Actualmente el 50 % del comercio mundial se basa en productos alimenticios elaborados, mientras que la Argentina sólo participa de ello en el 2 por ciento.
El desafío nacional es dejar de exportar materia prima y comenzar a transformarla. Es decir, pasar de ser un país agroexportador a uno agroindustrial, ya que hoy prima el envío hacia el exterior de productos cerealeros sin transformación, es decir principalmente granos, o sea commodities, que representan en la actualidad el 63,5 %. Todo este diagnóstico si se quiere negativo se complementa con que en los próximos 30 años la principal demanda de productos elaborados provendrá de los países emergentes.
Industrializar la ruralidad tal como planteó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, implica por lo tanto agregar valor a la producción primaria, para transformarla en productos elaborados, lo cual conlleva además de la inclusión de nuevas tecnologías, la consiguiente creación de nuevos puestos de trabajo.
La ministra de Industria Débora Giorgi analizaba en el suplemento Agro Industria del matutino BAE que: “Hoy, la Argentina tiene la capacidad para proveer alimentos a 400 millones de personas en el mundo, pero esto implica que tenemos que agregar valor en cada una de las provincias donde se genera la materia prima. Debemos producir los bienes de capital y los insumos de las distintas cadenas productivas de modo de generar en cada pueblo, provincia y región, nuevos centros de desarrollo industrial, traccionados por la competitividad de nuestros recursos naturales”.
A su vez, Giorgi manifestaba que concientes de esta situación especial, de este momento táctico, en él se enmarca el Plan Estratégico Industrial 2020, donde se apuntala a que los distintos sectores de la producción apuesten al desafío de agregar valor, teniendo en cuenta que en los próximos 10 años la cadena de la industria alimenticia argentina debiera estar en condiciones de cubrir gran parte de la creciente demanda mundial de alimentos.
Sin dudas que este plan no puede ser llevado adelante solamente por un gobierno, sino que exige el compromiso del sector privado, como del público, con el acompañamiento tanto de los empresarios, como de los trabajadores.