La información: Cristina arrasó. El dato: el resultado, casi el 54 % y la continuidad de una fuerza política en el gobierno, marca una tendencia histórica desde la recuperación democrática. Las características del proceso: la incorporación de los jóvenes a la política, el apoyo a su figura independientemente del resto de los candidatos (el corte a su favor), una oposición que, salvo por Binner, ya casi no logra interpretar que la decisión de la gente responde a un verdadero cambio de época, el inicio de una fase que, auguran actores sociales de distintas procedencias, implicará la profundización de una tendencia política y económica que, por su singularidad, es seguida con detenimiento por los principales líderes del mundo, el fortalecimiento de la democracia y el fortalecimiento del estado nacional.
En ese marco, la vitalidad de la política, como un instrumento irremplazable para la transformación de la sociedad, se erige como la vía necesaria para continuar por el camino iniciado en el año 2003. En ese sentido Cristina reiteró su convocatoria a la unidad nacional. Un llamado que implica la voluntad de superar las contradicciones históricas que el desarrollo del país ha tenido a partir de las tensiones entre campo y ciudad. Quienes no quieran atribuir el significado político, e histórico, que la etapa tiene, lo harán por miopía intelectual o por carecer de la capacidad necesaria para interpretar las razones de un triunfo previsible.
Su capacidad para construir un relato a futuro, o la posibilidad de devolver a la sociedad un discurso que permite soñar con la recuperación de los grandes relatos, caídos en la década del 90, la ubican en el centro de la escena, pues nadie imagina ya un país distinto a éste, si ese país no es mejor o por lo menos con sus rasgos centrales profundizados.
La responsabilidad de seguir avanzando, también, le cabe a las fuerzas políticas de la oposición con representación parlamentaria. Ya no es tiempo de poner palos en la rueda por ponerlos, sino de evaluar en qué medida las iniciativas de un gobierno plenamente legitimado por la voluntad popular goza del apoyo de aquellos dirigentes que sean lúcidos para evaluar qué medidas son beneficiosas para el conjunto de la sociedad.
Se abre una agenda de temas que merecen una consideración política responsable. Sobre todo cuando se trata de avanzar en medidas que implican la recuperación del trabajo, la conformación de un mapa territorial que distribuya ese trabajo de modo tal que la gente ya no deba trasladarse a los grandes centros urbanos provocando desequilibrios. Un desarrollo industrial con mayor valor agregado.
Los agoreros de la derrota consideran que el proceso político iniciado por Néstor Kichner, y encabezado ahora por Cristina, implican un riesgo institucional peligroso para la Argentina. Creen que la experiencia del Partido Revolucionario Institucional mexicano (PRI), que gobernó durante décadas México, podría repetirse en el país. Olvidan, en ese marco, que el gobierno nacional tuvo momentos a favor y en contra en el debate de los principales proyectos presentados en ambas cámaras. Que algunos de ellos fueron desfavorables, como la resolución 125 o el presupuesto nacional, o bien tuvieron una resolución a favor como la Ley de Medios; la que recibió el apoyo de fuerzas políticas de la oposición como los socialistas. En una democracia madura todos los proyectos deberían ser sometidos a un debate profundo y concienzudo. Ya no hay tiempos para mezquindades políticas, chiquitajes o chantajes. La política es una cosa demasiado sería. Lo dice todos los días, sin referencias directas, Cristina Fernández que, aunque le pese a quienes sufrieron la derrota en carne propia, tiene la conducción estratégica del país por mérito propio y por el veredicto de las urnas.