El sábado me tocó escuchar el discurso de Cristina desde cierto escepticismo que no viene al caso describir, pero que si alguien quisiera rastrear, principalmente tiene que ver con ser parte de una generación que a partir del desencanto, pudo moverse en la más absoluta creatividad y sortear las barreras invisibles que el sistema impone para hacernos fieles devotos del orden constituido. “Yo no me la creo” dijo Cristina, y en eso hay un punto en común. Como había dicho “él”, pero en la que se incluye “ella”, yo (sujeto del enunciado) también puedo decir que pertenecemos a una generación diezmada, que nos faltan muchos de los que éramos, treinta mil, y vaya a saber cuantos más que por miedo o vaya a saber qué intentaron dormir sus ilusiones juveniles, y desaparecieron como subjetividad que hoy formaría parte de una inobjetable gran fuerza.
Como cuando uno aprecia una melodía conocida, también se puede escuchar un discurso y saber que en el noventa y pico por ciento, uno sabe de que se habla y a la vez compartir: Eso me pasó mientras escuchaba a Cristina, cuando mi padre, un viejo peronista me decía pero esto que está diciendo, la mayoría ni lo entiende. Pienso un poco y le digo; -pero si los discursos del Pocho, los comprendía él nomás- porque en verdad hay muchas cosas que decía Perón que eran inentendibles, y ue a la vez se presentaban para que algunos interpreten lo que les parecía mejor para sus posiciones políticas. Recuerdo que el ´74 mientras hacía el servicio militar en Córdoba, me había comprado un libro donde estaban los discursos del general, desde su vuelta a la Argentina tras la proscripción, y claro uno con otra formación filosófica no sabía de que hablaba mientra hacía referencia a lo insectívoro, para dar un ejemplo, por ahí lo suponía, pero a sabiendas que con rigor uno no sabía precisamente de que hablaba, y no se si muchos peronistas lo hubieran sabido o pudieran saberlo. -Tal vez no sea peronista- deslizó Cristina en tono casi irónico, cuando se refería al derecho de huelga, aclarando que no al chantaje ni a la extorsión, y en eso peronistas o no, conocíamos las mañas de ese viejo sindicalismo vandorista que aún sobrevive, y que su lema siempre fue “Golpear para negociar” para saciar apetitos solamente corporativos. “Derecho a huelga sí, pero no al chantaje y a la extorsión” afirmó Cristina aseverando que muchos sindicalistas la fueron a ver para que apruebe la ley de flexibilización. “Muchos son los que fueron a verme”
Si bien como decía al principio, comencé a escuchar a Cristina con cierta decepción, o más bien desencanto por cosas que nada tienen que ver con todo esto, todo fue cambiando al escuchar sus palabras que nunca las tomaré como hacen otros, para repetirlas como frases vacías, ya que sino sería partidario de la magia, y de la labilidad de ciertos encantos. Terminar de dar vuelta la página en lo referido a delitos de lesa humanidad, y hacer cumplir la ley de medios, fueron sus primeras proposiciones, y como soy bastante rebuscado quisiera que lo que ella dice, o lo que propone como trazo grueso de la política nacional se haga carne hasta en el más recóndito espacio del territorio argentino. Parafraseando a Lacan, diría profundizar el modelo no sólo en intención, sino también en extensión, ya que hay lugares conocidos donde pareciera que las propuestas concretas de Cristina aún no llegaron, aunque se diga o se aparente que si. Hace tiempo que vengo diciendo que falta el trazo fino, y Cristina me aporta ahora su nuevo leit motiv, el de la sintonía fina.
Todos los opositores a este gobierno, casi al unísono, en los últimos tiempos ya no pueden negar el crecimiento pero el argumento explícito es que hay viento de cola, el país es un simple reflejo de lo que pasa en el mundo, es una objetividad que no necesita de nadie para poder ser así. Más allá de la perogrullada que representa ese enunciado, a veces creo que por debajo de lo que sucede en las alturas de la nación, también sopla un viento similar, y que muchos ni siquiera están al tanto de por qué es así. Si el modelo no se desarrolla por debajo, entre la ciudadanía, en los municipios, en los barrios, y no se comienza a crear un nuevo sentido común, es probable que puedan existir miniaturas de la crisis de 2001, en el nivel molecular, porque la escisión entre sociedad política y sociedad civil, tiene un límite, o se vuelve al pasado o se marcha hacia el futuro tal como la presidenta nos lo está planteando. Habiendo recién comenzado este mandato, el empate siempre será inestable.