Esto que sigue son fragmentos del editorial publicado hoy en La Nación por Eduardo Fidanza, director de la consultora Poliarquía. El titulo de la nota es Los argentinos después de la protesta. Si bien se pueden tener muchas diferencias con Fidanza, sobre todo en lo ideológico político, es para subrayar lo que sigue, escrito en referencia al “8N”.
“La ‘gente’ -ese conglomerado que inventó el marketing- regresa naturalmente a sus circunstancias: el trabajo, la vida familiar, el consumo, la diversión. Pasada la euforia y el encasillamiento político, el hombre medio vuelve a mezclarse en espacios comunes, cuyo foco es el consumo mediático, el mundo laboral, el deporte, la utilización del tiempo libre, los lazos cara a cara. La participación democrática hace crecer la conciencia y deja un sedimento positivo, mantiene la alerta y la actitud crítica hacia el poder.
Sin embargo, ante la telenovela de moda, los goles del ídolo deportivo, las contorsiones de una modelo o el hecho policial del momento, se clausuran las diferencias políticas. Defensores y detractores del Gobierno se interesan por las mismas noticias, comparten temores, alienaciones y esperanzas. Los atrapa el amarillismo tanto como un buen concierto; el asado familiar se comparte con la actualidad de las barras bravas. Ningún opositor evita ver el fútbol o un buen documental porque lo trasmita el canal oficial; ningún oficialista se priva de los debates políticos o del baile del caño porque la emisora que lo emite pertenezca al grupo maldecido por el Gobierno.
Acaso estemos sobreactuando las diferencias políticas, deslizándonos en el goce masoquista de la sociedad dividida, perdiendo de vista el consenso social y el poderoso efecto unificador del mercado y las costumbres. Y aún más, tal vez el ruido de las voces y la agresividad de las discusiones encubran un acuerdo de fondo entre los argentinos, de la elite y de la calle: el anhelo de un Estado fuerte que nos asegure el futuro”.