Hay quienes dicen que cuando un derecho que fue negado se reconoce, otros comienzan a florecer. A Laura Elena Moyano, la primera chica trans en recibir el documento en manos de la presidenta, le pasó algo parecido. Y para no pecar de periodismo especulativo ni generalista, contamos lo que la moviliza, preocupa y despierta a dos años de la sanción de una ley trascendental para la democracia.
Por Vanesa Manes
Esa mañana Laura se levantó ansiosa. Quería que el documento le llegara a la casa. Miró el buzón y nada; solo algunas boletas mojadas y revistas de electrodomésticos. Afuera llovía, hacía frio, y entre mate y mate, súbitamente, recordó el rumor que tal vez la presidenta entregaría los documentos en mano. La imagen gris que le devolvía la ventana la inquietaba aún más. Sonó el teléfono: era Claudia. Le avisaba que en minutos la pasaba a buscar para ir a Casa Rosada. El rumor se escurría entre los dedos. El día había llegado.
“No pude llamar a muchos, puse algo en el Facebook, le avise a las personas que pude, y me fui para Buenos Aires”. La emoción de la noticia no le permitió dimensionar el alcance de lo que estaba pasando. El estado la estaba legitimando, estaba reconociendo su derecho. Allí, asegura, se estaba materializando la militancia que habían tenido todos los grupos LGTBI para lograr justicia; para alcanzar la igualdad.
A dos años de la sanción de la ley de identidad de género las batallas que aguardan en el tintero son múltiples y en diversos frentes. Laura sostiene el avance revolucionario que significó alcanzar la igualdad jurídica: “Yo y muchas personas recién ahora pudimos acomodar nuestros papeles; recién hace seis meses pude empezar el trámite del titulo secundario”, sostiene y afirma la imperiosa necesidad que tanto las instituciones como las diferentes áreas del estado “hagan carne la ley” para llevar adelante su aplicación efectiva. Por otro lado, las tratativas para efectivizar la aparición de los y las personas trans en los padrones electorales es hoy una de las principales batallas de la Federación LGTBI y de la Asociación Trans Argentina (ATTTA).
“La sensación fue que para la sociedad de repente apareció la ley, como que salió de golpe”, afirma Laura. Lo cierto, es que la ley de identidad de género no tuvo el tratamiento civil ni mediático que tuvieron otras leyes trascendentales de esta última década, como la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la Ley de Matrimonio Igualitario. “Ya en el año 2010 comenzaron a asomar los indicios de poder parir una ley que reivindicara la lucha del movimiento trans, de la vulneración de derechos e invisibilizacion que sufrimos durante tanto tiempo”. Para que eso pasara, fue fundamental el rol que cumplió la jueza Elena Liberatori al sentar jurisprudencia en distintos fallos que se presentaron ante la justicia porteña. Eso, sumado a la introducción en la rigidez jurídica del concepto de la autopercepción, esto es, entender a las identidades de género a partir de las experiencias y vivencias que transitan las personas.
Pisó el Salón de Mujeres Argentinas y el corazón comenzó a latirle más fuerte. Los cuadros de Tita Merello, María Elena Walsh, Evita y Juana Azurduy eran testigos del momento que se asomaba. Necesitaba buscar a alguien del público para referenciarse; a Claudia no la veía, se apoyó en la imagen de Evita, miró con ternura la sonrisa de María Elena. Mujeres qué esperaron, qué militaron, qué pusieron el cuerpo reivindicando el lugar de la mujer en la historia, también estaban con ella.
“La espera había sido mucha. Pensé en las personas que habían vivido los `90, la dictadura: ese día estaban todos y todas”, comenta Laura en relación al momento de la entrega del DNI. Un derecho vulnerado, estaba impidiendo poder acceder a una vida digna, a acceder a derechos básicos que traemos por el hecho de ser seres humanos. “Yo siempre digo: se nos estaba negando la posibilidad de realizarnos como personas”.
Laura sostiene la falta de reconocimiento de la sociedad civil respecto a los y las personas trans y las identidades diversas. Allí la batalla que hay que profundizar es la cultural: “se está trabajando mucho en las cuestiones laborales, se está trabajando para revertir las realidades de muchas personas trans que están en situación de calle. Es una ley que tiene dos años, es nueva, y estamos hablando de una vulneración de décadas”. Por otro lado, afirma que existen dificultades para acceder a la salud y efectivizar los puntos de la ley en dónde los hospitales públicos cumplen un rol fundamental. Cabe mencionar también la mala atención que reciben por parte de médicos y enfermeras formados a partir de un discurso biologicista y heteronormativo.
Estaba en primera fila: miró para atrás y ahí vio al chico trans que habían encerrado en un instituto psiquiátrico, a la chica que había estado en el Pozo de Banfield, a la profesora del IUNA, a la chica que le habían matado a la familia. Tomó dimensión de que todos y todas estaba ahí por algo. “No sé si porque las dos somos de La Plata o qué”, comenta dubitativa. Tenía poco tiempo para hablarle, pero algo tenía que decirle. Escuchó su nombre y se paró. La presidenta le rodeó la cintura con su brazo y le dijo al oído:
—Te lo mereces—las lágrimas de Laura se contuvieron mientras un flash le encadiló la vista—, y perdón por haber llegado tan tarde.
—Gracias presidenta. Mejor llegar tarde que no haber llegado nunca.