Si hay un deber ser para el avance de nuestros análisis, ora como ciudadanos, como consejeros, como políticos o como comunicadores, es el de reconstruir las generalizaciones a partir de la diversidad de datos. “Todos son corruptos”, “todos son ladrones” “los argentinos son A, la derecha B, los izquierda C, etc”. Buscamos evitar caer en enunciaciones como estas y al mismo tiempo, nos es imposible escapar a la trampa del lenguaje, que por su misma constitución, soporta el atajo de abarcar muchas cosas tras un mismo nombre.
El filósofo romántico de la historia; Johann Gottfried Herder, advirtió sobre las consecuencias de las generalizaciones para la construcción de la identidad de un pueblo. “Dibujar el espíritu del pueblo en dos palabras”, tras esta metáfora Herder apuntaba en aquel contexto, contra los lemas de la ilustración, a los cuales consideraba generalizaciones apresuradas y simplificadoras, en su libro “Otra Filosofía de la historia de la humanidad” (Auch eine Philosophie der Geschichte zur Bildung der Menschheit, 1774), reflexiona: “Se pinta un pueblo, un período, una región completos – ¿Y a quién hemos pintado? Agrupamos pueblos y períodos ¿A quién hemos pintado? ¿A quién conviene realmente ese rótulo? A fin de cuentas los agrupamos bajo una palabra general, por la cual entiende o siente cada uno lo que le viene la gana ¡Qué imperfecto modo de descripción!”
En un contexto de pre-elecciones aquellos rótulos a los que hace referencia Herder, se hacen visibles. Intentar construir a partir del discurso absolutista una idea de cómo se encuentra un país o una región con acentos conclusivos, son recursos que tienen por fin llevar a los ciudadanos a tomar decisiones. Esas decisiones son efectivamente el voto. Aquello que prosigue a la conclusión es la acción. Nos queda entonces, hacer interiormente el camino inverso, y preguntar de qué modo hemos llegado al fin de la reflexión.
El pensamiento ideológico necesariamente está cargado de generalidades porque trata de todo aquello hacia lo que debería tender una sociedad, es decir su carácter normativo. Ahora bien, cuando este deber ser de la sociedad se reduce a un problema específico y a un contexto personal concreto sin abarcar la diversidad, es cuando se manifiestan con mayor frecuencia, las conclusiones apresuradas y simplificadoras.
Las sentencias expeditivas sopesan “pros” y “contras”. Lo positivo se da cuando: aquello que se denomina generalización es útil para situaciones donde no hay tiempo alguno para pensar detenidamente. Ya sea el hecho de tener que soltar una respuesta rápida, o de tomar una decisión espontánea en alguna circunstancia que lo requiera. Un ejemplo cotidiano es la ya costumbre de “twittear” tras un hecho noticioso, algo que se ha convertido en una exigencia y experiencia que aumenta la práctica de las afirmaciones irreflexivas. Para estos momentos tenemos casi instintivamente guardadas afirmaciones que nos comprometen con alguna postura más amplia, cualquiera fuese. O de lo contrario, sea el caso de que no haya un trasfondo, somos protagonistas de constantes contradicciones.
Lo negativo, parece ser no revisar ese conjunto de afirmativas guardadas, en los momentos en que sí tenemos el tiempo, como puede llegar a ser el caso de la elección de un gobernante. ¿Tenemos en cuenta sobre qué tipo de información armamos nuestro juicio? Continuamente tendremos datos que agregar, lo que lo convierte en algo dificultoso, sin embargo es posible hacer una revisión más exigente de las fuentes en las que basamos nuestros pensamientos. No en vano algunos medios de comunicación insisten en: “dime qué diario lees y te diré quién eres”. La pregunta por las fuentes deja en evidencia que el anclaje suele remontarse en “me lo contaron” “le pasó a alguien conocido” o “lo escuché en la radio”.
La psicología cognitiva en colaboración con disciplinas como la neurociencia estudia este tipo de cuestiones vinculadas a las generalizaciones excesivas. “Todos los hombres son iguales” es un enunciado que actúa como conclusión y es expresado en la mayoría de los casos con un tinte de negatividad provocado por algún sentimiento de desagrado. Una de las propuestas que manifiesta el campo de la cognición, es la de salir de la perspectiva catastrófica que hace foco solamente en lo negativo, para tener la conciencia del todo con sus complejidades. Un tránsito más lento que intenta evitar el viejo vicio de los juicios precoces.