Osvaldo Drozd
No hay que dar muchas vueltas, para afirmar que nuestro continente hace más de cinco siglos no fue descubierto sino conquistado, y no por una civilización superior, sino por corsarios y filibusteros que no tuvieron ningún reparo en destruir culturas admirables como la de los incas, los aztecas y los mayas, con la finalidad de apropiarse de los metales preciosos.
Los conquistadores españoles asesinaban a los pueblos originarios con la premisa, que de esa forma les salvaban el alma por ser los autóctonos unos míseros paganos. Pareciera anecdótico pero no lo es, ya que no se trataba solamente de ocupar un territorio para expoliarlo, sino que también era necesario colonizar las mentes, y esta fue la principal tarea de la orden jesuítica en el tiempo de la colonia. Había que hacer del nuevo continente un sitio subordinado a la visión imperante del feudalismo europeo.
Pero la tierra siempre resistió, y ahí la figura emblemática de un Tupac Amaru, y de toda la epopeya emancipatoria iniciada hace poco más de 200 años y que aún sigue inconclusa, pero que hoy se revela como prioritaria en esta nueva realidad continental.
La revolución es un proceso de derrotas, de avances y retrocesos, pero donde es fundamental construir un pensamiento propio, no colonizado. Entre los retrocesos principales al menos en nuestro país fue concebir que las ideas occidentales y cristianas fueran la verdad revelada ante la cual nos debíamos arrodillar, sepultando nuestras raíces. Fue así que la historia fue manipulada intentando mostrarnos que los revolucionarios de hace 200 años atrás, portaban concepciones que se ajustaban a una nueva dependencia, y no a la liberación efectiva, no solamente en lo político y lo económico sino también en lo cultural.
Toda ideología por definición es universal, y no porque en verdad lo sea, sino porque construye su propio universo, eclipsando la pluralidad de estos. El actual proceso de integración suramericano y el creciente grado de autonomía necesitan romper paulatinamente con toda una concepción ideológico- cultural que fue hegemónica durante más de un siglo para poder legitimar la dependencia, la subordinación y el atraso. Hoy es necesario poner entre paréntesis y bajo sospecha muchas de las verdades reveladas con las cuales fuimos criados.
El filósofo del Mundo Occidental, el español Fernando Savater, viene al nuevo mundo como lo hacían los jesuitas, trayendo esas verdades a las cuales nos deberíamos ajustar.
Dijo que el peronismo es como el tiranosaurus rex, es decir algo prehistórico, una pieza arqueológica, y que el dictador Franco era un entusiasta de Perón. Lo que no dice Savater es que el peronismo a través del ex presidente Néstor Kirchner fue quien pudo llevar adelante el verdadero proceso de juicio y condena por los delitos de lesa humanidad cometidos en la pasada dictadura cívico militar, mientras que en su civilizada España los crímenes del franquismo aún siguen impunes, y que nuestro país es querellante por delitos contra la humanidad en España, ya que en la península esto se trabó a partir de la impugnación al juez Baltasar Garzón.
Por otro lado el escriba ibérico habla de la democracia, como el mejor sistema de gobierno, pero lo que el entiende por esto, no nos incluye ya que también hace referencia a la degradación de ésta que es el populismo, al que tilda de democracia de los ignorantes. Los sistemas políticos si pretenden ser soberanos necesariamente deben adecuarse a las realidades socio- culturales, y no al revés. Una democracia abstracta es ideología pura, es la proyección del supuesto bien supremo, obviando dichas realidades, o intentando colonizarlas. Es tan absurdo como pretender que países soberanos como China o Cuba se adapten a lo que para ellos es una una religión.
Savater con sus declaraciones nos muestra una nueva faceta de los eternos jesuitas.