(Vicedecano de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP)
El escenario venezolano ha planteado profundos desafíos para el gobierno de Nicolás Maduro, quien deberá conducir el conflicto para poder profundizar el proceso político iniciado por el extinto presidente Chávez. La fuerte campaña de la oposición, centrada fundamentalmente en el papel de los medios de información en manos privadas, en el trabajo de montaje fotográfico y manipulación informativa en redes sociales, ha desnaturalizado la información que emana de Venezuela hacia afuera. En estas líneas, presentamos algunas claves desarrolladas por el Profesor Carlos Ciappina, para entender lo que ocurre en ese país.
En la larga lucha de los pueblos de América Latina por construir sociedades cada vez más inclusivas y más democráticas, la historia, como un recordatorio de que no se pueden bajar los brazos nunca, intenta repetirse una y otra vez: Hay un gobierno popular, apoyado por su pueblo, votado democráticamente y cumpliendo con sus compromisos electorales; un gobierno que mejora las condiciones de vida y que alcanza mayores niveles de inclusión.
Opuesto a ese gobierno nacional y popular están los actores sociales más conservadores y privilegiados, que unidos políticamente en alguna “Unión Democrática” (en Venezuela hoy se llama Mesa de Unidad Democrática) se arrogan la representación política y se autodefinen como democráticos y republicanos (aunque históricamente hayan sido los soportes de los modelos societales de la exclusión, la desigualdad y apoyo de cuanta intervención militar y represiva fuera necesaria para mantener el statu quo en América Latina) .
Esta oposición que se presenta siempre como “republicana” , tiene el beneplácito de los medios de comunicación hegemónicos en el propio país y en el extranjero y , por supuesto , el apoyo del establishment liberal en los centros de poder mundial y, particularmente para nuestra América Latina, en los EEUU.
A esa situación de oposición política y mediática que no ahorra términos como Dictadura, Régimen, falta de libertades, represión , etc. etc. para referirse a los gobiernos realmente democráticos y populares ; se le debe agregar el rol clave de los principales factores del poder económico: el alza indiscriminado de precios en economías altamente oligopólicas; el desabastecimiento de productos e insumos básicos si el gobierno pretende cuidar el ingreso popular controlando precios ; y la presión sobre la moneda nacional para forzar una devaluación o aumentar la situación inflacionaria.
Este proceso de retroalimentación entre los intentos desestabilizadores de la derecha política y el poder económico, junto con el apoyo mediático y el soporte externo, lo hemos visto y experimentado en nuestras naciones latinoamericanas: el golpe contra J.D. Perón en 1955 vino precedido de la oposición despiadada de los políticos conservadores y los actores de la economía monopólica (en especial terrateniente y transnacional); podríamos ampliar la lista a los gobiernos de Getulio Vargas (1954) y Joao Goulart (1964) en Brasil vilipendiados por la prensa brasileña conservadora como paso previo a ser derrocados; el golpe contra Salvador Allende en 1973 contó con los ingredientes clásicos de desabastecimiento, cacerolazos y presión mediática nacional e internacional; el primer gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (1979-1990) se vio asediado no sólo por la política obstruccionista dentro de su propio país, sino por el desabastecimiento de los principales actores económicos y la presión mediática apoyada desde los EEUU , a lo que debemos sumarle la agresión paramilitar lisa y llana de la tristemente famosa CONTRA nicaragüense (o, como los denominaba Reagan en un alarde del dislate político “luchadores por la libertad”). Podríamos ampliar la lista de esta modalidad a la crisis y la salida anticipada del alfonsinismo en la Argentina de 1989 y más recientemente los intentos desestabilizadores contra Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador o las destituciones “de carácter no tradicional” (esto es, sin golpes militares) de Zelaya en Honduras y Lugo en el Paraguay.
La lista, por desgracia podría ampliarse señalando todos y cada uno de los casos, los intentos frustrados y los no frustrados ………..
Hoy, ahora, en estos momentos, en Venezuela se está llevando cabo, una vez más, un nuevo intento por detener, limitar y buscar terminar con la construcción de una sociedad más democrática, inclusiva, igualitaria en un país clave de nuestra América Latina.
Los líderes de la oposición política venezolana no son sutiles con respecto a esto: a la campaña de movilizaciones y protestas la han denominado “La Salida” inequívoca muestra de su actitud destituyente. La profundidad del odio revanchista es tal, que el trípode de la oposición política venezolana se ha resentido: Leopoldo López y María Corina Machado propugnan abiertamente la rebelión violenta para derrocar al gobierno democrático y el opositor Capriles ,dos veces candidato por la derechista Mesa de Unidad democrática, al menos por ahora , prefiere guardar las formas y apostar a la movilización pacífica…..
La derecha venezolana no está sola en su brutalidad: la diputada argentina Laura Alonso (diputada del PRO, cuyo líder es el “Capriles argentino” Mauricio Macri) fue consultada sobre la respuesta del Jefe de Gabinete al que se le preguntó por la “crisis” Venezolana. Capitanich respondió correctamente que la Argentina respeta y apoya los gobiernos democráticos y la autodeterminación de los pueblos. ¿Qué opinión le mereció a la diputada del pro la respuesta del Jefe de gabinete?: “Esto dijo la basura servil de Capitanich hoy sobre Venezuela: ‘Respetamos autodeterminación de los pueblos’. Rastrero.”.Si este nivel de rispidez tiene sobre la cuestión la derecha argentina (aliada de la venezolana y con los republicanos de extrema derecha en los EEUU) cómo será la situación de sus homólogos allá en Venezuela!!!
Por eso es necesario poner blanco sobre negro para que no haya lugar a dudas, para que la ilusión de que hay una movilización democrática frente a un régimen dictatorial sea precisamente eso y sólo eso: una ilusión que pretenden instalar los medios del establishment a lo largo de nuestra América y que podrá convocar a la movilización a los sectores medios y medios altos creyendo que luchan por la democracia, pero que se proponen en realidad matarla:
En Venezuela la democracia es el gobierno de la revolución bolivariana. Por si alguien pudiera confundirse señalemos algunos pocos datos:
Venezuela es una democracia que funciona a pleno, con todos los derechos y garantías de una república democrática y aún más: desde la asunción de Hugo Chavez y hasta hoy con el presidente Maduro, ha habido diez y seis procesos eleccionarios entre elecciones nacionales, referendums y plebiscitos. Se ha plebiscitado una nueva Constitución que garantiza los derechos a la diversidad de género, cultural, a los pueblos originarios, ampliando los derechos a la comunicación, la educación y los derechos sindicales y sociales. Funciona regularmente el Parlamento y una serie de instituciones participativas de carácter comunitario que surgieron a partir de la nueva Constitución Bolivariana.
Las modificaciones en las condiciones sociales se han hecho evidentes: En el año 2003 los hogares en condición de pobreza eran el 54 %; en el 2008 el 26% . Los Hogares en extrema pobreza eran el 72% en el 2003 y en el 2008 el 7%.
El informe social final de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) para el año 2013 señaló a Venezuela como el país donde más se había reducido la pobreza extrema y la indigencia en América Latina.
La mortalidad infantil se ha reducido por más de un tercio, cayendo desde un 21,4 hasta 13,7 defunciones por cada 1.000 nacidos vivos. Las muertes relacionadas a la malnutrición se han reducido por más de un 50 por ciento, desde 4,9 a 2,3 defunciones por cada 100.000 habitantes entre 1998 y 2006. Dos nuevos programas han contribuido a alcanzar estos logros. En primer lugar, el Programa de Alimentación Escolar, el cual brinda desayunos, almuerzos y refacciones gratis, se inició en 1999, beneficiando a un cuarto de millón de estudiantes, que para 2008 ya alcanzaba más de cuatro millones de estudiantes.
Un avance en términos de salud se ha dado en el acceso al agua potable y saneamiento, el cual se ha expandido durante todo el proceso bolivariano. En 1998 el 80 por ciento de venezolanos tenía acceso a agua potable y el 62 por ciento a servicios de saneamiento. En 2007, el 92 por ciento tenía acceso a agua potable y el 82 por ciento a saneamiento.
Entre 1999 y 2007, el número de médicos de atención primaria en el sector público aumentó por más de doce veces, de 1.628 a 19.571, brindando así atención médica a millones de venezolanos en situación de pobreza que previamente no tenían acceso a servicios de salud. En 1998, el país contaba con 417 salas de emergencia, 74 centros de rehabilitación y 1.628 centros de atención primaria en comparación con 721 salas de emergencia, 445 centros de rehabilitación y 8.621 centros de atención primaria (incluyendo las 6.500 clínicas populares, generalmente en barrios de escasos recursos) para febrero de 2007.
En materia de Educación, Venezuela, siguiendo la normativa de la UNESCO, ha sido declarada territorio libre de analfabetismo, con un índice de analfabetismo por debajo del 4% incorporándose millones de personas al mundo de la lectura y la escritura. El número de docentes se ha multiplicado por cinco, pasando de 65.000 a 350.000.
Desde la llegada del gobierno bolivariano la matrícula universitaria de Venezuela pasó de 635.000 alumnos en el año 1999 a 2.200.000 alumnos en el año 2013. Se fundaron 20 universidades públicas durante estos años de la revolución bolivariana. La UNESCO reconoció esta situación al colocar en su informe 2013 a Venezuela como el segundo país de Latinoamérica y quinto país en el mundo con mayor número de alumnos universitarios en relación a la población total.
En materia de política habitacional se pasó de 50.000 viviendas sociales o populares en 2003 a más de 350.000 para el año 2012.
Ha habido cambios sustanciales en la democratización de la palabra: la nueva Constitución Bolivariana le asignó a la comunicación la categoría de Derecho. El artículo 57 establece la libertad de expresión sin censura previa, incluyendo la responsabilización por el uso de ese derecho. El artículo 58 garantiza el derecho a una comunicación libre y plural, a la información oportuna, veraz e imparcial y establece el derecho a réplica. El artículo 107 garantiza la diversidad cultural en los medios y la obligación de tomar en cuenta las necesidades de personas con capacidades diferentes a la hora de comunicarse en forma masiva. El artículo 108 le otorga al Estado la obligación de garantizar el acceso universal a la información.
De modo que la Constitución Venezolana garantiza los derechos básicos en materia comunicacional a todo el pueblo Venezolano. El gobierno Venezolano sancionó una Ley Orgánica de Telecomunicaciones que dio pié a la creación de las Radios y Servicios de Comunicación Comunitarias. Como resultado de esta legislación y el apoyo del Estado ( a través de la quita de impuestos o el apoyo crediticio) se han desarrollado cientos de radios comunitarias y decenas de televisoras locales comunitarias en Venezuela, en los barrios y comunidades que antes estuvieron privadas completamente de voz.
En relación a la penetración de Internet, puede comprobarse una marcada expansión de conexiones: de 207.000 usuarios (el 0,85% de la población) en 1998, a 2.200.000 en el año 2004 (el 7% de la población) , llegando a los 8.731.000 en el año 2010 (el 30,71% de la población).
El gobierno de Hugo Chavez Frías impulsó la creación de TELESUR: Telesur es una emisora Pan-Latinoamericana: la constituyen los siguientes países: Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela. Además de este hecho innovador , también innova Telesur en tener un Consejo Consultivo formado por intelectuales y periodistas de diversas procedencias e ideologías: Adolfo Pérez Esquivel (premio Nobel argentino), el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, el escritor uruguayo Eduardo Galeano, el literato pakistaní Tarik Alí, el politólogo y cineasta estadounidense Saul Landau , el redactor en Jefe de Le Monde Diplomatique Ignacio Ramonet, el cineasta Tristán Bauer y el actor/activista norteamericano Danny Glover. La cadena Telesur presenta una perspectiva alternativa y contrahegemónica a las de las grandes cadenas televisivas privadas u originadas en los países centrales, cumpliendo con un rol clave para que la voz de los países del Tercer Mundo pueda ser escuchada sin filtros e interferencias.
Extrañísima pues es esta “dictadura” que se plebiscita regularmente, que aumenta el número de escuelas, maestros y alfabetizados instruidos; que funda decenas de universidades públicas; que multiplica por millones el alumnado universitario; que mejora las condiciones de vida de las mayorías, que construye casas y barrios populares y que amplía la libertad de comunicación en zonas rurales y barriadas pobres.
También debemos señalar que el gobierno democrático Venezolano no está solo ni aislado: Venezuela forma parte del MERCOSUR; de la Unión Sudamericana y del ALBA (sólo por mencionar los más importantes espacios regionales). En ellos, la vocación por defender a las democracias latinoamericanas no ha sido meramente retórica y han desplazado a la OEA (ese Ministerio de las colonias norteamericano) de la resolución de crisis político-sociales.
Lo que en verdad está ocurriendo por estas horas en Venezuela es, por lo tanto, la reiteración de un intento desestabilizador por las razones exactamente opuestas a las que esgrimen los opositores y sus medios de comunicación: En Venezuela hay una democracia que funciona a pleno, que garantiza crecientes niveles de inclusión, que ha democratizado la política, la educación, la salud y la palabra. Es el éxito, y no el fracaso, de la democracia venezolana lo que impulsa esta reacción conservadora.
Esta reacción conservadora cuenta con el aval y apoyo de las grandes agencias internacionales que repiten una y otra vez que la movilización antigubernamental es resultado de la crisis económica, la represión política y la falta de gobierno. La realidad es exactamente la opuesta: son los actores sociales de la reacción y los empresarios de una economía monopólica las que han generado las condiciones para intentar poner al gobierno bolivariano en situación de “crisis”. Los medios de comunicación asociados a la economía transnacional y a las políticas internacionales que la sostienen cumplen un rol clave: por un lado amplifican y sostienen dentro de Venezuela el relato que intentan imponer los sectores de la reacción política (inflación descontrolada, represión gubernamental y falta de democracia) y a la vez “muestran” que las calles están ocupadas por “la gente” que se opone a un gobierno en autoritario y en “crisis”.
El objetivo es transparente: no se proponen discutir las políticas, utilizar el juego democrático y la movilización pacífica para modificar la realidad. La propuesta de la reacción es terminar con Maduro y la Revolución Bolivariana, expulsar a un gobierno popular elegido hace menos de un año y , en última instancia retrotraer a Venezuela a su situación de proveedor de petróleo controlado por una élite asociada con los Estados Unidos. Una elite inmensamente rica en un mar de pobreza y exclusión económica, social y política.
La democracia que propugna la oposición venezolana es la mentira de una alternancia entre dos o más partidos de superricos y un pueblo ausente y pauperizado.
Problematizar y desenmascarar la construcción de un discurso dominante donde la democracia real es vista como autoritaria y los opositores promotores de políticas elitistas y neoliberales son los adalides de la “democracia” es , hoy más que nunca una necesidad frente a lo que ocurre en Venezuela. No es una historia nueva, la tensión entre gobiernos populares y construcción de un discurso que los deslegitime es, como hemos visto, una constante en nuestra historia latinoamericana. Estamos siendo testigos durante estos días de un capítulo más de esta larga batalla entre gobiernos nacional-populares que buscan liberar a los sujetos individuales y colectivos y la voluntad hegemónica de las elites que pretenden encadenarlos con el disfraz de una libertad ficticia y retórica.