La semana cierra para el gobierno nacional con dos frentes comunicacionales para atender: el asunto Cabandié y la polémica suscitada a partir de la difusión de una grabación en la que discute con una oficial de tránsito y un gendarme. Y el accidente del ferrocarril Sarmiento, que en 20 meses ya contabiliza tres accidentes graves. Dos en la estación Once de la CABA y uno en la localidad bonaerense de Castelar.
De la “teoría hipodérmica” de la comunicación de masas, a la teoría de los “efectos limitados”, la definición de las próximas elecciones generales pasa esencialmente por lo que los medios dicen y la incontinencia verbal de quienes opinan en sus foros cayendo en todo tipo de generalidades, que van de lo general a lo particular sin ton ni son. El “método deductivo” en la batalla comunicacional ha permitido todo tipo de vaguedades respecto de los casos puntuales que esos medios impusieron como agenda política.
Como ocurre desde hace ya varios años, la premura por opinar termina por obturar no solo el verdadero debate de fondo, sino que opera reduciendo la visibilidad de algunos temas de la realidad nacional que no son menores: por caso el coloquio de los empresarios de IDEA que ha vuelto a la carga con la agenda que más les preocupa al empresariado local: “el tipo de cambio, la inflación, los salarios y la calidad institucional”.
Hablan de un fin de ciclo, como si asistieran a una verdadera faena que los regocija y se refriegan las manos pensando que entre Scioli y Massa surgirá la “esperanza blanca” que pondrá fin a varios años de puja distributiva. Cuando tienen la certeza que el tipo de cambio fue el que les permitió acumular cuantiosas riquezas y fortalecer a los sectores medios altos en la misma, o quizás más, proporción que los sectores populares. Se refieren al problema de la inflación cuando saben que no existe el crecimiento sin inflación y que su resultado está relacionado con la puja por la distribución del ingreso. Quieren congelar salarios o por lo menos bajar el impacto de las paritarias porque es la herramienta que le permite acumular poder a los trabajadores más conscientes de su posición de clase. Cuestionan la “calidad institucional” sin que esa vaga idea de lo que encierra esa frase, sea explicitada para que el común de la gente entienda a que se refieren con ello. Operan para la construcción de un “relato” -definición de moda que sustituye a la idea filosófica de los “grandes relatos”- en el cual la democracia deja de ser un privilegio para los “feos, sucios y malos”, para quedar bajo el control de los “lindos, limpios y bellos”.
Hay fuerte contradicciones en ese discurso que se queja por el maltrato con el que viajan en los servicios públicos los sectores populares, pero que si embargo a la hora de las definiciones vuelcan la balanza hacia los sectores de mayores recursos. La seguridad, tan en boga por estos tiempos, solo es planteada para la defensa de un sector de la sociedad, sin que ello explique el problema de la seguridad en los sectores más vulnerables de la población. Esos planteos nunca dan cuenta de la complejidad del asunto, ni de qué medidas se tomarán para avanzar en la solución del tema. Tampoco explican, de qué manera se articularán las políticas sociales necesarias para una nueva generación de argentinos no crezca al margen del sistema.
A una semana de las elecciones generales de octubre, la “perspectiva hipodérmica” de un sector de la prensa aumentará las dosis necesarias para confirmar la vigencia de esta teoría de la “communication research”: hacer blanco en la población sin recurrir a la violencia con el fin de modificar una tendencia política o social. O bien la sociedad vuelve a demostrar los límites de esa perspectiva teórica a partir de la comprensión global del proceso político iniciado en la argentina en el 2003.