Fuente UCEMA
Vale detenerse un momento en la figura de Felipe Varela. Nacido en Huaycama (departamento de Valle Viejo, Catamarca), estanciero en Guandacol (La Rioja), combatió en la Coalición del Norte y bajo las órdenes de Peñaloza e intervino junto a éste en las sublevaciones de 1862 y 1863. Al percibir la impopularidad de la guerra del Paraguay, se fue a Chile. Cuando leyó el texto del tratado secreto de la Triple Alianza, Varela, indignado, vendió su estancia, compró armas, equipó unos cuantos exiliados argentinos y atravesó los Andes con dos batallones formados por chilenos y algunos emigrados argentinos dispuestos a enfrentar al gobierno de Mitre. Llevaba una bandera con las consignas «¡Federación o Muerte! ¡Viva la Unión Americana! ¡Viva el ilustre Capitán General Urquiza! ¡Abajo los negreros traidores a la Patria!» Llegó a Jáchal y desde allí lanzó su proclama revolucionaria, fechada el 10 de diciembre de 1866:
¡Argentinos! El pabellón de mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyuty, Curuzú y Curupayty. Nuestra Nación, tan feliz en antecedentes, tan grande en poder, tan rica en porvenir, tan engalanada en glorias, ha sido humillada como una esclava, quedando empeñada en más de cien millones y comprometido su alto nombre a la vez que sus grandes destinos por el bárbaro capricho de aquel mismo porteño, que después de la derrota de Cepeda lagrimeando juró respetarla.
Tal es el odio que aquellos fratricidas porteños tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y asesinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazával y otros varios dignos de Mitre.
¡Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón, sin conciencia! ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa justificable dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y que es tiempo de contener!
¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental!
Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas.
¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo. FELIPE VARELA. (1)
Vale citar, asimismo, la óptica que Varela tenía respecto de la guerra del Paraguay, explicitada en un manifiesto proclamado por él mismo el 1º de enero de 1868, en el que afirmaba lo siguiente: «En efecto, la guerra con el Paraguay era un acontecimiento ya calculado, premeditado por el general Mitre». Varela señalaba que la “política injustificable” de Mitre había sido conocida en el Parlamento británico por la correspondencia del ministro inglés en Buenos Aires y citaba textualmente la expresiones de éste: “El Ministro Elizalde, que cuenta como cuarenta años de edad, me ha dicho que espera vivir lo bastante para ver a Bolivia, Paraguay y la República Argentina, unidos formando una República en el continente”. Según Varela, éstas habían sido las aspiraciones del general Mitre y los objetivos de su política, desde que había entregado al dominio del Imperio la vecina República del Uruguay. (2)
Párrafos más adelante, Varela hacía declaraciones que parecen confirmar la tesis de McLynn respecto de los orígenes de la guerra de la Triple Alianza, cuyas causas primarias estarían más ligadas a la política mitrista que a la imperial. Sostenía el jefe montonero en su citada proclama:
No he hecho esta ligera reseña con el ánimo de hacer cargo de ninguna naturaleza al Emperador del Brasil, pues en mi conciencia él no ha hecho más que aprovechar la circunstancia que le ha presentado el poder de Mitre, para engrandecer su imperio, y dar riquezas a su Gobierno.
No es el Emperador el responsable ante el mundo de los grandes crímenes políticos del actual Presidente de la Argentina (…). (3)
Mientras Varela esperaba el tantas veces anunciado y tantas postergado «pronunciamiento» de Urquiza, había acampado en Jáchal y de los 200 integrantes de su pequeña montonera original proveniente de Chile había llegado en marzo de 1867 a un «ejército» de 4000 hombres, al incorporar cientos de gauchos de San Juan, La Rioja, Catamarca, incluso de Tucumán y Santiago del Estero. Las montoneras de Varela sufrieron las derrotas de las fuerzas mitristas en San Ignacio y Pozo de Vargas (1º y 10 de abril de 1867), pero el Quijote de los Andes repuso sus fuerzas y tomó la ciudad de Salta en octubre de dicho año, con el objetivo de aprovisionarse de cañones y armas. En noviembre las fuerzas de Varela llegaban a la frontera con Bolivia, culminando el primer capítulo de la montonera. El segundo capítulo se inició con el fusilamiento del caudillo riojano Aurelio Zalazar, conductor también de montoneras. Varela, indignado, se lanzó nuevamente a la guerra contra el orden mitrista durante la Navidad de 1868. Fue definitivamente derrotado el 12 de enero de 1869 en Pastos Grandes. Con la derrota de Varela se cerró el último capítulo de la lucha contra el sistema económico liberal -y contra el orden mitrista, la cara política de dicho sistema- en el Interior.
Respaldo de los países americanos al gobierno de Francisco Solano López
José María Rosa señala que si bien el ejército brasileño había ocupado Asunción en enero de 1869 e impuesto a través del marqués de Caxias un triunvirato integrado por Rivarola, Lóizaga y Bedoya, los estados americanos reconocieron como legítimo al gobierno de López. Vale señalar como ejemplo el decreto estipulado por el Congreso de Colombia el 27 de julio de 1869:
Art. 1º- El Congreso de Colombia admira la resistencia patriótica y heroica opuesta por el pueblo de Paraguay a los aliados que combinaron sus fuerzas y recursos poderosos para avasallar a esa república, débil por el número de sus ciudadanos y por la extensión de sus elementos materiales, pero tan respetable por el vigor de su sentimiento y acción, que todo lo que hay de noble en el mundo contempla su grandeza, lamenta su desgracia y le ofrenda vivas simpatías.
Art. 2º- El Congreso de Colombia participa del dolor de los paraguayos amigos de su patria por la muerte del mariscal Francisco Solano López, cuyo valor y perseverancia indomables, puestos al servicio de la independencia del Paraguay, le han dado lugar distinguido entre los héroes, y hacen su memoria digna de ser recomendada a las generaciones futuras. (4)
Dos tentativas de paz frustradas: misión Buckley Mathews (septiembre de 1866) y misión Washburn (principios de 1867)
La guerra de la Triple Alianza registró dos vanas tentativas de pacificación. Una se dio desde Inglaterra, cuya diplomacia según José María Rosa había provocado la alianza brasileño-mitrista-colorada con el fin de amedrentar a López y conseguir que éste abriera su economía al capital británico. Sin embargo, la prolongación de la guerra y la cada vez más clara voluntad de los aliados de destruir el régimen de López era un objetivo que atentaba contra la política de equilibrio en el Plata que tradicionalmente impulsaba Gran Bretaña. Si Paraguay desaparecía como potencia, los apetitos expansionistas de Brasil y eventualmente del gobierno argentino no tendrían freno y provocarían un permanente caos en el escenario platense.
Por ello la diplomacia británica publicó el tratado de mayo de 1865 en 1866, deseando detener la guerra. G.F. Gould, secretario de la legación británica, propuso a López las siguientes bases para la paz: a) «retiro dorado» a López; b) evacuación del territorio paraguayo por parte de los beligerantes; c) sometimiento de los problemas limítrofes pendientes con Brasil al arbitraje británico; y d) libertad de los prisioneros de guerra. La diplomacia mitrista, a pesar de aceptar las bases propuestas, rechazó la base principal -el retiro dorado de López-, factor que hizo fracasar las negociaciones.
En cuanto a la misión de Charles Ames Washburn, ministro norteamericano en Paraguay, estipulaba como bases para la paz la renuncia de López y el aplazamiento de las cuestiones limítrofes con Paraguay. Mitre y su ministro del Interior Rawson aceptaron las bases propuestas pero éstas fueron rechazadas por el canciller Elizalde y por la diplomacia imperial, con lo cual el intento de mediación norteamericana quedó abortado. En la perspectiva revisionista de José María Rosa, el Imperio no quería renunciar a nada de lo pactado en el tratado de la Triple Alianza, y la diplomacia mitrista estaba atada a los designios imperiales. En la óptica de McLynn, el fracaso de la mediación de Washburn demostraba que la diplomacia de Mitre había logrado convencer al Brasil de lograr su objetivo de destrucción del régimen paraguayo, considerado por el presidente argentino y su canciller Elizalde un foco subversivo al orden político y económico liberal mitrista.