Misiles simbólicos de alcance medio

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Néstor Piccone

Antes de asumir su gestión, Carlos Menem invitó a Héctor Magnetto a viajar a La Rioja para prometerle la entrega de Canal 13 al Grupo Clarín. Esto lo cuenta, sin ningún disimulo, el oscuro contador de la calle Piedras; en su libro HM el Hombre de Clarín.

Pocos meses después vendría la privatización de los Medios y Carlos M. cumpliría su promesa. Otra promesa menos publicitada fue la de quitarle a los periodistas su Estatuto Profesional. La Ley 12.908 escrita bajo el primer gobierno de Juan Perón es un convenio colectivo con fuerza legal para compensar la precariedad que siempre tuvieron estos profesionales frente a las manipulaciones de quienes los contratan.

Los periodistas, anoticiados de semejante propósito, a través de sus sindicatos, (entonces la Utpba era una organización sindical) iniciaron una campaña que consistía en promover que aquellos que pudieran llegar públicamente al presidente le preguntaran si era cierto que iba a derogar el Estatuto del Periodista. Sucedía que cada vez que Menem bajaba en un aeropuerto nacional o internacional los cronistas interponían esa pregunta. Carlos M., hábil para no decir nada,  eludía la respuesta. Hasta que un día, cansado del asedio, contestó: “No es cierto que quiero derogar el Estatuto, pidan una reunión con el Ministro de Trabajo y convérsenlo con él.”

Quienes fuimos a esa reunión constatamos que el cometido era derogarlo, pero que ante la insistencia periodística accedía a negociarlo”; o sea derogarlo por acuerdo de partes. No hubo un solo sindicalista de prensa que se atreviera y por eso el Estatuto sigue vigente.

Los periodistas hicieron aquella acción por fuera de las empresas que eran quienes insistían con el pedido al liberal presidente. Eludieron el cerco y lograron su cometido.

Hoy esas empresas (con mucho más poder que un puñado de periodistas) utilizan métodos como el que describimos para jugarle encerronas a la presidenta Cristina Fernández. Nadie debería creer que las Universidades como Harvard no forman parte de ningún dispositivo político-económico-mediático y que entidades como CIPPEC no son financiadas por el Pentágono, el departamento de Estado o la embajada. (Ver nota de H. Verbitsky en Página 12 del domingo 30.09.12). Y que la Ley de Medios no es un dolor de testículos (u ovarios) para el Gran Otro Mediático de alcance universal.

La presidenta, por oratoria, puede salir airosa de cualquier trance porque detrás de las preguntas no hay un proyecto político ni una demanda social explícita, se trata de un operativo mediático más. Son misiles simbólicos de alcance medio.

Con la promulgación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, Cristina Fernández dio un ejemplo al mundo de cómo enfrentar el poder tecno-ideológico-económico-mediático que se oculta tras los Medios. De hecho, así  se lo hizo saber a la Coalición por una Radiodifusión Democrática, cuando en 2009 le dijo que era consciente que con la Ley se jugaba la vida. Sabía del inconmensurable costo humano que el poder real le haría pagar. De aquí al 7D se multiplicarán las editoriales de todo el mundo en contra del gobierno de Cristina.

A tres años de la promulgación de la Ley, Ella tiene otra vez en sus manos y en su capacidad y decisión política la oportunidad de quebrar el mito mediático. Martín Sabbatella seguramente buscará y obtendrá los apoyos político-sociales, culturales y económicos que le permitan dar la batalla.

Pero nadie debe hacerse el distraído. La oposición político-partidaria, que necesita decir lo que el Grupo Clarín quiere para aparecer en sus páginas, también  tiene una oportunidad única de liberar a los argentinos de este CEPO MEDIÁTICO.

La Ley de Medios los contiene y les da lugar para expresar sus ideas, sus propuestas y además para que ellos, desde el poder que detentan, en lugar de repetir el Programa Político de Magnetto, ejerzan su derecho a la palabra y propongan nuevos medios que los expresen.

Desde Harvard al Congreso, el poder real (como en los viejos tiempos) promueve una sensación de vacío de poder cuyo texto explícito reza: no al cepo cambiario, no a la inseguridad, no a la re-reelección, no al Indec, basta de autoritarismo, Cristina pierde adhesión y subiendo su nivel de violencia lanzan: muerte a Moreno.

Radicales, socialistas, peronistas disidentes y estudiantes de Harvard deberían poder (aunque sea balbucear) un programa de gobierno distinto al que impulsa el kirchnerismo. La Ley de Medios se gestó con esa intención.

Hoy, cuando ya no tienen cuarteles para golpear sería bueno que en lugar de pedir espacios mediáticos que los condicionan, se sumen a la democratización de los Medios, ejerciéndola.

La historia nos juzgará.

 

 

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