Por Carlos Sberna
Los ojos con sangre. La rabia del perro que no es perro; aunque esa
es su naturaleza si lo provocan. Matar, para no morir en una guerra sin
líderes fue su irracional y demoníaca propuesta. Una miserable
decisión bebida en un vaso de cristal francés.
Una botella color ámbar asomaba en el bolsillo de su saco verde y
pulcro. Un necio pervertido se dirigió al palco rosado y luminoso y
derramó su ira de borracho en el sur de un mar púrpura y profundo.
Pero ajenos al maldito son los héroes, los jóvenes que hicieron
patria con sus almas puras de valor.
Ellos flotarán por siempre en ese mar austral, testigo de todo;
permaneciendo vivos en la memoria del viento que sopla al sur de
nuestra tierra.