“El chisme, hijo de la ligereza y del invento, es pariente plebeyo del Secreto. El secreto exhibe dignidad, prestigio… Conoce íntimamente a la Circunspección. Se codea con la Sobriedad y la Historia. Está ligado por línea directa al Silencio y a la Etica. Se dice heredero de la Verdad y cena en la casa del Poder. … el chisme propiamente dicho disemina una invención irreal. El emisor sabe que miente, su intención es francamente maliciosa; en forma abierta o solapada, su mensaje transporta un deseo hostil…” Laura Palacios El Secreto y el Chisme.
En los últimos tiempos el chisme parece la materia prima del periodismo. Abandonando la ética y sin ningún tipo de sobriedad ni respeto por la historia, el chisme, amplificado por el dispositivo mediático, se convierte en el eje de las discusiones políticas. Los Medios con sus tapas, títulos, síntesis, grafos vacíos de verdad le dan texto a la política. Alimentan de mentira la construcción de poder.
“El valor a ser visto (en la tele) y en convertirse en tema de conversación, es que la gente está dispuesta a abandonar sin temores lo que antes era llamado decencia, (no digamos ya la protección de la propia privacidad).” Umberto Eco.
Este fenómeno en el que los Medios avanzan sobre la privacidad de la gente y a su vez la gente “entra” en el juego para ser vista por televisión está en la raíz del juego con el que los Medios ocupan el espacio público de la política.
El caso Ciccone es una muestra de este mecanismo donde se combina el chisme, la mentira, el afán de aparecer en la tele. Laura Muñoz se hace famosa por denunciar a su ex marido Alejandro Vandenbroele. Sin fallo firme de la justicia, desde ese dato se construye la pared que lapida mediáticamente al vicepresidente Amado Boudou. En el Parlamento, los políticos mediocres utilizan los argumentos que los Medios vienen propalando desde hace más de 8 meses. Los que no lo hacen son reprendidos por las editoriales domingueras.
Cerrando los oscuros manejos de una empresa que avanzó sobre lo público en los años del neoliberalismo y de las privatizaciones, el papel moneda vuelve a ser impreso por el Estado. Cualquiera fuere la causa que lo motiva, a la hora de definir, el kirchnerismo opta por políticas públicas estatales.
El petróleo, el agua, la electricidad, la educación, la salud y la comunicación, herramientas estratégicas para el desarrollo de los pueblos dejan de ser negocios para los privados. Este es el cambio producido por el Kirchnerismo a partir del año 2003. Ante cada puesta en crisis de los sectores privatizados, el gobierno plantea leyes que corrigen las enajenaciones de los 90. “El Estado ya fue” Bajo esa consigna se privatizó todo y a cualquier precio. Hoy se reestatiza al precio justo, cuestión que además defiende puestos de trabajo. Las privatizaciones fueron el camino a la desocupación: ferrocarriles, energía, comunicación dejaron cientos de trabajadores en la calle.
La Comunicación, con una Ley revolucionaria en ejecución, sigue siendo un ariete en las políticas privatistas promovidas por los Grupos Concentrados. Aunque falta mucho por corregir, los vicios que se adueñaron de la tarea periodística y los periodistas comienzan a estar en cuestión. Cuando el chisme deje de aparecer como información, la profesión recuperará su ética, el debate previo de las ideas será esencial para cualquier toma de decisión política, avanzando además en la calidad institucional de la democracia.
Salvando la elección de Raúl Alfonsín y la de Cristina Fernández, el grupo Clarín, de la mano de Héctor Magnetto, lograba que los presidentes tuvieran que reportar y tenerlo como aliado. Las instituciones políticas comenzaban a creer que el presidente lo ponía el Grupo y que si se lo enfrentaba no había quien pudiera gobernar con las tapas de Clarín en contra.