Una nueva argumentación surge desde los think tank ligados a al peor lobby corporativo financiero, principalmente estadounidense, y es la de la partición binaria de las sociedades suramericanas, a partir de las experiencias populistas y autoritarias de nuestro continente. Una parte está alineada al eje del Mal y la otra la buena, al buen sentido común, el del American Way of Life al cual encarnan las clases medias defensoras de la libertad y la democracia, es decir el libre cambio y la libre empresa.
En una nota publicada hoy en Clarín con el título Una división que trascenderá los gobiernos, Jorge Lanata carga toda su tinta contra el efecto Chávez y por añadidura le pega al gobierno de Cristina Fernández. El hoy apologista del modo (norte) americano de vida comienza su nota (que fuera escrita antes de saber el resultado del escrutinio venezolano) “Cuando esta edición gane la calle, la mitad de Venezuela va a festejar. No importa demasiado cuál mitad. Será la mitad más uno la que festeje”. Lanata va a afirmar en su exposición que “Es un buen momento para hablar sobre la grieta: este país, como el nuestro, es dos”.
La partición de la sociedad ya no sería solamente política sino principalmente cultural “y trascenderá a los propios gobiernos que la fomentaron. Argentina se asomó a esa grieta en los años cincuenta: familias separadas, sobremesas imposibles, amigos que dejaron de hablarse, hermanos que se olvidaron para siempre”.
Cualquiera alguna vez oyó decir que en la sobremesa no conviene hablar ni de política ni de fútbol ya que eso lleva a discusiones y peleas. Lanata no hace referencia al deporte pasión de multitudes y es claro, eso le derrumbaría su argumentación, ya que lo que no es típico siempre, es que en familia se discuta sobre política. Cuando sucede es porque la sociedad se ha politizado. De fútbol se puede discutir hasta bajo las dictaduras, y no hay ningún riesgo.
“Por su probable impacto en la región, las recientes elecciones presidenciales venezolanas habían despertado un interés realmente inédito. Chávez logró, está claro, un triunfo amplio. La sociedad venezolana quedó, sin embargo, dividida en dos mitades cuyas visiones son bien diferentes. Casi alternativas”. De esta forma inicia Emilio Cárdenas su nota de hoy para La Nación y que lleva como título El impacto del triunfo de Chávez. El editorialista del diario de Mitre también recurre al mismo argumento: la partición cultural de la sociedad.
En una nota anterior, el que escribe decía: “Las clases medias siempre resultaron un terreno fangoso donde se intenta construir una de las patas principales del consenso. Son masas sin un proyecto propio, y por ende plausibles de ser arrastradas hacia lo más retrógrado de la sociedad. Son un espacio de disputa, que no hay que regalárselo a los que si tienen un proyecto, y que son los que en 200 años se fueron transformando en una elite de poder, que construyó un país para pocos, y a la vez dependiente. Estos últimos si, son el enemigo. No hay que engrosarles las filas”.
“Ellos y Nosotros” es un momento especial en el enfrentamiento entre fuerzas sociales con intereses contrapuestos. La fuerza social para llevar adelante transformaciones a favor de los más relegados en algún momento debe definir a su enemigo, y también a sus aliados, pero por decisión propia y por elaboración conceptual también propia. Pensar que la sociedad está partida en dos como lo hacen Lanata o Cárdenas es parte de otra estrategia, la que intenta sumar más adictos a su propia causa, ya que como anteriormente señalábamos la fuerza necesaria para los cambios está en construcción y hay sectores que aún son parte de una masa indefinida. Pensar que ella se define solamente en una manifestación electoral, es hacer un absoluto de la democracia liberal. Es prescindir de la necesidad organizativa para la acción política.