Los dirigentes sindicales tienen la responsabilidad política de conducir a sus organizaciones sindicales. De ellos depende en gran parte que una medida de fuerza no derive en el caos y la anarquía. La acción directa debería tener un correlato real con la dimensión del problema, pero ello parece que en la evaluación y en los cálculos de La Fraternidad no ocurrió, si no, no se explica el paro repentino que imposibilitó la vuelta a casa de cientos de miles de trabajadores que debían volver hacia alguno de los tres cordones que conforman el conurbano bonaerense: norte, sur y oeste.
El desencadenante fue, según el gremio de los ferroviarios, la falta de pago del medio aguinaldo, pero el Ministro Florencio Randazzo aseguró que se trató de “un paro en oposición a la colocación de cámaras en el interior de la cabina del conductor”.
Como sea, no hubo anticipos de la medida y la misma sorprendió a los trabajadores que a la tarde pensaban volver a sus hogares. La sospecha firme del gobierno es que los desmanes fueron organizados, puesto que al accidente de Castelar se suma ahora el paro y los hechos de violencia producidos en las inmediaciones de la Estación de Trenes Constitución.
Si a alguien pretendía afectar La Fraternidad, fue a los propios trabajadores que en las principales estaciones de trenes, Once y Constitución, masticaban bronca por tener que volver en otro medio de transporte. Las esperas, la falta de dinero para servicios de colectivos con tarifas más elevadas, madres con sus chiquitos que salían del colegio, gente mayor e imposibilitada, eran los rasgos distintivos de la bronca.
A esa clase trabajadora que a diario sufre los avatares de un transporte público deficitario es a la que afectó la decisión de Omar Maturano. Su postura, con elevadas dosis de irresponsabilidad, sacrifica la calidad de vida del conjunto por una parte ínfima. Y no es que sus trabajadores tienen derechos por debajo del resto (este medio a través de sus notas y artículos se ha caracterizado por hacer una férrea defensa de sus intereses), sino que medidas de este tipo ponen en juego a lo que se entiende como “condición humana”. Ya bastante tienen a diario los habitantes del conurbano con viajar como ganado, para que Maturana decida arrojar, literalmente, combustible al fuego.
Hay espacios de discusión y debate en las cámaras legislativas, en las propias organizaciones sindicales, en los medios de comunicación, como para dar a conocer el malestar de los trabajadores, si es que este realmente existe. El paro más que la búsqueda de contundencia estuvo pensado para lastimar. Si sus verdaderas razones son las cámaras que se colocarían en el interior de las cabinas, esta modalidad de supervisión existe hace ya largo rato en empresas públicas y privadas, sin que ello signifique que los trabajadores sientan que sus jornadas de trabajo se convirtieron en una suerte de “gran hermano”. Lejos están de ser el “1984” de George Orwell, porque en el caso de la Fraternidad el axioma se invierte: “la ficción supera la realidad”.