Emilio Marín
El jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires dijo que eliminaría «Fútbol para Todos». Eso y confesar que es un operador de Clarín-Cablevisión es más o menos lo mismo. Un nuevo pelotazo en contra de Macri.
Cuando se le acabó la nafta para la carrera presidencial de 2011, Mauricio Macri se presentó a la reelección porteña. Y ganó en primera vuelta con el 62 por ciento de los sufragios, una cosecha increíble para un político que dice ser conocedor del fútbol pero que se mete un gol en contra en cada partido.
El último fue su declaración a radio La Red, de que si llega a la presidencia eliminaría «Fútbol para Todos» (FPT), convencido de que antes el fútbol estaba «maravillosamente bien», sin necesidad de que intervenga ni manipule -fueron sus expresiones- el Estado o el gobierno nacional.
Tal supuesta independencia del negocio empresario respecto al Estado, es una falsedad del arco empresarial y político del neoliberalismo, equipo del que aquél formó parte en sus dos versiones. Usó las dos camisetas.
Lo hizo como político admirador de Carlos Menem («gran constructor», lo elogió hace unos años) y luego saltando él mismo a la cancha con la camiseta amarilla del PRO, sigla pirateada al videlismo. Este espectro partidario, aunque presume de la mayor prescindencia del Estado, en los hechos lo empleó y emplea para favorecer sus emprendimientos privados.
Y esa misma actitud se advierte en la gestión empresarial de Macri. Como vicepresidente de Socma estuvo en altos cargos en el Correo privatizado, la automotriz Sevel, la constructora Sideco (también con peajes en las rutas), etc. Y en todos estos casos aprovechó de las privatizaciones, el pago de canon y subsidios del Estado y otras cosas que fueron directamente ilegales. Sevel tuvo denuncias por contrabando formuladas por la AFIP por cifras millonarias.
Decir que antes de «Fútbol para Todos» ese deporte estaba televisado «maravillosamente bien» es desconocer que entonces había que pagar para ver los partidos e incluso también abonar una suma extra, para los «codificados» o clásicos. De lo contrario, el común de los argentinos debía esperar hasta el domingo a la noche para recién poder ver los goles que se habían producido en los partidos de viernes, sábado y domingo. Aún teniendo cable, en vivo sólo podían verse las tribunas, banderas y caras de los espectadores: el rectángulo de juego y sobre todo el arco y la pelota eran asuntos prohibidos.
Semejante contradicción en un país futbolero tenía una sola explicación. Clarín-Cablevisión era el dueño de la pelota, con sus centenares de cables. Más aún, a la inversa y recíprocamente, al secuestrar los goles fue arrinconando y comprando canales en todo el país, consolidando su posición hegemónica.
Ese pasado murió a mediados de 2009, cuando Cristina Fernández recuperó el fútbol con un programa cuyo nombre es exacto. Para Todos. Gratis.
Macri para pocos. En crítica al mandamás del PRO estuvo muy afilado el jefe de Gabinete, Juan M. Abal Medina. Se la mandó de emboquillada: «Macri quiere un fútbol para pocos». Tal cual. Evidentemente las reuniones con Héctor Magnetto, como la tan publicitada de 2010, se pagan. Igual con la cobertura que el medio monopólico hace de la figura del jefe de gobierno porteño, al que busca salvarlo tanto como pueden. Por ejemplo, con el poco centimetraje dedicado a investigar o al menos reflejar la causa judicial donde está procesado por las escuchas ilegales de la banda de Ciro James y el comisario Jorge «Fino» Palacios.
El resto de los políticos de oposición, con mejor cintura política que quien habita en Bolívar 1, no tuvo esa postura liquidacionista para con el programa «FPT». Incluso Elisa Carrió, que no se distingue precisamente por su cintura ni su flexibilidad, planteó algunos cambios pero no la supresión del mismo.
Con una postura tan elitista, el declarante no sólo ve alejarse sus ya remotas posibilidades de instalarse en 2015 en el sillón de Rivadavia, sino que incluso ahora se le haría difícil volver al palco VIP de la Bombonera.
Para decirlo en términos futbolísticos: Macri se metió un gol en contra, tomó la pelota con la mano en su área, regalando un penal; lesionó a un compañero cuando el técnico ya había hecho los tres cambios y encima se hizo expulsar. Todo en el mismo partido, además de faltarle el respeto al público local y al visitante.
Es factible que algunos dirigentes macristas que tienen un poco más de potrero que el ex Cardenal Newman, casos de Cristian Ritondo y Diego Santilli, se alarmaran por las declaraciones de su jefe político. El macrista Daniel Angelici, presidente de Boca, tendría insalvables inconvenientes para defender esa decisión tan antipopular de cara a los simpatizantes de Boca.
A ese extremo de aislamiento lo llevó no tanto su falta de sensibilidad social, que por cierto padece, sino sobre todo su obsesión política por ubicarse en las antípodas de todo lo que haga, piense o proponga la presidenta de la Nación. Ese sectarismo político lo llevó a semejante descuelgue que ni buena parte del PRO aprueba.
No pega una. En la misma semana que se enredó solo con sus dichos a «La Red» y se cayó al foso, Macri estuvo enfrentándose con entidades ambientalistas, vecinos y opositores políticos por la tala de árboles en la Avenida 9 de Julio. En vez de invertir en más transporte público bajo tierra, en una ciudad tan congestionada como la Capital, el alcalde lleva adelante el proyecto de Metrobus, supuestamente para «ir de punta a punta de la avenida más ancha», como alegó.
El juez Guillermo Schleiber hizo lugar a una presentación de amparo del ex legislador del ARI, Facundo Di Filippo contra «la tala de árboles y quita de espacios verdes». Ahora los funcionarios municipales están procurando remover la cautelar diciendo que sólo fue un «transplante» y quita de pocos «árboles enfermos». Presumen, con pocos argumentos, que la macrista es la administración «más verde» de toda la historia de la ciudad, pero hasta Greenpeace, amiga del PRO, debió salir al final a deslindarse de esa tala en pleno centro.
El viernes pasado la presidenta lo criticó por elevación diciendo que para talar en El Calafate deberían pasar sobre su cadáver. Como el aludido replicó con las hectáreas de árboles que el gobierno nacional habría desmontado en Tecnópolis, las autoridades de la muestra en Villa Martelli contestaron con vistas aéreas del lugar año a año, mostrando que tal acusación era mentirosa. Y CFK lo revoleó desde el sur diciendo que «el talador cree que todos son de su condición». Macri se fue al vestuario otra vez con el arco roto. Como siempre, le echaba la culpa al gobierno nacional, al árbitro, a la mala suerte…
Sin pretender hacer la historia del personaje, simplemente tomando el segundo semestre del 2012, cabría recordar la denuncia del gobierno porteño contra los alumnos que tomaban escuelas reclamando mejoras y contra docentes que criticaban a esa administración.
Luego, en agosto de ese año, el ministro de Educación, Esteban Bullrich, por orden superior, creó un 0-800 para recibir denuncias contra actividades políticas de entidades como La Cámpora en las escuelas y colegios. Se la bautizó inmediatamente como «0-800-facho» y terminó levantada, frente a un mar de críticas.
En esos meses hubo paros y marchas de docentes, de UTE-Ctera y otros gremios, por salarios, condiciones de trabajo y levantamiento de sanciones. También de miembros de cooperativas y fábricas recuperadas, ante los intentos macristas por desconocerles la legalidad y propender a que los viejos dueños privados recuperaran sus bienes abandonados en 2001-2002.
Hubo varios paros de los empleados del Subte, el más prolongado de diez días y Macri estaba sentado en el banquillo de los acusados, junto a Metrovías. A principios de año aumentó 127 por ciento el costo del viaje, que pasó de $1,10 a $2,50.
En diciembre de 2012 fue el turno de las orquestas juveniles que se plantaron ante la sede del gobierno, sobre la Avenida de Mayo al 600, contra la reducción de presupuesto, cancelación de conciertos y cierres.
A todo esto debe sumarse el mal humor de los vecinos por los importantes aumentos de tasas como el ABL, y por las inundaciones de barrios como Núñez y Belgrano, cada dos por tres. No es que por ello el equipo de Macri se vaya a ir al descenso, pero ya no es el líder que ganó la reelección con el 62 por ciento.
Se sabía perfectamente su alineamiento de clase empresarial y con lo peor de la política neoliberal. Su corte de cintas con la cúpula de la Sociedad Rural es un deber sagrado, año a año, más ahora que hubo un decreto del PEN tratando de recuperar ese predio. El hombre se casó en Tandil y se precia de propietario rural.
Esa ubicación tan a la derecha era conocida, como sus vínculos con el PP español de José María Aznar y Mariano Rajoy, y con el Polo de la Libertad del decadente Silvio Berlusconi.
Lo que no era tan evidente era que, a raíz de esos vínculos con el gran capital, en este caso Clarín, el jefe del PRO se hiciera un gol en contra, proponiendo la supresión de «Fútbol para Todos» y lo saliera gritando contra todo el estadio. Puede haber sido su peor jugada, que lo condene a jugar sólo en la Liga de Intendentes.