Hace ya treinta años (1983) el cineasta Woody Allen estrenaba “Zelig”, un docu-ficción inspirado quizás en una de sus tantas preocupaciones de orden psicoanalítico, que anticipaba sin pretenderlo lo que casi una década después sería una de las tantas regularidades discursivas de las democracias en el mundo: el fin de la historia y la muerte de las ideologías.
Allen, desde el punto de vista político, no planteaba la cuestión como un problema colectivo, aunque sin intencionalidad comenzaba a describir los rasgos de lo que sería el síntoma de una nueva era en la política mundial. En efecto en su film narra la historia de Leonard Zelig, un sujeto que aparece repentinamente en la sociedad estadounidense de principios del Siglo XX y que padece una extraña afección: mimetizarse con el medio ambiente más directo que lo rodea.
De este modo Zelig, a quien la prensa llama “el hombre camaleón”, logra adaptarse fácilmente a las circunstancias y contextos que le toca recorrer. Si está con un chino, se transforma en un chino. Si está con un francés adopta sus rasgos y comienza a hablar en un francés perfecto. Si está con un médico, se convierte en médico. En un campo de deportes se convierte en un jugador de béisbol y así sucesivamente con cada una de las personas que convive en forma directa. “Su historia refleja la esencia de nuestra civilización”, explicaba uno de los falsos testimonios entrevistados por Allen para sostener desde el formato documental que Zelig efectivamente existió y así describir el clima de época.
En la historia, Zelig que es tratado como un objeto de estudio y logra generar un atractivo mundial, es asistido por la doctora Eudora Fletcher (Mia Farrow), la que logra estabilizarlo hasta que una nueva crisis comienza a generarle otra vez dificultades. En su periplo, Zelig ha sido comunista, judío ortodoxo, fascista, republicano, indio americano, chino, gordo, flaco, payaso, psicoanalista, entre otras cosas.
El personaje Zelig resulta interesante en dos sentidos: En primer lugar anticipa los postulados del politólogo Francis Fukuyama, el que en su libro “El fin de la Historia” planteaba en la década del ´90 que la historia de la humanidad y sus confrontaciones ideológicas había concluido -con lo cual las diferencias en el seno de una sociedad ya no tenían sentido, pues quien había sido comunista, o socialista, ahora podía convertirse en otra cosa distinta a ello-, y en segundo lugar porque Zelig hoy cobra más vigencia que en el año 1983 cuando la película fue estrenada. Así, por destacar casos emblemáticos, podemos citar a los precandidatos Martín Lousteau y Julio Cobos por SUMA+, o la de Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires. Tienen un pasado común: la confrontación en la discusión en torno a la resolución 125 hacia adentro de las fuerzas del Kirchnerismo, y haberse despegado como si tal cosa para luego construir desde afuera una oposición encendida. El caso de Massa es un asunto con singularidades: se despegó de FpV y ahora se plantea frente al proceso político con ciertos matices que generan que De Narváez diga que es la continuidad del Kirchnerismo, o que el oficialismo sostenga que su figura implica un alineamiento automático con Estados Unidos.
Si se recorre el espinel, en los municipios pasa otro tanto. Casos menos conocidos, o con menos resonancia mediática, por tratarse de distritos muy pequeños, pero que hablan por sí solos del escaso valor que tiene para algunos candidatos un proyecto político sostenido a partir del convencimiento ideológico.
Por ejemplo en General Rodríguez uno de los candidatos a disputar un lugar en la lista de precandidatos a concejales del Frente Progresista Cívico y Social es Hernán De Carli. Se supone que es un empresario vinculado al rubro productos de limpieza. El 17 de noviembre del 2008, fue detenido en la “causa de la efedrina”, por una pista relacionada con el triple crimen de Gral. Rodríguez. Según un testigo protegido, una camioneta Dodge RAM de su propiedad había sido vista en la zona donde ocurrió parte del hecho.
De Carli había sido en 2011 precandidato a la intendencia en las PASO por una de las listas que acompañó a Cristina Fernández, pero ahora fue invitado a participar de la contienda electoral por un sector del frente que formaron la Unión Cívica Radical, el Partido Socialista y la Coalición Cívica-ARI. Ejemplos abundan a lo largo y ancho de la provincia.
El publicista, y escritor Fernando Braga Menéndez, comentaba esta semana en el programa Siete Punto Cero, que conducen Luis D´Elía y Leonardo Cofré, que históricamente los sectores de la derecha argentina hicieron mímesis en los movimientos populares, cuando se quedaban sin candidatos o referencias fuertes para poder afrontar los procesos electorales. La experiencia más funesta de la Argentina remite a la presidencia de Carlos Menem, período en el cual los sectores más reaccionarios de la sociedad se recostaron en una buena parte del peronismo para avanzar en la modificación de la estructura económica del país.
Científicos italianos, descubrieron en la década del ´80 un caso real de mímesis al que bautizaron con el nombre del protagonista de la película de Allen: “Síndrome de Zelig”. El paciente fue detectado en la Clínica Villa Camaldoli de Nápoles. Los investigadores descubrieron que la afección, “se debía a una pérdida de la inhibición del lóbulo frontal, cuya función es el control de la identidad del sujeto, y a consecuencia de ello se producía en el sujeto una atracción hacia el rol social que proponía el ambiente”.
Este cronista está convencido de que esta patología no abunda, pero que extraños casos como el de Zelig se pueden verificar con bastante frecuencia en la realidad nacional. Sin embargo, este artículo quiere dejar a salvo a un conjunto importante de organizaciones políticas y sociales del campo popular, las que no deberían pagar los platos rotos por los acuerdos que a veces se cierran en la superestructura y que terminan por reproducirse en la base social. En ellas, las exceptuadas, abreva la cuota de esperanza necesaria para que la sociedad pueda avanzar, propiciando una mirada crítica sobre los procesos electorales. Nombrar a algunas y omitir sin intención a otras sería injusto.