Por Nadia Ileana Erice
Es una afirmación más que comprobable, que vivimos en una sociedad machista y patriarcal. Tenemos en Argentina un dicho, tanto para cuando nacía un bebé varón (previo a la era de las ecografías, en donde las mujeres alumbraban sin saber el sexo de su hijo), como para cuando un hombre actúa de manera varonil: “macho! dijo la partera!”.
Pero ninguno para cuando nace una nena, o cuando una mujer se comporta de manera “femenina”.
No es la cuestión principal aquí, comenzar una batalla campal entre los géneros. Lo que se trata, es de cuestionar y poner sobre el mostrador una problemática que acarrea consigo, desigualdades desde el siglo cero.
Conocida es ya la lucha del feminismo (desde el siglo XVII hasta nuestros días) por lograr acceder a derechos para las mujeres.
Sabido es también que, si bien esa lucha dio grandes resultados, todavía faltan miles de objetivos por alcanzar.
El colectivo femenino sufre el acoso callejero. Las mujeres siguen muriendo a causa de abortos clandestinos mal practicados (en su mayoría son jóvenes de escasos recursos, imposibilitadas de afrontar un aborto con un profesional, para evitar la mala praxis y que los realice en las condiciones sanitarias necesarias, para evitar infecciones e incluso la muerte). La mujer padece la discriminación laboral y remunerativa. Entre tantas otras.
Hablemos de un ejemplo concreto, como lo es el Código Electoral de 1991, en donde se especifica un mínimo del 30% femenino para la conformación del Congreso de la República Argentina. Esto indica en las generalidades, que cada dos hombres en la lista, debe haber una mujer. (Esto es relativo y proporcional a la cantidad de legisladores que se renueven en esa elección. Lo cierto es que debe mantenerse siempre el 30% de mujeres en la totalidad). ¿Y por qué no un 50%? ¿Por qué no un hombre cada dos mujeres?
Por otro lado, no hace falta hacer una investigación profunda, para conocer que los CEO (gerentes generales) de grandes empresas nacionales y multinacionales, son hombres. Varones. Masculinos.
Con sólo colocar en el buscador Google en internet la sigla CEO + el nombre de la empresa, podemos enterarnos que: Noblex, Samsung, LG, Phillip Morris, entre muchas otras, son hombres.
Un caso particular, es el de AVENT (empresa que fabrica una línea de productos específicos para la maternidad, el puerperio y bebés, perteneciente a PHILIPS) que también tiene en su dirección general a Greg McGrath. Lejos está de ser un nombre de mujer.
La maternidad, se convierte en la arista principal en la vida laboral de las mujeres. Sería ilógico cerrar el concepto de maternidad en una sola definición. Hay tantos tipos de maternidad como mujeres en el planeta. Inclusive podría decirse que encierra también, la idea de la no-maternidad.
No entrarían en este campo conflictivo (hablemos de conflicto desde un punto de vista positivo, que permite la ruptura para generar un cambio) aquellas mujeres que optan por no tener hijos.
Porque, démosle un empujón a este paradigma de mujer que DECIDE no tener hijos; que decide, porque el hecho de ser mujer, no indica la correlación absoluta de convertirse en madre.
Volviendo al colectivo de mujeres que sí deciden emprender el camino de la maternidad. Se embarazan, paren, atraviesan el puerperio y como consecuencia, serán madres el resto de su vida. La discriminación laboral comienza allí.
La mujer que será madre, resultará un empleado improductivo durante meses (y años si decide volver a embarazarse) por lo tanto, a los ojos del sistema de producción del mercado, es una empleada desechable, o como mínimo con pocas posibilidades de ser tenida en cuenta.
Como sociedad reproducimos conductas y prácticas que se sostienen con ideales que fueron construidos hace siglos, sobre los estándares de una sociedad patriarcal.
La mujer sólo era tenida en cuenta para el quehacer doméstico, procrear, criar a los niños y tenían permitidas sólo ciertas actividades sociales, como reuniones de, té o comunitarias de caridad.
Dice la Dra. Marta Fontenla* que el patriarcado, o sociedad patriarcal “En su sentido literal significa gobierno de los padres. Históricamente el término ha sido utilizado para designar un tipo de organización social en el que la autoridad la ejerce el varón jefe de familia, dueño del patrimonio, del que formaban parte los hijos, la esposa, los esclavos y los bienes. La familia es, claro está, una de las instituciones básicas de este orden social.[…] En los relatos sobre el origen o la creación de los sistemas de organización social y política, del mundo público y privado, hallamos historias conjeturales, considerando algunas que la sociedad emerge de la FAMILIA patriarcal, o las más actuales, que se origina en el contrato. El PODER en el patriarcado puede tener origen divino, familiar o fundarse en el acuerdo de voluntades, pero en todos estos modelos, el dominio de los varones sobre las mujeres se mantiene”.
En nuestro país, por ejemplo, si bien la ley Saenz Peña data de 1912, las mujeres recién accedieron a su derecho a votar 40 años más tarde, en 1952 gracias a la conducción incansable de Eva Duarte de Perón.
Respondiendo a estas costumbres y resistiendo al orden dado, la década del 70 en todo el mundo propició el contexto ideal para construir la base para el cambio o, mejor dicho, la transformación de varios aspectos que tienen que ver con la vida moderna de las sociedad en general y en particular, de las mujeres.
No vamos a llamarlo “cambio radical”. Dado que, si bien desde ese momento en adelante ha crecido la cantidad de mujeres profesionales y que, conforme pasan los años, esa cantidad aumenta considerablemente, hay campos de trabajo que son exclusivos para el desarrollo y el progreso profesional de los hombres.
Teóricamente hay toda una idea progresista generada en torno a la aceptación de la mujer ocupando puestos de trabajo de importancia en la conducción y toma de decisiones, pero en la práctica ya pudimos ver que quienes llegan a las cimas (en los primeros párrafos ya hablábamos de los hombres encabezando las gerencias de importantes empresas) no son ellas precisamente.
Y los puñados que sí lo logran, no hablaremos aquí con el concepto de colectivo, dado que por su poca cantidad no llegan a conformarlo. Recién hacíamos alusión al ámbito privado. Y si hablamos del ámbito público, la cosa no mejora. De 194 países en el mundo, sólo en 17 de ellos ocupa su conducción una mujer.
El mayor porcentaje se registra en América, ya que de los 35 países que la integran, 6 (el 17%) tienen una mujer como primera mandataria: Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Jamaica y Trinidad Tobago. En el caso de Europa, de 50 países también 6 (el 12%) la tienen: Alemania, Dinamarca, Eslovenia, Lituania, Noruega y Suiza. El número baja a 3 (el 7%) en los 41 países de Asia: Bangladesh, Corea del Sur y Tailandia. Y a sólo 2 (4%), en los 54 países de África: Liberia y Malawi. Ninguno de los 14 países que integran Oceanía, tiene hoy una mujer al frente.1
Una ilustración de los obstáculos que una mujer debe atravesar y vencer para dedicarse a su carrera, lo hace Mercedes Salado, bióloga española integrante del Equipo Argentino de Antropología Forense. “…este trabajo tiene una cosa que parece como muy romántica, como muy manida. Y es que esto no es un trabajo, sino una forma de vida. Está por encima de tu familia, de tu pareja, por encima de tu perspectiva de tener hijos. Nos hemos olvidado de cumpleaños, de aniversarios de boda, pero no nos hemos olvidado de una cita con un familiar. Y en el fondo es tan pequeño. ¿Qué haces? Encuentras la identidad de una persona. Es la respuesta que la familia necesitaba desde hace tanto tiempo… y ya. Y eso es todo. Pero cuando le ves el rostro a la gente, vale la pena. Es una dignificación del muerto, pero también del vivo.”
La mujer que opta por la no-maternidad quizás se desarrolle como una excelente profesional, pero esto no la eximirá de la mirada discriminadora del sistema sociocultural que la rodea y ampara el mandato social del deber tener hijos con la pregunta…¿cuándo te vas a casar? ¿para cuándo el nieto?. y de todas maneras, si puede lograr las dos cosas, trepar a la cima del mercado y formar una familia. Nunca será la madre que la sociedad demanda, dada la obligación de delegar cuestiones relevantes a la crianza del niño, tanto al padre, como a terceros, sean abuelos, niñeras, colegios de doble escolaridad, actividades extracurriculares, etc.
¿Cómo la ven sus pares? ¿Cómo la ven las otras madres? ¿Cómo la ve su propia madre?
De formularse estas preguntas, estas mujeres le dan un correlato al desencuentro amoroso con el mandato social. Y es aplaudible. Es digno de felicitar el hecho de que existan mujeres que desafían al sistema, y sean las ovejas negras que optan por no reproducirlo.
Porque las primeras que deben problematizar necesariamente la práctica de la maternidad, aggiornar los conceptos y las tradiciones, son las mujeres.
Es necesario que para lograr la igualdad de oportunidades, la madre sea la primera en dar el ejemplo. Para romper con las estructuras de un sistema que prefiere una mujer socialmente pasiva, receptora y no activa en la búsqueda de su desarrollo personal.
¿Dedicación profesional al 100%? Sí. ¿Incompatibilidad de inversión de tiempos en criar y educar a un hijo, contra el que demanda crecer profesionalmente? Sí.
¿Incompatibilidad de tiempos entre madres y padres? Sí.
Las licencias por maternidad son de 3 meses (y en algunos casos de 6, como ocurre en la administración que depende de la Nación) mientras que las licencias por paternidad, son por dos días hábiles.
Veamos a la mujer desde la mujer y por mujeres, sin llegar al extremo del odio por el otro género. Veámonos como productoras de nuestro propio orden social.
Hombres y mujeres jamás serán iguales. Sus fisonomías son diferentes, sus formas de ver y hacer, son diferentes.
Lo que debe existir, es la igualdad de oportunidades para desarrollarse como tales, en todos los aspectos de la vida sociocultural en la que están inmersos. Y confirmar que, fehacientemente, los hijos no son un impedimento a la hora de desarrollar una carrera, y que no se debe eximir de ninguna culpa por ser una mujer profesional y una excelente madre, al mismo tiempo.
*Dra Marta Fontenla. Abogada, especialista en prostitución. Militante de ATEM. Artículo publicado en «Diccionario de estudios de Género y Feminismos». Editorial Biblos 2008”
1 Fuente: womenceo.es. WomenCEO, fundada en 2011, es una asociación sin ánimo de lucro de mujeres empresarias y directivas, profesionales de los más diversos campos y actividades, cuyo objetivo es promover el acceso de las mujeres a los puestos de alta dirección y consejos de administración de las empresas.