Hoy es un lugar común en la militancia nacional y popular hablar de
“profundizar el modelo”, y si bien todos intuimos más o menos de que hablamos cuando nos referimos a ello, creemos que es bueno sostener una posición que pueda inscribirse en un debate, que en el mediano plazo debiera limar ambigüedades y sostener un auténtico proyecto de emancipación.
Coincidimos con el planteo del sociólogo Julio Godio, cuando afirma que desde el año 2003, Néstor Kirchner inauguró una “revolución desde arriba” cuando se encontró con que “el poder del Estado estaba ‘vacante’, y reclamaba ser ocupado por una fuerza política renovadora” pero que él “no necesitaba contar con un partido político fuerte para ocupar ese poder vacante” ya que “Su audacia política, un equipo político experimentado y un programa nacionalista claro fueron suficientes.”
Según Godio, Néstor “fue fiel en la práctica a la concepción de Perón sobre el carácter del partido político” ya que “En efecto, Perón se planteó a partir de 1944 construir un ‘partido de Estado’, acorde con sus convicciones políticas más profundas.” Desde este punto de vista podemos ver como se fueron produciendo algunas transformaciones sustanciales de la estructura estatal. La anulación de las leyes de impunidad marcan una ruptura sustancial con todo lo anterior, ya que es el Estado mismo quien se cuestiona a sí mismo, en su responsabilidad en delitos de Lesa Humanidad y se comienza a condenar a los responsables. Un Estado que se cuestiona a sí mismo y principalmente en sus modos de monopolizar las fuerzas de represión, sin dudas ya no es el mismo estado, sino algo nuevo que comienza a gestarse, y mucho más cuando además se renueva otro poder estatal como lo es la Corte Suprema de Justicia.
El neoliberalismo imperante en nuestro país desde principios de los noventa había instalado la idea de que el estado no debía intervenir en la economía, para dejar rienda suelta a la incursión de capitales globales, teniendo como ariete inamovible de ello a la deuda externa. Desprenderse del FMI y poner al estado como palanca de la economía, no solamente para realizar la puja distributiva, sino principalmente para generar nuevos puestos de trabajo, avanzando sustancialmente contra la desregulación laboral de la segunda década infame; a nuestro entender fueron generando el germen de una nueva institucionalidad que pudiera romper definitivamente pero de forma gradual, con la estructura estatal del capitalismo dependiente.
Coincidimos con Godio en que “la revolución desde arriba” tiene un límite, y es en ese punto donde cobran extremada vigencia tanto los pronunciamientos acerca de una revolución cultural en marcha, como la mayoría de las expresiones vertidas por la presidenta Cristina Fernández el pasado 11 de marzo en Huracán. Allí la mandataria subrayaba los modos de la construcción política, haciendo hincapié en que hoy no se trata de construir en contra de algo, sino a favor de los logros alcanzados, ubicando como interlocutores principales a los jóvenes, a los cuales les pedía que “construyan su propia historia” y “que sean ellos mismos”. Les pedía principalmente construir sobre las coincidencias, y con amor y sin odio, recordando de alguna manera aquella sentencia de Mao sobre que al odio se lo vence con amor.
En aquel escenario Cristina también enfatizaba la profundización de la organización popular, realizando una ecuación en la cual Pueblo es igual a Nación. Este modelo organizativo supone una construcción orgánica que necesariamente no puede depender exclusivamente de algunos dirigentes, a los cuales también les pidió suprimir mezquindades, para poner el acento en el desarrollo colectivo, y poder avanzar hacia la institucionalización del proyecto nacional y popular, teniendo en cuenta que esto no es el resultado de algún decreto o alguna ley, sino que ello va a ser el producto de que esto se haga carne en el pueblo. En este sentido Cristina manifestaba también la necesaria lucha contra la subordinación cultural, y la construcción de un relato que pueda dar cuenta permanentemente de los logros alcanzados, para que esto sea un piso para avanzar hacia cambios más profundos.
Si nos detuvimos en analizar aquel discurso, es porque en él encontramos muchas de las pautas principales de cómo se debiera proyectar la tan mentada profundización del modelo. Creemos que la nueva organicidad planteada debe necesariamente plantearse el desarrollo territorial del proyecto, principalmente en la base, en los municipios, en los barrios, en los puestos de trabajo, en la cotidianeidad, para que pueda vertebrarse una verdadera construcción de poder popular, que pueda articular los logros del gobierno con las bases de la sociedad en su conjunto, y a la vez que desde estas bases, puedan generarse otras políticas que se transformen en políticas de estado.