Osvaldo Drozd
Cuando comenzaron las tensiones entre el gobierno nacional y la CGT liderada por Hugo Moyano, no poca gente supuestamente alineada al progresismo, entró en ciertas contradicciones. El líder camionero se presenta en sociedad como el más encumbrado luchador sindical contra el ajuste neoliberal llevado adelante por Menem en los noventa, casi como un paradigma de la resistencia a los ajustes y la desregulación del estado durante la segunda década infame, pero para el que escribe, todo ello es una verdad a medias, a riesgo de equivocación.
La Marcha Federal del ’94 fue sin dudas un punto álgido de la resistencia contra el menemismo. En ella confluían el por entonces Congreso de los Trabajadores Argentinos (CTA), la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y el flamante Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA). Este último se había conformado por la confluencia de dos gremios fuertes como el de Camioneros, y la UTA dirigida en aquel entonces por Juan Manuel Palacios, más la adhesión del ex líder cegetista Saúl Ubaldini.
Mientras el CTA y la CCC representaban fundamentalmente a trabajadores estatales, el MTA era un agrupamiento de gremios transportistas, es decir de trabajadores encargados de la circulación. A diferencia de los estatales, que padecían en carne propia el desguace del Estado, un gremio como el de los camioneros representaba un sector en expansión, principalmente tras el derrumbe de los ferrocarriles.
Mal que pese, seguía imperando la misma lógica sindical iniciada algunas décadas atrás por el famoso líder metalúrgico, el “Lobo” Augusto Timoteo Vandor. ¿Cuál era esa lógica? Muy simple como eficaz para satisfacer apetencias estrictamente corporativas, resultaba el “Golpear para negociar”. El vandorismo a esto lo tenía muy bien aceitado, e instrumentalizaba la lucha obrera para construir poder sindical, un poder de cúpula, que constituía a sus dirigentes en verdaderos jerarcas sindicales, escindidos de su propia base. La alternativa a este modelo de acumulación gremial en los setenta, fue sin dudas el clasismo, que si bien tuvo desarrollo en cuerpos de delegados o comisiones internas, chocaba infructuosamente contra las cúpulas sindicales, salvo muy contadas excepciones.
El sindicato de Camioneros en los noventa, no representaba a una fracción de trabajadores, empleados en un sector de la economía considerado como variable de ajuste, sino como anteriormente decíamos, a un sector en expansión, y tal es así que la privatización de algunas ramos, como podía haber sido el Correo mismo, surgiendo por entonces los correos privados, esto le permitía a Camioneros sumar poder, afiliando a un sector de trabajadores sumamente flexibilizados, o por dar otro ejemplo, en La Plata a los recolectores de la basura.
Resistir al menemismo contra sus políticas de ajuste, es muy diferente a golpear al menemismo para construir poder sindical.