Por Walter Barboza
La marcha comenzó cerca del mediodía. Los organizadores aseguran, con pronóstico favorable, una concurrencia de 50 mil almas. El ánimo de los manifestantes, cotillón, carteles, consignas y cánticos mediante, señala la voluntad de seguir adelante con el paro por tiempo indeterminado.
Más que una confrontación con el Gobernador Sicioli, y los hombres de su gestión, la masividad de la concurrencia parece ser una respuesta a un viejo problema que aqueja a maestros y profesores: la calidad y cantidad del salario y las condiciones y medio ambiente de trabajo. Y en ello vale recordar que antes de resolver el problema de la enseñanza primaria y media como un sistema en sí mismo, la Argentina ya tenía tres universidades en el país: Córdoba, UBA y La Plata. El dato no es menor y es significativo, puesto que sólo cuando las clases dominantes vieron peligrar la posibilidad de mantener el monopolio de las carreras tradicionales, y por ende los cargos públicos y de gobierno, alentaron la creación de establecimientos educativos de formación técnica orientados a atender a la clase trabajadora.
Con ese contexto histórico de fondo, no es de extrañar que los salarios docentes hayan quedado relegados a un segundo plano, incluso detrás del salario de la policía provincial.
Por ello el conflicto docente parece haber llegado a un punto sin retorno: si los gremios ceden al pedido del gobierno de volver a clase, habrán perdido la pulseada. Pero si el gobierno cede ante la fuerte presión sindical, ello sería un signo de debilidad para una gestión ya vapuleada por resultados electorales adversos. En esa división tajante se encuentra los padres, los que todavía no han expresado del todo cuál es su posición y a los que insidiosamente muchos operadores de prensa han intentado enfrentar con los gremios. Llegaron a introducir en el debate una caracterización del sistema de enseñanza que a buena hora debería ser discutido: es la educación un servicio esencial o un bien público.
La marcha de esta semana es una muestra contundente del malestar de los educadores. Lo dejaron entrever con cánticos y discursos en los que señalaron con firmeza que no darán el brazo a torcer, incluso bajo las advertencias de la aplicación de descuentos que hicieron los funcionarios de primera línea del gobierno provincial.
El dato significativo es que en la medida, como nunca, se cumplieron los pasos formales de discusión y debate. Asambleas de los gremios de base, plenarios de secretarios generales y congresos. En todos los casos las posiciones de los docentes fueron muy duras: no iniciar las clases si no se avanza en una verdadera recomposición salarial.