Cuando no se tiene otra cosa que dar más que el insulto, la puteada fácil, insuficiente – que dice más de quien o quienes la emiten, que del o los propios destinatarios-, no me asombra que se muestren tal cual son.
Autoritarios, desnudos en su insolvencia argumentativa apelan a la violencia, como lo hicieron siempre.
Buscan destruir, agitan, desparraman su aristocrático odio, nos juzgan estúpidos, nos apodan “pobres negritos”, y profetizan la desaparición de la integridad, la vida y su compleja belleza; claro, las que tristemente, jamás rozaron.
En definitiva, es lo único que pueden ofrecer de su mundillo agresivo, chiquito, aburrido; donde no existe el encuentro, la equidad, la esperanza…
Mientras tanto, en el país de la libertad, unidos y organizados, soñamos, amamos y creamos, a eso lo distorsionan, lo confunden e innecesariamente, le temen.