Vivir en sociedad, conlleva siempre la inercia, la necesaria para la reproducción de las condiciones establecidas. Si alguien no intenta ir más allá de eso, porque con lo logrado siente cierta satisfacción, con la deriva inercial alcanza, y hasta por ahí sobra. En el sentido común no hay nada que se oponga a dicha lógica, y es tal vez por esto que la pequeña llama del piloto automático, nunca se quiera poner en juego, a riesgo de perderla como único sostén de una vida ya predeterminada y rutinaria.
En tiempos de pocos cambios o de conservadurismo, el método descrito, es el pilar donde se apoya la vida cotidiana. Muy diferentes son los períodos donde las transformaciones, nos sorprenden día a día, y es ahí donde el conformismo hace crisis, es decir donde emerge el deseo como variable que ya no puede vivir tan cómodamente con lo existente. Son los tiempos de las buenas ideas, de las mejores intenciones, de una renovada voluntad, pero también de los frenos que impone la inercia aún no derrotada.
En todo tiempo existen dos movimientos entre sí contradictorios pero a la vez simultáneos, uno que apuesta a los cambios, y otro que retrotrae a la inercia. Sin una visión clara acerca de donde dirigir el rumbo, la segunda opción es la que prima.
Tener buenas ideas, sin dudas no alcanza, como tampoco la existencia de condiciones favorables. Ambas son el resultado casi espontáneo de un tiempo diferente y a la vez propicio, y que a su vez exigen que sean reconocidas no como el fruto de mi gran imaginación o sagacidad, sino como parte de un sentido colectivo que me atraviesa.
Tener buenas ideas, no alcanza, hay que ponerlas en práctica, ya que es la única manera de romper la inercia, y esto supone indefectiblemente tiempos concretos y tangibles, para que las ideas se concreticen, produzcan ciertas rupturas, para luego retroalimentarse y reproducirse.
Saber que hay que hacer para que una idea, sea llevada a la práctica, tampoco alcanza. Es necesario saber que hay tiempos, que hay instantes precisos para dar el golpe, y que si estos no se dan dentro de dichos parámetros, la oportunidad se pierde.
No hay condición favorable que se sostenga en el tiempo sino se producen determinados actos, que reviertan la inercia. Incidir en la realidad es incidir en el tiempo del Otro, pero hay que estar preparado para hacerlo, ya que sino ni siquiera hay que atreverse a iniciar un movimiento, porque una vez iniciado, ya no debiera detenerse, parafraseando a Danton implica “Audacia, audacia, audacia…” sino la derrota misma.
Sarmiento decía que las ideas no se matan, pero a la práctica de las ideas, la vence el tiempo.