguiendo.

Al menos estos seis ítems son de naturaleza estructural. Son problemas de base del país, que residen en relaciones de producción que debemos modificar día a día, por largo tiempo.

Si razonamos a partir de estructuras que creemos que son un dato, buscamos culpables anecdóticos de nuestros males y operamos solo sobre el espacio de las finanzas, estaremos jodidos.

ACLARACIÓN IMPORTANTE: Todo lo antedicho son las reflexiones de un militante del campo popular que cree una obligación explicitar su mirada. No busca comprometer al espacio político que me contiene ni abrir espacios para aventureros que maquillen el pasado y pretendan volver a él. Por el contrario, busco señalar que nosotros – los que adherimos a este intento desde 2003 – somos quienes debemos volver sobre nuestros errores y encontrar en camino correcto, porque realmente en nosotros está no solo la obligación sino también la oportunidad.

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