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Osvaldo Drozd

Un día como hoy pero hace 95 años se iniciaba uno de los acontecimientos más relevantes del siglo que pasó, la Revolución rusa, la de Octubre, según el calendario juliano que imperaba en la Rusia zarista y que fuera reemplazado por el gregoriano, con lo cual el hecho revolucionario hubiera comenzado un 6 de noviembre.

El eslabón más débil de la dominación capitalista en su fase superior, se comenzaba a romper para iniciarse un proceso de luchas obreras y populares, que ya no eran solamente un cuestionamiento al orden instituido, sino el comienzo de la conformación de Estados de nuevo tipo, y relaciones de fuerzas internacionales que modificarían sustancialmente el tablero político planetario. El surgimiento del Estado de Bienestar, no fue ajeno a esta nueva situación, tampoco los movimientos de liberación nacional en el Tercer Mundo, sino salidas transaccionales a este inédito alzamiento de los pueblos del mundo, que en términos relativos culminaría en la última década del Siglo XX.

Hoy, entrado ya el nuevo siglo, pareciera que los pueblos volvieran a despertar. Tal vez lo que mueva esta alborada no sean precisamente los mismos lineamientos ideológicos, teóricos y políticos que la Revolución del SXX, pero los pueblos históricamente lucharon por una sola causa: su dignidad. Lo otro es para el debate y la elaboración de todos aquellos hijos de la clase trabajadora, que pretenden con justa causa, dar un marco conceptual a las luchas populares, para que el proceso no se detenga, y se profundice más aún: los intelectuales orgánicos.

El que escribe, desde una temprana militancia, aprendió una verdad de Perogrullo: “Aprender de los errores, para no volver a cometerlos, y extraer nuevas conclusiones”

La historia de la clase trabajadora, es una historia de derrotas afirmaba Karl Marx.

El objetivo aquí no es escribir exhaustivamente sobre la Revolución del ’17, lo cual sería una tarea inmensa, sino reflexionar sobre algunos puntos precisos, y para lo cual el que escribe eligió un texto del máximo conductor de aquel acontecimiento, Vladimir Ilich Lenin: Consejos de un espectador.

En aquel texto escrito pocos días antes del inicio de la Revolución, Lenin da indicaciones muy precisas acerca del método que se emplearía para conquistar el poder, a saber, la insurrección. Es preciso entender que el método citado, no es parte de un absoluto, sino el correlato teórico práctico, aplicable a una situación concreta, y por ende lo que aquí vale no es el método en sí mismo, sino su adecuación a una estrategia, donde el aspecto principal es la construcción de un nuevo poder de los trabajadores y el pueblo, que pueda ser el relevo del poder instituido. Sí la Revolución fue posible, fue precisamente porque los obreros organizados en soviets, fueron capaces de hacerse cargo de la nueva institucionalidad.

La insurrección es un arte

En el texto Lenín destaca de Marx sus principales enseñanzas acerca de este arte, que no tuvo extensión temporal en la Comuna de Paris, en 1871.

1. No jugar nunca a la insurrección, pero una vez empezada estar firmemente convencido de que es necesario ir hasta el final.

2. Hay que concentrar en el lugar decisivo y en el momento decisivo una gran superioridad de fuerzas, porque, de lo contrario, el enemigo, mejor preparado y organizado, aniquilará a los insurrectos.

3. Una vez comenzada la insurrección, se debe proceder con la mayor decisión y pasar obligatoria e incondicionalmente a la ofensiva. «La defensiva es la muerte de la insurrección armada».

4. Hay que esforzarse por sorprender al enemigo, hay que aprovechar el momento en que sus tropas se hallen dispersas.

5. Hay que esforzarse por obtener éxitos diarios por pequeños que sean (incluso podría decirse a cada hora, si se trata de una sola ciudad), manteniendo a toda costa la «superioridad moral «.

Marx resume las enseñanzas de todas las revoluciones, en lo que a la insurrección armada se refiere, citando las palabras de «Dantón, el más grande maestro de táctica revolucionaria que hasta hoy se conoce: audacia, audacia y siempre audacia».

Pequeñas conclusiones

Con el cambio social, no se juega, una vez iniciado, ir a fondo. Es preciso contar con una fuerza superior, no sólo material sino también moral. Por pequeños que sean los éxitos diarios son decisivos. Dormirse o quedar a la defensiva es la muerte.

 

 

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