El avión aterriza en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza. Ese hombre que desciende lentamente está algo viejo, tal vez algo cansado. En sus 17 años de exilio, las luchas intestinas entre propios y ajenos lo han desgastado.
La fuerza social y política más poderosa de la Argentina, la que logró construir a fuerza de una distribución progresiva del ingreso, del fortalecimiento del estado a través de la industria nacional, por intermedio de avances en materias de reivindicaciones laborales, se desenvuelve en el medio de fuertes contradicciones.
¿Cómo regresar para enfrentar los grandes desafíos que le esperan? No es el mismo país. El partido militar, que gobierna entre rupturas y discontinuidades, lo había desafiado en esos meses del año 1972. “No le da el cuero para volver”, había lanzado el general Lanusse pare evitar que ese hombre regresara y pudiera ser candidato a Presidente de la Nación. Sin embargo Perón regresó.
Atrás quedaban las incertidumbres, las teorías conspirativas y las intrigas. Perón volvía, aunque eso se sabría más tarde, para dirimir las diferencias internas, pacificar el país y conducirlo nuevamente hacia el camino del estado de bienestar. Pero en ello se le iría la vida.
Las tensiones entre los sectores más dinámicos del movimiento, que el propio Perón había alentado desde el exilio, sumado a un incremento de luchas populares en América Latina, el proceso de descolonización de los países del Tercer Mundo y un fuerte proceso de irrupción generacional, marcaban una agenda política cuya orientación política planteaba la necesidad de profundizar la lucha por la liberación nacional.
Perón lo sabe. En puerta de Hierro, su exilio español, atiende a la prensa y distribuye juego político. Recibe a buenos, malos, no tan buenos y no tan malos. “Los hay ortodoxos, heterodoxos, combativos, pero son todos buenos muchachos”, explica, da respuestas, arma estrategias a través de la palabra. El escenario no es el más propicio y quedará confirmado un año después, cuando en junio de 1973 regrese para quedarse definitivamente en el país.
En el medio la CGT, la experiencia de la CGT de los Argentinos, las organizaciones armadas, los sindicatos combativos, las organizaciones sindicales burocráticas, la universidad, los estudiantes, un proceso inédito, el auge de las luchas sociales, la necesidad de configurar un nuevo estado en un mundo que cambia vertiginosamente y que parece hamacarse en las distintas experiencias políticas que se desarrollan en Cuba, Chile, la Unión Soviética y China.
“Luche y vuelve”, rezaban las consignas en las paredes de esa Argentina del año 1972. Perón volvió y la Argentina que el viejo caudillo encontró algo distinta, algo distante, no sería la misma, porque cambiaría definitivamente.